La revolución de las redes llegó a Córdoba. Las aguas dejaron hace tiempo de ser mansas para llevar marejada. No era para menos, las tres derrotas consecutivas preveían movimiento y ruido en el graderío. No en vano, la semana tuitera se llenó de hashtag apoyando al entrenador blanquiverde, Pablo Villa.

Así ocurrió, aunque tímidamente, cuando en el minuto 10 del encuentro, los fondos tomaron la iniciativa y vitorearon al madrileño con el histórico “Illa, illa, illa… Villa maravilla” y, el no menos habitual, “Pablo, Pablo… Villa”, pero, sin duda, el Pablo Villa no se toca dejó fuera de dudas el pulso que parte de la afición mantiene con la directiva.

La tensión se mascaba

Tanto era así que los inalámbricos y la música pre-partido, a diferencia con otros duelos, subieron los decibelios para silenciar cualquier atisbo de gresca. Algo raro había en el ambiente. Una especie de virus que desvirtuó el momento capela del himno. Se escuchó diferente. Distorsionado. Sin ritmo. Era el preludio de un (posible) caos.

La tensión se palpaba y derivó en nerviosismo, efecto que se trasladó rápidamente a los jugadores y al Gladiador Villa. Corría el minuto 6 cuando una pelota salió de banda por sus inmediaciones y, como si vistiera de corto, salió hacia ella para no interrumpir el ritmo de partido, que, por otra parte, fue lento.

Siguió el choque sin argumentos futbolísticos. Esta vez no hubo excusa del césped, mejorado por partes y del que pronto se espera que vuelva a recuperar la vigorosidad que debe tener.

Tal ansiedad era la que rodeaba el estadio califal que, ante el somnoliento ritmo de los suyos, se despertaron al son de pitos generalizados. Solo cuando alguna ocasión o fallo arbitral lo exigía, salieron a relucir los cánticos favorables a los locales.

Siesta prolongada

Poco o nada fue u ofreció el circo romano llamado El Arcángel. El Gladiador dispuso de un juego poco vistoso y parsimonioso al que la plebe no rindió tributo. Muy pusilánime. Las acciones a favor no merecieron pañuelos y las negativas poco enérgicas estuvieron. 

Los 9.019 asistentes, instantes antes de decretar el colegiado el descanso, corearon la canción de guerra Hasta el final, mi Córdoba, pero ni con esas, los futbolistas tuvieron coraje para arrancar algo más de valentía.

Este suceso provocaría que al unísono, cuando los veintidós jugadores cogieron el túnel de vestuarios, se despidiera con bronca por el mal partido, pero sobre todo por la disputa con la directiva.

Salió el Córdoba CF y el frío se apropió de la hinchada. Tenues cánticos que presagiaban más un funeral que un partido de fútbol variaron cuando en el 66’, Abel Gómez haría el gol cordobesista. Tampoco el tanto alentó en exceso a los califales, pero, por lo menos, algo más de ruido sí generó.

Villa, el guerrero

Durante el partido, el cuarto árbitro avisó en más de una ocasión al madrileño. Éste era un matojo de nervios. Cualquier acción, desataba la furia de Villa. Estaba fuera de sí. El colegiado, poco acertado, tampoco ayudó a calmar los ánimos y en más de una ocasión tuvo que calmarse el gladiador para no perjudicar a su equipo.

En rueda de prensa post-partido, el entrenador blanquiverde dedicó el triunfo a sus jugadores. Asimismo, reconoció la dificultad que entraña esta competición y advirtió de la igualdad entre los equipos.