No estamos preparados para la derrota. Nos educan para triunfar, y en ese camino nos vamos estrellando uno tras otro. Ayer le tocó al Barça de Guardiola, un equipo que todo lo que tocaba, lo convertía en triunfo. Cuando se pierde la estrella, todo es negrura y mala suerte. Piqué se queda noqueado, Messi desaparecido fallando incluso un decisivo penalti, el asedio sin recompensa con mil tiros al palo. Más o menos al contrario, que el Chelsea, que salió dos veces y marcó dos goles. No es que todo haya salido mal sin más, por que sí, por mala suerte, es que se ha ido tensando tanto la cuerda que al final se ha roto todo por el punto más doloroso: el Clásico y la semifinal de la Champions League. Anteayer, en un certero comentario de Michel Salgado que pillé en la radio, decía que el Barça, equipo que tanto nos ha maravillado, está tan obsesionado con la posesión de balón que se olvida que tiene que meter un gol más que el contrario para ganar el partido. Por ahora en el fútbol no gana quien más lo merece, sino quien más goles mete en la portería contraria y en eso los de Guardiola a veces se despistan.

Todo termina por descomponerse. Aquí no hay nada eterno, salvo las ilusiones y a veces ni eso, porque se convierten en pesadillas con una facilidad pasmosa. El Barça del fútbol hipertotal también llegará un día que se termine, en el que lleguen los bárbaros, los temidos bárbaros, los esperados bárbaros, como en la novela de Coetze, y todo concluya. Se acabará el ciclo como se acaban cientos de vidas cada día. No parece que haya llegado a los niveles de cuando Cruyff alineó a Sánchez Jara, pero cuanto más se avanza, más cerca se está de que el ciclo se diluya. Este Barça es un equipo histórico, cada vez más, lo malo es que la historia sólo se hace con el pasado y el pasado no gana partidos. En ese equilibrio se van moviendo los culés desde hace una temporada, por eso Guardiola no se decide a renovar. Gestionar el declive es, además de deprimente, una herida por la que el crédito conseguido en el ascenso se empieza a perder a chorro. La decadencia es una bola de nieve que crece ladera abajo y que lo arrastra todo. Desde dentro es casi imposible frenarla, se necesita que alguien ajeno al alud lo pare desde fuera. Encontrar ese aire fresco, ese nuevo proyecto, esa ilusión nueva es lo complicado. Empezar de cero es durísimo, pero posible, No se suele tener paciencia ni desde las directivas ni desde los aficionados peor no hay otro camino. Tarde o temprano las convulsiones dan paso al sosiego y el sosiego a trabajo que dará frutos. Ése es el ciclo. Guardiola ya ha anunciado que es hora de tomar decisiones, empezando por él. A ver con qué pétalo se queda en la mano. A ver si tenemos fumata blanca pronto.

Con este Barça me pasaba como con Induráin, que creí que iba a ganar siempre, hasta que como era de esperar, perdió, camino de Pamplona y para más INRI con un ciclista dopado hasta las orejas, como bien lo contó él años más tarde. No sabemos cuando va a empezar el descenso, por eso espero que todo el mundo sea consciente de que quizás hayamos estado disfrutando del mejor equipo de todos los tiempos, y que de forma indirecta: sus jugadores clave, su filosofía de toque y posesión, además nos hizo campeones de Europa y del Mundo.