Si hay un recuerdo que difícilmente podrán olvidar los incondicionales de Anoeta es el que sucedió en la primavera de hace diez temporadas. Fue la última gran Real con la que llegó a emocionarse la hinchada blanquiazul. La única que ha conseguido deleitar al aficionado tras el traslado de Atocha al frío estadio de Anoeta, aunque esta tenga visos de superarla.

Fue un 13 de abril de 2003. Con Denoueix, otro francés, al mando, los realistas seguían la estela de Real Madrid y Deportivo de la Coruña. Parecía una quimera resistir en el pico de la tabla tanto tiempo. La primera vuelta que había realizado el equipo despertó la ilusión de una afición necesitada de sentirse correspondida. Proclamado campeón de invierno, no conocería la derrota hasta pisar San Mamés. Dio la sensación a partir de ese momento que comenzaba a perder fuelle, pero aquel choque ante el Madrid, con el que llevaba una desventaja de seis puntos, lo cambió todo.

Llegaba la constelación de estrellas del Real Madrid galáctico a San Sebastián. Del Bosque dirigía al grupo capitaneado por Raúl, al que acompañaban hombres como Ronaldo, Zidane o Figo. Un plantel de nivel mundial, que sin embargo hincaría la rodilla aquella tarde ante el vendaval de los de azul y blanco. En un estadio abarrotado, tampoco el sol quiso perderse tan trascendental cita e iluminó el póker que endosaron los locales a un contrincante que no venía de farol.

Los locales, con Darko Kovacevic como rematador nato, abrieron muy pronto la lata. Tan solo tres minutos se llevaban disputados, pero bastaron para gritar el primer gol. Era el preludio de algo grande. El serbio volvería a ver puerta a los veinte de juego, con un servicio de su asistente preferido, Javier De Pedro. Faltaba por sumarse a la fiesta la gran revelación turca, Nihat. Fue diez minutos más tarde cuando dejaría su impronta tras agujerear él solito la defensa visitante.

Pegada mortal

Hierro e Iván Helguera, la pareja de centrales, no daban crédito a lo que estaban observando. Sus miradas se perdían en el lamento tras cada tanto txuri-urdin. Tampoco Michel Salgado sabía dónde meterse, los dos primeros goles vinieron por su banda. Una auténtica autovía para el riojano y su eterno guardaespaldas, Aranzabal. Una pareja de zurdos que tiene reservado un lugar especial en la centenaria historia del club.

Acto seguido del 3-0, Ronaldo, el de toda la vida, recortaba distancias creando una falsa sensación de esperanza, porque poco tardaría Xabi Alonso en contestar. El tolosarra anotó un gol de bandera que aún permanece en la retina de quienes lo presenciaron. Más allá del borde del área, el guipuzcoano controló el esférico y con un mágico golpeo lo introdujo al fondo de las mallas. La estirada a cámara lenta de Casillas fue insuficiente para detener el bello disparo. Suponía el 4-1 en el marcador en menos de 45 minutos. Anoeta era una fiesta. El banquillo merengue, un funeral. Los de Del Bosque, uniformados completamente de negro, venían preparados.

En el segundo acto, el canterano Portillo pondría el 4-2 definitivo. Pero ni eso hizo variar el gesto retorcido en la cara de Vicente Del Bosque. El salmantino arribaba a la capital donostiarra con la intención de quitarse un perseguidor de encima, y se volvió de ella con el aliento de los guipuzcoanos en la nuca. Era la jornada 29, y en la 34 el liderato volvería a Donostia. Lo que viene a continuación es ya tristemente conocido para la parroquia easonense.

A todo seguidor blanquiazul le brillan los ojos al recordar aquel enfrentamiento. Nadie olvida el gol de Xabi Alonso. Ni el estropicio de Kovacevic y Nihat a la retaguardia madridista. Tampoco la zancadilla que le pone Westerveld a Ronaldo cuando éste recorta distancias. Este domingo ambas escuadras no pelearán por un mismo objetivo, de hecho solo la Real se juega algo. En esta ocasión no estará Kovacevic, pero sí Agirretxe. Tampoco Alonso, pero sí Illarramendi. Montanier, que se despedirá de Anoeta, ocupará el lugar de Denoueix. Diferentes protagonistas para un mismo escenario y fin.

Foto cuerpo 1: Jesús Uriarte

Foto cuerpo 2: Lusa