José Luis Violeta Lajusticia. Sinónimo de aragonés que más veces ha vestido la camiseta del Real Zaragoza. Se dice muy pronto. Actualmente es un hombre de 72 años, con mucha experiencia y unas vivencias increíbles por contar. Además de ser una leyenda viva del zaragocismo, la mera presencia de Violeta recuerda a esa época en la que el equipo maño infundía respeto a la par que temor en los mejores campos de España. Porque José Luis vivió dos etapas gloriosas: Los Magníficos y Los Zaraguayos. Y ahí estaba, un jugador de la casa, entre ellos, sujetando el centro del campo de ambos conjuntos míticos.

Pero los comienzos jamás fueron fáciles. José Luis Violeta vino al mundo en el barrio de Torrero (Zaragoza), un barrio de tradición obrera, en 1941, solamente dos años después de que la espantosa Guerra Civil hubiera llegado a su fin. Vivió situaciones duras de pelar. Lo que más recuerda de esa época era que casi siempre comía farinetas. “Era la única comida que teníamos en esa época. Yo siempre me echaba algo de azúcar. Eso sí, los domingos siempre me las tomaba con postre”, dice sonriendo. Cuando apenas tenía seis años de edad, su padre fue detenido por las fuerzas del orden, acusado de haber pertenecido a la Guardia de Asalto republicana.

Era fácil que a José Luis le gustara el fútbol. “Yo vivía en una familia de futbolistas, eran todos del Arenas, incluso he ido a ver jugar a mi padre y mi tío con la camiseta de este equipo”. Se refiere a la Sociedad Deportiva Arenas, ese equipo de Zaragoza que recogía cada fin de semana a las clases más populares y  que a punto estuvo de subir a Segunda División allá por los años 40 y 50, incluso llegó a eliminar en una ronda de la Copa del Generalísimo al primer equipo de la ciudad, por mucho que los blanquillos estuvieran atravesando una crisis espeluznante a todos los niveles.

Hoy en día, casi todos los niños tienen un fácil acceso a cualquier balón de fútbol. Por aquel entonces, en la infancia de José Luis, era bien diferente. “Mis padres me ponían una pelota de goma, pero eran muy malas y duraban lo que duraba un caramelo en la puerta de un colegio, porque se pinchaban enseguida. Y hasta que no llegaran los Reyes Magos, no teníamos otra. Hasta entonces, con los amigos nos hacíamos también pelotas de trapo, con cuerdas y trapos viejos”, explica, retrocediendo a un tiempo cuyas circunstancias son inimaginables para los jóvenes de hoy en día. “Jugábamos todas las tardes en las calles de Torrero, que eran de tierra, cerca del Cementerio, por los Pinares y demás, y formábamos las porterías con dos piedras”, rememora.

De la bicicleta al Real Zaragoza gracias a una bronconeumonía

Los padres de José Luis, como les sucedía a la gran mayoría de los muchachos de Torrero, no podían permitirse pagarle unos estudios universitarios a su hijo. Por eso él ya estaba mentalizado de que tenía que trabajar cuanto antes. A los catorce años se puso a trabajar en una tienda de bicicletas, situada en la calle Don Jaime. Enseguida despertó su afición por el Tour de Francia y el ciclismo, de tal manera que apartó el fútbol para pedalear en bicicleta en su tiempo libre.

Sin embargo, a los 17 años agarró una bronconeumonía que resultó ser espantosa. “Lo pase muy mal, estuve casi dos meses metido en la cama. No me dieron ningún antibiótico para curarme, unas pastillas y a tirar. Le cogí un miedo tremendo a la bici, y cuando ya me recuperé del todo, volví a jugar al fútbol, apartando definitivamente el ciclismo”, relata. Aún con todo, José Luis se lo toma con mucho humor: “Estaba claro que yo había nacido para ser futbolista, eso debió de ser alguna señal divina o algo parecido para que volviera a jugar a fútbol”.

Fue entonces cuando decidió apuntarse al River, un equipo de jóvenes zaragozanos con sede en la calle Lagasca. Pero su estancia en dicho equipo no llegó ni a la temporada, porque Cubero, el cazatalentos del Real Zaragoza, enseguida se percató de su gran calidad y del futuro que tenía José Luis en el centro del campo. “El trabajo de las personas como Cubero es muy difícil, pero muy necesario y muy importante”, opina José Luis. De tal manera que pasó a jugar al juvenil del Zaragoza y después al Juventud (segundo equipo del Zaragoza), entrenado por Juanito Lugo y que se encontraba en Tercera División.

El entrenador del primer equipo zaragocista era César, uno de los componentes de la mágica delantera del Futbol Club Barcelona de las Cinco Copas (Basora, César, Kubala, Moreno y Manchón) y protagonistas también de una canción de Joan Manuel Serrat. El técnico blanquillo le prometió a José Luis y a su compañero Encontra un puesto en el primer equipo, pero cuando llegó la hora de la verdad no fue así. Por eso, en la temporada 62/63 estuvo cedido en el Calvo Sotelo de Puertollamo junto a su compañero. A José Luis  no le gustó nada irse a Puertollano, porque estaba fuera de casa y jugando en la misma categoría que con el Juventud, es decir, en Tercera.

Sin embargo, fue un año que le sirvió para coger más experiencia y llegó a la temporada siguiente con un nuevo aval bajo los brazos para optar a la titularidad en el once: había sido elegido por los socios como el mejor jugador del Calvo Sotelo de toda la temporada. El puesto de entrenador del Zaragoza había pasado de un mito culé a otro. Esta vez lo ostentaba Antoni Ramallets. Y fue el ex cancerbero barcelonista el que le dio la primera oportunidad de debutar con el equipo de sus amores, por eso José Luis le muestra un respeto y un cariño especial. “Sin lugar a dudas, le estaré eternamente agradecido”.  José Luis se acuerda perfectamente del día señalado. Fue un 15 de septiembre de 1963, en el estadio de Pasarón, en Pontevedra”, rememora orgulloso.

De Los Magníficos a los Zaraguayos, pasando por el rechazo al Real Madrid

Además de ser el aragonés que más ocasiones ha vestido la zamarra del León, José Luis fue partícipe de dos épocas magníficas para el conjunto aragonés: la de Los Magníficos y Los Zaraguayos. Debutó en la temporada 1963/1964, quizá la mejor de la historia del club blanquillo, debido a que ganó la Copa de Ferias, la Copa del Generalísimo y consiguió un más que meritorio cuarto puesto en Liga.

Una delantera magnífica y excepcional que seducía a cualquier aficionado al fútbol, hacía las delicias de la afición maña. Canario, Santos, Marcelino, Villa y Lapetra. Cinco personajes para no olvidar. En la defensa estaban Cortizo, Santamaría y el internacional Reija. Más tarde se les unió Irusquieta. La portería estaba defendida por el mítico Yarza. Mientras que en el centro del campo, José Luis tenía una gran competencia con Isasi y Pepín. También jugó muchas veces al lado de Pais.

Los Magníficos fueron los que definieron para siempre el estilo ofensivo, alegre, vistoso y primoroso como identidad indeleble del Zaragoza hasta el fin de los tiempos. Y con ellos, la afición se transformó en una de las más exigentes de España. Esos increíbles jugadores malacostumbraron a sus seguidores dando espectáculos cada dos semanas en la vetusta Romareda. 

Para José Luis, era “muy fácil” jugar con esos jugadores tan extraordinarios, pero había que estar allí y saber interpretar y desarrollar el juego, como él mismo explica. Se destapó como un centrocampista muy completo, inteligente en el robo y experto en la anticipación. Incluso sabía cuándo tenía que subir a atacar y ayudar a sus compañeros más ofensivos. Un todo terreno por el medio. Se le conocía por su apellido, Violeta, pero muy pronto comenzó a ser llamado como el León de Torrero, debido a su garra e ímpetu que demostraba sobre el terreno de juego.

Rechazó al Madrid para ayudar al equipo de sus amores a retornar a Primera. También hay que comentar que en esos años, el Zaragoza nutrió de jugadores a la Selección Española. Por ejemplo, el gol de Marcelino en la Eurocopa de 1964. Violeta fue uno de ellos, aunque las catorce internacionalidades que atesora parecen escasas para un hombre de su calidad. Para José Luis, en el Mundial de Inglaterra de 1966, se tendría que haber contado más con los zaragocistas en lugar de los jugadores más mediáticos como por ejemplo, Luis Suárez. Está convencido de que el rumbo de la Selección hubiera sido diferente en la competición mentada.

Con Los Magníficos llegaron los títulos, pero tras unas excelentes temporadas, llegó el descenso en el curso 1970/1971 y el interés del Real Madrid por José Luis. Zalba, que había entrado de presidente tras la dimisión de Alfonso Usón, fue el encargado de comunicárselo. Él sabía que le necesitaban en su ciudad para retornar a la máxima categoría del fútbol español, por lo que se quedó rechazando al mejor club del Siglo XX y a un contrato superior.

              

El Zaragoza ascendió a las primeras de cambio a Primera, tras un tortuoso paso por los infiernos. Y nada más ascender, se conformó otro equipo de leyenda, del que volvía a formar parte José Luis: Los Zaraguayos. El León de Torrero volvía a compartir jugadores con magníficos jugadores como Arrúa y el delantero Lobo Diarte.  A esta generación les faltó un título para refrendar sus excelentes actuaciones, aunque consiguieron endosarle un 6-1 al Madrid y un segundo puesto en la temporada 1974/1975, añadiendo el subcampeonato de Copa ante el Atlético de Madrid a la temporada siguiente y con un arbitraje del valenciano Segrelles demasiado dudoso.

Nuevo descenso, retiro y gran homenaje

Pero Los Zaraguayos duraron pocas temporadas y terminaron igual que Los Magníficos: descendiendo a Segunda División. Tras catorce temporadas vistiendo la zamarra blanquilla y defendiendo el escudo del león rampante, José Luis decidió que había llegado la hora de abandonar el fútbol de una vez por todas. No le supuso mucha tristeza, porque ya se había mentalizado de que la carrera deportiva de un futbolista era muy corta y que el fin de la suya podía llegar en cualquier momento.

Pero José Luis Violeta, el León de Torrero, no había tenido una despedida como merecía. El 21 de mayo de 1978 se celebró un partido como homenaje a semejante figura y leyenda aragonesa. Vinieron los jugadores y los veteranos del Athletic de Bilbao con Iríbar, gran amigo de José Luis, a la cabeza. Antes se había barajado la posibilidad de que acudiera el Barcelona, pero los catalanes pedía 25 millones de pesetas, y apenas se ingresaron 2´5 millones de los 35.000 aficionados que abarrotaron el estadio de La Romareda para despedir a su ídolo. Pero Iríbar convenció a los suyos para hacerle el favor a su excompañero de Selección e ir gratis con los veteranos del Athletic de Bilbao.

Nunca ha dejado de seguir la actualidad futbolística, pero hay cosas que no soporta. Una de ellas es el desequilibrio futbolístico que existe hoy en día. Pero lo que más le enfada de todo no tiene nada que ver con el fútbol profesional, sino con el fútbol base. Se trata de la actitud de los padres cuando van a ver jugar a sus hijos y la tremenda competitividad exigencia que les transmiten, en lugar de dejarlos disfrutar del fútbol como Dios manda, metiéndoles una presión insoportable. 

Tal día como hoy, 15 de septiembre de 2013, se conmemora el cincuenta aniversario de un zaragocista legendario. Del jugador aragonés que más veces ha portado la camiseta blanquilla. De un ejemplo para todos de superación, esfuerzo y humildad sobre todo. Del León de Torrero. Del gran José Luis Violeta, junto a Carlos Lapetra, el aragonés más grande que ha pasado por el Real Zaragoza. 

Foto 2: www.losblanquillos.com

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