Hace un par de noches, calenté una caja con restos de comida china, cogí una manta, y me tumbé en el sofá para disfrutar de una película antes de tirar la toalla e irme a la cama. Era la noche ideal para la ocasión. Una tormenta de verano se estaba gestando en el cielo por encima de la casa y el rítmico golpeo de las gotas de agua en las ventanas no daba señales de amainar. Eché un vistazo al estante de DVDs y finalmente puse los Piratas del Caribe en la PS3. No muy tarde en la película un intercambio entre el herrero William Turner y el Capitán Jack Sparrow me hizo pulsar pausa en el mando. Me recordó algo que quería ver en lugar de esto.

William Turner: “Esto puede ser una locura… o brillantez”.

Capitán Jack Sparrow: “Es extraordinaria la frecuencia con la que estos dos características coinciden”.

Aquí arriba está el video que dejé de ver. Sin embargo, la locura va mucho más alla que lo que el ojo ve. Déjame que te cuente la historia.

Era una fría y triste noche de Enero en Galicia, en 2010. Una heladora lluvia caía sobre el empapado césped del famoso estadio del Deportivo de la Coruña, Riazor. Para el Real Madrid era un ambiente hostil, un campo maldito. El club de la capital hacia 19 tristes años que no conseguía una victoria allí, y con los principales actores fuera de la lista del equipo, las oportunidades de romper el maleficio parecían tan sombrías como la niebla que estaba a punto de aparecer.

Al mismo tiempo que el Real salía del túnel de vestuarios un coro de silbidos penetrantes y abucheos les dio la bienvenida. En la parrilla de salida, un centrocampista con expresión de piedra soportó la tormenta con calma mientras marchaba hacia un infierno de insultos. Su mojado pelo rubio perdía todo su color y las gotas de lluvia resbalaban por su cara mientras caminaba. El mismo canto familiar en cada campo de España se reunía de nuevo con él, resonando desde ciertas gradas en el frio aire de invierno-. “Guti, maricón” Un fan fue tan lejos como para llevar una muñeca hinchable que se había arreglado para que se pareciese al centrocampista. No había nada que el número 14 no hubiese visto antes, pero fue una irritante ocurrencia que jamás había visto antes…

Un canterano del Real Madrid desde que tenía ocho años, José María Gutiérrez Hernández, conocido como Guti, como muchos otros lo dio todo por el club, siempre se sintió con derecho a opinar. Muchos podrían discutir con razón, especialmente como veteranos. La puerta giratoria de la oficina de la directiva giró rápidamente en el Bernabeu, ¿Quién era ese joven para decir cómo debía de funcionar el equipo? Después de todo, Guti marcó un éxito fantástico con la camiseta blanca, con un palmarés que incluía dos Champions League. Entonces, ¿Por qué ese mal comportamiento?

La pasión de Guti por el club a menudo colmó el vaso y con cada crisis los medios de comunicación estaban allí para alimentarse con las sobras. Se podría decir que su detonante era tan corto que si lo encendías, no ibas a tener tiempo suficiente para esconderte de la explosión. Su imagen de chico malo precedió a su imagen, pero lamentablemente esa imagen oculta su identidad como jugador y disfraza lo que realmente era, un genio. Un genio temporal, sin duda, pero un genio al fin y al cabo.

Durante el tiempo previo al partido del Dépor, como segundo capitán detrás del chico de oro del Madrid, Raúl, Guti se había convertido en un personaje condenado al ostracismo en el campo de entrenamiento del Madrid, Valdebebas. Tras de una pelea con el entrenador Manuel Pelegrini durante una humillante eliminación copera contra un equipo de Segunda División B como el Alcorcón y una racha en el gimnasio debido a las persistentes lesiones, Guti trabajó aislado del grupo durante varias semanas. Era la línea de salida de la temporada en que Florentino Perez empezaba su segundo capítulo de galácticos con caras como las de Cristiano Ronaldo, Karim Benzema, Kaká y Xabi Alonso, todo el mundo tenía la impresión de que lo viejo se marcharía y vendría lo nuevo. Y después de darlo todo por la insignia sobre su corazón, los aficionados y los medios de comunicación se preparaban para con impaciencia para la vida sin Guti.

Sin embargo, con el equipo en horas bajas debido a contratiempos y suspensiones y con Guti superando sus problemas físicos, Pellegrini no tuvo más remedio que reformar el cerebro del mediocampo y tirar del hijo pródigo de las sombras. El veterano chileno no se arrepentiría de su decisión.

Contra todo pronóstico, el Real ganó 1-3 esa noche en A Coruña, y el fresco taconazo hacia atrás de Guti a Benzema para arrasar una portería vacía se convirtió en leyenda, tan pronto como la pelota pegó en la red. Fue una actuación completísima de español y en 90 minutos su recuperación se había completado. Siendo un madridista hasta la médula, Guti era el que mejor conocía de todos el sabor de la victoria. No sólo fue la primera victoria en Riazor en 19 años, si no la primera victoria allí en toda la carrera del centrocampista. Para él, el triunfo del equipo fue un triunfo un triunfo suyo ya que a lo que él concernía, él era el Real Madrid.

Después del tardío tercer gol, Guti cayó de rodillas, de nuevo solo, y gritó el logro a los dioses. Su madridismo era más fuerte que todas las calumnias a su alrededor y que acalló con su actuación. Lamentando sus controversias, pero adorando su habilidad, Guti estuvo, por un momento, de nuevo en la cima.

Cuando el autobús del equipo estaba de vuelta en Madird al final de la noche, un conjunto de impacientes partidarios del re-convertido esperaba, y todos ellos estaban cantando; “Guti, selección”. Algo completamente diferente a lo que había escuchado unas horas antes. Este fue en llamado a su reingreso en el equipo nacional después de cinco años de ausencia a pocos meses de la Copa del Mundo en Sudáfrica. Desafortunadamente, Guti nunca recibió la llamada de Vicente del Bosque, el entrenador que posiblemente disfrutó de los mejores años del taciturno mago. La pareja levantó dos Copas de Europa juntos en 2000 y 2002. El entrenador situó a Guti en una posición más avanzada debido a un bajón de forma de Fernando Morientes en 2001, pero el atacante rubio fue diseñado por Dios para asistir en lugar de meter goles; el siempre prefirió el pase. Guti solo ha tenido 13 intervenciones en la selección nacional, nunca apareciendo en un gran torneo. Sin embargo, el jugador se convirtió en un elemento básico en el dentro del campo del Madrid durante el resto de la temporada de 2009-2010 después de parecer estar olvidado por el entrenador y los aficionados.

Muchos me crucificarán por decir esto, pero Guti fue, a su altura, tan bueno como Xavi el del Barcelona. Su habilidad en el pase era incompatible y merece un lugar entre los grandes directores de orquesta como el italiano Andrea Pirlo. Una de sus actuaciones más memorables tuvo lugar en el Santiago Bernabeu en un partido de La Liga contra el Valladolid en 2008. El conjunto local goleó a los visitantes 7-0. El Señor Guti marcó dos goles y asistió en otras tres ocasiones. Los dos goles restantes fueron un penalti y un contraataque que el genio dirigió desde su propio campo.

Esta leyenda caminaba de puntillas mientras driblaba despreocupadamente. Su peculiar estilo era de marca y por citar otra película de mi estante, Cadena perpetua, “Él paseaba como un hombre por el parque sin tener cuidado o miedo del mundo…” Eso es antes de que perturbases su zen. Su precisión en los pases era la de un francotirador militar y veía todo lo que tú podías haber perdido. Guti era un jugador místico, de la talla de un brujo que puede que nunca vuelvas a ver. Pero a diferencia de los otros grandes, él no verá el mérito que merece por su habilidad. Quizás su exterior espinoso le protegió de cuajar en todos los sistemas y le excluyó de jugar un papel más importante en la selección nacional, pero no hubo cambio en quien él era. Fue Guti.

El hombre nunca fue el favorito de los hinchas, nunca fue destinado a serlo. Su estilo de vida de estrella de rock y su menos tierna personalidad le hicieron aún más susceptible a las críticas de los medios de comunicación españoles que a nadie. Incluso llegó a decir que para él sería imposible jugar en otro lugar que no fuese España. Era odiado en cada campo del país marcado por las disputas nacionalistas. Su temperamento le hizo recibir ocho tarjetas rojas en liga solo con el Real Madrid. Pero sin lugar a dudas, en su salida, los aficionados estaban destrozados al verle marchar. La relación entre las dos partes era rocosa en ocasiones, pero la pérdida de un jugador con una lealtad eterna al club cortado de la ropa de su propia fábrica era un difícil adiós. El Real Madrid perdió a Guti que el verano que viene, tristemente saldrá en un trofeo menor de la temporada. Sin embargo, fue el comienzo de una nueva generación en la capital y algunas cosas se podrían haber hecho para evitarlo. Guti puede ser un ídolo polémico del pasado, pero su leyenda como inconformista del Real Madrid permanecerá viva en la mente de los madridistas durante años.

Traducción de Pablo Romero Bernal. Artículo original de Bobby Mohr.