Las formaciones iniciales de ambos equipos presagiaban consecuencias que el juego se encargaría de confirmar. La inclusión de Cesc en lugar de Alexis o Pedro indicaba la apuesta de Martino por el juego pausado y asociativo entre líneas, ideal frente a equipos con dificultades en el robo de balón. Y Martino acertó. El Madrid pasaría la primera hora de partido esperando el error del Barcelona y nunca propiciándolo con la presión.

Ancelotti, en su 4-3-3, colocó a Ramos de pivote en lugar de Illarramendi. El sevillano, voluntarioso pero necesitado de los automatismos exigibles en la nueva posición. Es muy distinto manejar el balón en la línea defensiva sin acoso rival a la espalda que hacerlo en medio campo donde la amenaza es de 360 grados a la redonda. Por otro lado, la salida de inicio de Bale como delantero centro en lugar de Benzema o Morata, lastró el juego madridista de por sí, falto de cocción. Supuso experimentar sin un 9 natural cuando siempre lo han utilizado. Era un elemento postizo. La entrada del galés en el once pareció motivada por una decisión estratégica o de marketing más que por cuestiones estrictamente futbolísticas.

Desde el comienzo se apreció el habitual ataque posicional del Barcelona ante un Madrid que defendía junto en su campo. Los blancos renunciaban a construir desde atrás, a apoyarse en Ramos en la base de la jugada, prueba de desconfianza. Se limitaron a lanzar en largo para intentar agruparse en campo rival.

Con la insistencia llegó el gol de Neymar en el min 18. Iniesta se adueñó de la espalda de Khedira y en conducción atrajo a Carvajal para abrir a Neymar que definió con maestría. Dos minutos después, Iniesta de nuevo, ahora en la zona de interior derecho (a espaldas de Modric) filtró un balón vertical a Messi que le dejó ante Diego López. El gallego despejó a córner.

Fueron las dos únicas claras ocasiones de gol en el primer acto. Quizá escasas en número vista la supremacía azulgrana. Las dos tuvieron el mismo origen táctico: el Barcelona edificaba su dominio a espaldas de los medios interiores Khedira (con Iniesta) y Modric (con Xavi). Desde esas parcelas Iniesta inició las jugadas más desequilibrantes de su equipo. Allí donde el pivote, Ramos, debía corregir esos desequilibrios ayudando a sus compañeros del medio campo. Pero Ancelotti había colocado a un gran central en un lugar equivocado. 

El sevillano no dispone de automatismos para la posición ni de los hábitos para desplazarse horizontalmente en un partido de esta exigencia y asífrenar a Xavi y sobre todo, a Iniesta. Neymar y Messi fijaban a Carvajal y Marcelo en amplitud. De esta manera se hacía aún más ingobernable la parcela de Ramos a lo ancho. En definitiva, la movilidad y el intercambio de posiciones de Xavi e Iniesta con las habituales visitas de Cesc desde la posición de falso 9 para asociarse con ellos, sometieron al Madrid. Aunque de nuevo, el Barcelona no tradujo esta situación en ocasiones de gol.

El once inicial del Tata Martino concedía una teórica ventaja que Ancelotti desaprovechó con su planteamiento; la ausencia de Alexis o Pedro dejaba la banda derecha del Barcelona con Alves y Messi. La nula aportación defensiva de Leo podía dejar a un lateral ofensivo como Alves sólo en ese costado frente a las habituales acometidas de Marcelo y Ronaldo. Pero la renuncia a crear juego desde atrás y la inexistente participación de Ramos en la distribución, evitaron la amplitud y profundidad necesarias para llevar el balón con ventaja táctica hasta Cristiano en ese desprotegido costado culé.

Nada nuevo acontecía. Un equipo con identidad futbolística, aunque lejano a su mejor momento, se enfrentaba a un Madrid experimental, instalado en una eterna pretemporada e incapaz de encadenar dos partidos seguidos con las mismas intenciones tácticas. A pesar de la situación del rival, el Barcelona dominó con demasiadas precauciones que le privaron de sentenciar el partido. Ni Alves ni Adriano se aproximaron a la línea de fondo antes del descanso. ¿Intimidados por la presencia de Ronaldo y Bale?

El segundo tiempo trajo como novedad esperpéntica a Di María de delantero centro. El Barcelona regía el juego y el Madrid padecía más con el Fideo en punta, alejado de funciones defensivas.

Cuando la fatiga aflojaba el corsé de las pizarras, apareció una tímida alternancia en los acercamientos a una y otra área. Pero el suceso con verdadero impacto en el juego fue la entrada de Illarra por Ramos en el min. 55, seguida de la de Benzema por Bale en el 60. Era el inicio de una radical transformación en el partido.

El Madrid ya disponía de una formación coherente. Los jugadores ocupaban zonas afines a sus características. Pronto Illarra vino a recibir de los centrales Pepe y Varane para filtrar pases a los interiores Modric y Khedira a los que empujó15 metros adelante. Para ellos, no era muy difícil superar a Xavi con escasa intensidad defensiva y a un agotado Iniesta, y asíllegar con balón hasta la frontal del área azulgrana. También Illarra enviaba con fluidez y criterio balones a Ronaldo y Di María que ocupaban los costados en amplitud. Benzema, muy activo y reivindicativo provocaba junto a Ronaldo situación de 2:2 contra Piqué y Mascherano en la zona de centrales. Véase la jugada del disparo a la cruceta del francés en el min. 71. Dos minutos antes Ronaldo era derribado por Mascherano en el área local en un penalti que pudo haber cambiado el sino del partido y que el árbitro no vio.

El Madrid hilvanaba en campo contrario. Primero igualó el juego y más tarde consiguió gobernarlo. La sideral diferencia del primer tiempo desapareció cuando el sentido común visitóa Ancelotti. El FC Barcelona debía defender cerca de su área, donde tiene dificultad. Sus centrocampistas (excepto Busquets) sólo saben defender con la posesión del balón, y defensas como Adriano, Alves o Mascherano lo hacen mejor con la línea adelantada y no dentro de su área (véase el penalti del argentino a Ronaldo).

En la mayor dificultad azulgrana apareció Alexis que había sustituido a Cesc en el min. 69. El chileno culminó en el 78 una contra superando a Diego López con una vaselina inolvidable. Tumbó a un Madrid que resurgía de las cenizas tácticas de su técnico.

En la prolongación llegó el definitivo gol de Jesé (2-1) producto, cómo no, de un contragolpe que evidenció los problemas del Barcelona cuando debe correr hacia atrás. Ante la ausencia de un modelo de juego asentado, de nuevo la naturaleza de los jugadores blancos se impuso anotando a la contra.

Llegó el final. Interminable se había hecho la rotonda de Ancelotti, tóxica para su equipo. Glorieta donde cada día aparecen nuevos caminos de salida sin señalización alguna. Así se producen graves accidentes como el del Camp Nou.