Riazor sonríe cuando lo hace Fernando Vázquez. Y no le falta razón. Lejos de la enmarañada campaña que enfrenta cada semana a los candidatos a presidir el club, el Deportivo sigue su camino a través de una realidad paralela donde el concepto de grupo gana enteros cada día. Sin embargo, los 33 puntos que cosechan los herculinos a estas alturas de la temporada no sólo les postulan como candidatos al ascenso, sino que también han resucitado la figura de un entrenador al que el fútbol español parecía haber dejado de lado. De la simbiosis entre técnico y afición ya habrá tiempo de hablar en otro momento, pero lo cierto es que el trabajo del entrenador gallego no ha dejado indiferente a nadie. Pocos habrían comprendido en su momento que las urgencias del equipo en Primera pasaban por conjuntar motivación, concentración y esfuerzo. Y lo hizo. Pocos habrían sabido llevar con soltura un vestuario en plena transición generacional con el caos instalado en las alturas de la entidad. Y volvió a hacerlo.

Fernando Vázquez también recibe ahora su particular recompensa a estos meses de actividad frenética. Tras 17 jornadas de Liga, el preparador de Castrofeito ya mejora la puntuación que en este tramo del curso llevaba al frente de Betis y Celta en sus dos aventuras previas en la división de plata. Evidentemente, teniendo en cuenta otro contexto histórico donde la Segunda División no se hallaba tan devaluada, pero no es menos cierto que las dificultades que vive actualmente el club coruñés dan un mayor mérito a su labor. 

En el caso del Betis, la plantilla que en la temporada 2000-2001 conformaban nombres ilustres como Denílson o Gabi Amato, y promesas incipientes de la cantera verdiblanca como Joaquín, Arzu, Fernando Varela o Capi, ocupaba la tercera posición de la tabla con 29 puntos en su haber, tras su victoria ante el Sporting de Gijón en la decimoséptima jornada de competición. Vázquez logró revitalizar a un equipo huérfano tras las marchas de Finidi, Alfonso y Oli, pero no fue suficiente para contrarrestar los arrebatos eventuales de Manuel Ruiz de Lopera y de una secretaría técnica que destituyó a Vázquez tras una mala racha de cinco partidos sin ganar que, aún así, no habían apartado al Betis de los puestos de ascenso. La derrota por 0-2 ante el Tenerife del ya por entonces prometedor Rafa Benítez fue el detonante final que supuso la partida del técnico coruñés, sustituido por Luís del Sol a falta de 13 jornadas para la conclusión del campeonato.

Sin embargo, el legado aportado por Vázquez fue mayor de lo que se puede creer en un principio. Él dio la alternativa a Joaquín con apenas 18 años, dio continuidad a David Rivas, consolidó a Capi en el primer equipo del Benito Villamarín y sacó el mejor fútbol de Gastón Casas, un ariete que al lado de Amato conformó una de las mejores duplas ofensivas de la categoría. Otro caso más de que el fútbol, a menudo, no tiene la memoria que muchos desearían. Que se lo digan sino a Pepe Mel, al que ahora se rifan varios conjuntos de media tabla de la Premier League.

Más fructífero fue su paso inicial por el Celta de Vigo, equipo al que consiguió devolver en junio de 2005 a Primera División tras un único año en el averno. Nuevamente, Vázquez mostró su buen hacer a la hora de ensamblar un conjunto que también había sufrido bajas de gran relevancia. Luccin, Mostovoi, Cáceres o Milosevic dejaron una pequeña sombra de aquella plantilla que logró alcanzar la Champions League, pero el ahora entrenador deportivista fue capaz de sacar adelante a un Celta donde Borja Oubiña ya comenzaba a dejar retazos del gran jugador que se vio años más tarde. El comienzo no fue sencillo. De hecho, tras la decimoséptima jornada, los vigueses acumulaban un total de 27 puntos que les dejaban en la sexta posición tras el derbi ante el Pontevedra. No se consolidaron en los puestos de ascenso hasta la vigésimocuarta, pero ya nadie logró moverles de ahí entonces, acompañando a Cádiz y Alavés a la máxima categoría.

'El profesor' volvió, una vez más, a optimizar al máximo el rendimiento de un grupo donde, además de Jandro, destacó en particular un mediapunta uruguayo llamado Néstor Canobbio. Sí, aquel futbolista que había motivado la famosa frase del propio Rafa Benítez de: "Esperaba un sofá y me han traído una lámpara", en un claro síntoma de sus desavenencias con García Pitarch en la política de contrataciones del Valencia. Canobbio se desquitó al año siguiente con 12 tantos y fue clave para devolver al Celta a Primera División, un reto al que Vázquez parece haberle cogido el gusto.

Ahora, con 33 puntos, mucho trabajo a sus espaldas y una amplia experiencia a la hora de gestionar grupos, el técnico que en su momento captó las miradas de Alex Ferguson ha vuelto a superarse a sí mismo. Unos números que pocos habrían imaginado a inicios de temporada, pero que pueden ser la base necesaria para evitar los sempiternos apuros finales de una categoría donde la solidez y la regularidad son los factores esenciales en la ecuación del éxito. Y Vázquez, como profesor, lo ha comprendido pronto.