10 victorias, 9 empates, 19 derrotas, 39 puntos y la decimo sexta plaza son los números rojillos de la temporada 2012/2013 de la Liga BBVA, muy por debajo de los logrados la pasada edición, la cual consiguieron 13 victorias, 15 empates, 10 derrotas, 54 puntos y la séptima plaza. El talón de Aquiles ha sido el olfato goleador. Osasuna ha sido el equipo que menos goles ha metido, 33, lo que le ha llevado a sufrir durante toda la temporada. No obstante, gracias a la defensa y al gran portero, han equilibrado la falta de gol, ya que ha sido el quinto equipo menos goleado, con 50 tantos en contra. Solo por detrás de Barcelona, Real Madrid, Atlético de Madrid y Real Sociedad.

Nefasto comienzo

Hasta el 30 de septiembre se tuvo que esperar para ver la primera rojilla, era la jornada 6. Osasuna consiguió ganarle al Levante por 4-0, gracias a los goles de Armenteros, Lamah, Timor (penalti) y Nino. La victoria se convertiría en algo vital, ya que dejaba el farolillo rojo cediéndoselo al Espanyol. Tras este encuentro el equipo se colocaba en la decimo novena posición, con cuatro puntos. Durante las cinco jornadas anteriores, los números eran pésimos. Un empate y cuatro derrotas.

La liga empezó en Galicia, visitando el estadio de Riazor. Todo apuntaba a una victoria rojilla, ya que los blanqui-azules volvían a primera después de estar la temporada pasada en segunda. Pero no fue así. Primero Riki y después Nélson Oliveira, ambos tras jugada individual, anotaron los goles para los locales. El mismo Riki había fallado un penalti señalado al final de la primera parte.

El Barcelona inauguraba la temporada en el Sadar. Era la segunda jornada y la afición llegaba con ganas de fútbol, al igual que el equipo, que venía de perder en A Coruña. No obstante, el resultado fue fatídico. Osasuna perdió 1-2, pero sin pasar por alto la pésima actuación del colegiado Muñiz Fernández. Joseba Llorente había abierto el marcador a favor de los rojillos, pero ya en la segunda parte, el colegiado interfirió en la jugada en la que llegaría el empate. Messi ponía el empate a uno en el marcador, después de coger el balón en el centro del campo, el cual no pudo atajar Puñal al ser claramente obstaculizado por Muñiz. Tras el gol, las protestas locales no se hicieron de rogar, pero haciendo alarde de su superioridad, el colegiado amonestó con la roja directa al capitán de Osasuna. Posteriormente, desde la federación le impondrían una sanción de cuatro partidos. El segundo gol, el de la victoria, llegó cinco minutos después, y volvió a ser Messi el que se anotara el tanto.

Tercera jornada, vuelta a Galicia. Esta vez tocaba jugar contra el Celta. Las ganas de victoria eran más que evidentes, después de dos derrotas consecutivas. No obstante, ésta se haría de rogar. Primero Iago Aspas y después Mario Bermejo hicieron que los de Pamplona regresarían a casa con las manos de vacío, y mostrando su debilidad.

El primer punto de la temporada llegaría en la cuarta jornada, el Mallorca visitaba el Sadar. El resultado final fue de empate a uno, aunque el juego ofrecido por ambos equipos daba síntomas de lo que más adelante se afirmaría, que los dos equipos serían uno de los más pobres.

La quinta jornada Osasuna visitó la Romareda. Era el momento de empezar a despegar, aunque en esta ocasión tampoco pudo ser. Los rojillos se llevaron tres goles en contra a casa. Desde entonces, se empezó a cuestionar al entrenador, aunque no sería cesado durante la temporada. Los ánimos empezaron a caldearse, ya que en cinco jornadas tan solo se había conseguido un pobre punto.

Derrota tras derrota

Parecía que con la victoria en casa frente al Levante habían descubierto la buena senda, pero nada más lejos de la realidad. Las derrotas se irían sucediendo consecutivamente, hasta lograr la segunda victoria de la temporada en la jornada 11, allá por el mes de noviembre. Los rojillos se impusieron por cero goles a tres al Espanyol, en el estadio de Cornellá. El comentario más comentado por la afición navarra era el mismo, que “Osasuna no ganaba nunca, pero cuando lo hacía, lo hacía a lo grande”. Y es que, efectivamente, las dos únicas victorias conseguidas hasta entonces, fueron sendas goleadas.

En la primera vuelta, Osasuna solo consiguió 3 victorias

La victoria frente al Espanyol fue algo más que una victoria. Y es que, aunque seguía siendo el farolillo rojo, la distancia con la salvación quedaba solo a dos puntos, además de quedarse a un

punto del propio equipo perico, que ocupaba la decimo novena posición con 9 puntos.

El resto de derrotas fueron ante Athletic de Bilbao (1-0), Atlético de Madrid (3-1) y Valladolid (0-1). Consiguieron un empate sin goles frente al Betis en el Sadar.

Un poco de luz

Durante los próximos partidos, y hasta la conclusión de la primera vuelta, los resultados mejoraron algo, al conseguir cuatro empates, una victoria y tres derrotas, aunque no fueron suficientes para abandonar los puestos de descenso y el farolillo rojo.

Los empates llegaron ante Málaga (0-0), Real Sociedad (0-0), Getafe (1-1) y Real Madrid (0-0). La victoria fue ante el Rayo Vallecano (1-0) y las derrotas, frente a Valencia (0-1), Granada (1-2) y Sevilla (1-0).

Los resultados lo único que dejaban claro era la preocupante falta de gol. Quitando las goleadas logradas, el equipo lo justo había conseguido celebrar una decena de tantos, algo que no se podía permitir cualquier equipo que quisiera continuar durante una temporada más entre los mejores del mundo.

Empieza la remontada

La segunda mitad fue totalmente diferente a la primera. Empezaban el nuevo curso con quince puntos en su marcador, ocupando la última plaza de la clasificación. Todo hacía indicar que habría que sufrir lo que no estaría escrito para salvar la categoría y cumplir el principal objetivo. Hasta la fecha, el técnico Mendilibar había sido puesto en el punto de mira en numerosas ocasiones, ya que con los resultados obtenidos, una gran parte de la afición pediría su marcha.

El primer rival sería el Deportivo, que también estaría metido en la lucha por la salvación. El resultado fue de dos a uno, para los rojillos, que jugaban en el viejo Sadar. Kike Sola y Nino ponían los goles necesarios para que los tres puntos se quedasen en Pamplona. Tras el partido, Osasuna abandonaría el farolillo rojo, aunque todavía no saldría de los puestos de descenso.

"Osasuna gana poco, pero cuando lo hace, lo hace a lo grande"

El siguiente rival era uno de los duros, tocaba visitar el Camp Nou. El resultado era el esperado a priori, una dura derrota. Y en efectivo, Osasuna volvió a casa con cinco goles en contra, por uno a favor. Esta no era su liga, y eran conscientes de ello. En el siguiente encuentro darían todo, para la victoria. Y surtió efecto. El Celta, que volvía al Sadar varios años después, se marcharía con una derrota. Los rojillos se impusieron por 1-0, dando otro paso para la salvación.

El resto de los partidos, serían de una gran emoción. Y los rivales directos iban cayendo uno por uno en el Sadar, convirtiéndolo una vez más, en un duro templo. Osasuna empataría a uno contra el Mallorca en Son Moix, y vencería a Zaragoza (1-0), Levante (0-2) y Valladolid (1-3). Caerían derrotados, por la contra, frente a Athletic de Bilbao (0-1), Betis (2-1) y Atlético de Madrid (0-2).

El partido frente al Valladolid marcaría un antes y un después, ya que tras empezar perdiendo el encuentro por un gol en propia de Rubén, el equipo conseguiría remontar hasta llegar al 1-3. Kike Sola en doble ocasión y Miguel De las Cuevas fueron los artífices de los tantos, que darían un balón de oxígeno a los navarros.

Recta final

A falta de ocho partidos para la finalización de la temporada, Osasuna ocupaba la decimo quinta posición, con 31 puntos. En esos momentos, todo indicaba que el final de la temporada iba a ser tranquila, ya que habían encontrado la buena senda y el descenso estaba a siete puntos. Lo marcaba el Celta con 24. Aunque no fue así, no fue el camino de rosas que mucha gente se creía.

Tras la victoria frente al Valladolid, las derrotas empezarían a caer, una tras de otra. Primero frente al Espanyol (0-2), al que habían goleado en la primera vuelta, después contra Málaga (1-0), en los últimos segundos de los minutos de prolongación. Los dos siguientes partidos acabarían en empate. Primero frente a la Real Sociedad (0-0), que se jugaba entrar en Champions, y después, contra el Rayo (2-2), en una locura de partido.

Ya solo faltaban cinco jornadas para que finalizase la liga. Y la distancia con la segunda se había recortado considerablemente. A Osasuna solo le separaban tres puntos del Celta, el que marcaba la línea roja. Pero los rojillos seguían dormidos cuando menos lo deberían de estar.

Los siguientes encuentros hicieron saltar todas las alarmas. Primero tras caer derrotados en Valencia por 4-0. Tras ese encuentro, los síntomas se agravaban, ya que no daban las muestras de la identidad que les identifica. Y para que esto no volvería a suceder, la afición empezó a tomar cartas en el asunto. Desde redes sociales se empezaron a poner en contacto con el club y la asociación de Peñas, para hacer todo lo posible por la salvación.

El primer paso fue reunirse el mayor número de aficionados posible a las puertas del Sadar en el momento en el que el autobús llegaría al estadio. Dicho y hecho. Un millar de aficionados se congregaron para recibir al equipo cuando se disponía a enfrentarse al Getafe. Cánticos, ánimos, bengalas… Una auténtica afición. Y el experimento finalizó con éxito.

Osasuna se impuso por 1-0 al equipo madrileño, y todo gracias al empujón de la grada, que no paró de animar durante los 90 minutos. Al finalizar, y en los pasillos ante la prensa, los jugadores no dudaron en reconocer y agradecer. Tanto los rojillos, como el míster azulón, que no tuvo más que buenas palabras para una afición que en los malos momentos es cuando más se crece, cuando más apoya al equipo.

Quedaban tres encuentros. Y el siguiente sería un espejismo de lo que fue la temporada. Osasuna visitaba Granada, además, los andaluces también se jugaban ser de primera un año más. El resultado fue de 3-0 para los locales. Un jarro de agua fría sin duda.

Dos partidos. El último en el Sadar. El árbitro, Muñiz Fernández, el que había inaugurado la temporada en casa con polémica, y la iba a clausurar. Una vez más, ante la necesidad de victoria, los aficionados se volvieron a reunir para recibir al equipo. Éste era el partido de los partidos. Tras una larga y agónica temporada, cabía la posibilidad de clasificarse matemáticamente. Solo les valía ganar, y tener un poco de fortuna para que en los demás encuentros directos, se dieran los resultados oportunos.

El partido no empezó de la mejor manera. En el principio de la segunda mitad, Negredo adelantó a los sevillanos. Todo hacía indicar que seguirían luchando por la permanencia una jornada más, y el último rival sería el Real Madrid, en el Bernabéu. Los pinganillos echaban humo, y las noticias de otros campos no se hacían esperar: todo eran buenas noticias. Solo faltaba marcar dos goles.

Y llegó la alegría. Tras trece minutos de calvario, llegó el gran capitán para chutar un balón que acabaría dentro de la red contraria. Se hizo el silencio, y tras él, la locura. Era un golazo, el golazo. Un chut que le había salido del corazón, un gol que agradecía a toda la afición el esfuerzo.

Pero eso no era suficiente. Hacía falta otro más. Y llegó. Dieciséis minutos más tarde sería el momento de la explosión, de un txupinazo adelantado casi dos meses. Dieciséis minutos más tarde Cejudo sería el encargado de marcar el golazo de la salvación, el encargado de dejar a Osasuna, a Pamplona y a Navarra durante un año más en la primera división.

Y finalizó el encuentro. Osasuna era de primera, porque había ganado, porque se lo merecía, porque era lo que toda una afición había estado intentando, por que los otros equipos habían conseguido una derrota. La salvación matemática.

El último partido de la temporada se jugaba en el Bernábeu. Pero el resultado era lo de menos. La permanencia estaba asegurada, y por ello, el encuentro no sirvió más que para despedir a uno de los grandes, a Ricardo. El más veterano de la liga, con 41 años, colgaba las botas, y que mejor que hacerlo como en el campo madrileño.

La liga ha sido dura, muy dura, ya que el olfato goleador ha sido la clave de las derrotas. No obstante, gracias a la afición, la mejor afición del mundo, se ha podido quedar Osasuna durante un año más en primera. Y lo de la afición, lo han reconocido muchas personas, por que los navarros cuando más animan es cuando las cosas van peor. La afición rojilla nunca se rinde, y siempre estará ahí, aunque la mayoría de las veces solo la relacionen con malos actos. Porque ser rojillo es cantar en alto lo que todos quieren callar. Zorionak!

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Sobre el autor
Saioa Martínez
Periodista. UPV/EHU y UAB. Editora y Redactora Jefa de Osasuna para Vavel.com. [email protected]