Curioso espectáculo este fin de semana. El madridismo animando a Falcao, y los aficionados culés celebrando los goles del Espanyol. Esto es fútbol, el espejo de todas nuestras contradicciones. Lo malo es que el reflejo sólo duró lo que duran dos peces de hielo en un whisky on the rocks. Exactamente eso, un verso de canción de Sabina. Ése, y el del himno: qué manera de perder. El destino. Sobre todo cuando lo tenían todo para ganar. Por un momento el Real Madrid pensaba que podía recortar puntos aún recortándoselos también él mismo. La metafísica del fútbol, esa cosa de locos que a veces se parece a las matemáticas, sobre todo cuando no lo entendemos. Al final el orden se ha restablecido. De la perturbación en la fuerza no se ha sabido más. Quizás se haya quedado tras algún muro de sala de prensa, que está de moda el sitio, creando versiones, que eso es lo que pasa cuando el original no queda registrado y se pegan los gritos fuera de plano. Presuntos, claro, que yo no me mojo ya ni debajo de un aguacero. Presuntos gritos. Presuntos todos. Versiones, en cada párrafo, de todo el mundo, como en Ciudadano Kane. Versiones, cada uno la suya. ¿Y quién es Rosewood en esta versión de la película de Orson Welles? El juego del Real Madrid.

¿A quién creer? Difícil parece, ¿si no lo ves, como creerlo? Pero es más fácil de lo que nos pensamos. Miras al árbitro asistente del partido Getafe - Osasuna y sin ver, crees. Penalti imposible en el último minuto y aquí paz, que Mendilibar no protestó mucho, y después gloria. Silencio loco, como la canción, y nadie más hablará de ello cuando la vorágine vuelva a tapar lo que ocurre en casa del pobre. Bernarda Alba habrá impuesto su ley, una vez más. Silencio. Y a callar, como los locos cuando hablan.

Lo bueno de todo este mutismo es que puedes rebelarte sin hacer sonido alguno, sin que se te note: leyendo. La lectura te lleva siempre a las dudas y las dudas al pensamiento crítico. Leía, apostado cerca de una rendija de muralla de mi ciudad, Pamplona, el pasaje de las uvas del ciego del Lazarillo de Tormes. ¿Dónde termina el error disculpable y comienza la negligencia? ¿Dónde termina la negligencia y comienza el chanchullo punible? Delicadas preguntas que aquí son imposibles, pero que en Italia, Francia o Alemania por poner algunos países potentes, no han tenido miedo ni en hacérselas ni en respondérselas. Donde hay dinero fácil puede haber uvas que se comen injustamente de dos en dos pero que se calla porque el otro, quien más gana, se las come de tres en tres. Así ha funcionado en otros lugares donde no han tenido miedo de subir las alfombras.

Yo no acuso a nadie de nada, que conozco a mis clásicos literarios, describo el curioso hecho de que la liga española sea la más limpia del planeta, aunque la literatura se empeñe en contradecirnos cuando nos recuerda que no es casual que España sea la inventora de la novela picaresca. Salvo que los Reyes Magos nos traigan el certificado de país con menor índice de corrupción del mundo y todo esto no sea sino una forma como otra cualquiera de crear una versión, otra, diferente a la que siempre nos cuentan como la oficial de la realidad del mundo, digna de ser silenciada, sería bueno ir dudando de las certezas eternas, como hicieron otros, y no por humillar a nadie sino para fortalecer a los indefensos honrados. Eppur si muove... nada nuevo, todo está en los libros. Yo sólo soy el mensajero.

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Sobre el autor
Javier Ancín Salinas
De Pamplona y de Osasuna. Lector, paseante, observador... También escribo. [email protected]