Pocos equipos han sabido adaptarse a las adversidades en los últimos años como el Levante. Cada inicio de temporada veían como el Caicedo o Koné de turno se había ido (cuando no tenían que despedirse de él en mitad de curso, como ocurrió con Martins). En esta ocasión el sustituto del delantero nigeriano no ha llegado, o al menos no ha demostrado estar al mismo nivel que sus predecesores. Ése es el gran lastre que arrastran los de Joaquín Caparrós hasta este momento. Pero además, el técnico sevillano ha tenido que readaptar el equipo a las bajas de hombres fundamentales en el pasado, como Ballesteros, Barkero, Munúa, Juanlu o Iborra. Y todo ello con un desembolso de tan sólo 300.000 euros.

El problema con el gol viene de lejos, como decimos, desde el último partido de Liga disputado por Obafemi Martins como granota. En aquella jornada 26, el Levante había logrado 32 goles. Hasta que acabó la Liga, 12 jornadas después, sólo consiguió sumar otros 8. Este año la situación no varía (el trabajo común de Baba Diawara y Barral apenas ha sumado 6 goles) y hasta el último partido frente al Elche, el Levante había encadenado 6 partidos en los que sólo había anotado 1 gol. Seguramente haya pocos entrenadores que sepan exprimir a sus jugadores tanto como Caparrós, por eso el trabajo que le ha sido encomendado le viene como anillo al dedo.

Ante la falta de calidad en su plantilla, el Levante se ha mostrado hasta la fecha como un equipo ultra competitivo, resultadista por necesidad. Para ello ha sido obligado confeccionar un sistema defensivo basado en no depender del balón, mucho más cómodo ante equipos horizontales, y contar con una pareja de mediocentros capaz de abarcar muchísimo espacio en el centro del campo. En este sentido el Atlético no parece el mejor rival posible, especialmente en cuanto a la verticalidad que muestran en su juego los de Simeone.

Por tanto, para que el Levante mantenga opciones de sacar algo positivo del Calderón, es más que necesario que tanto Simao como Diop se multipliquen para realizar ayudas por toda la zona defensiva. Tácticamente excepcionales, serán más que necesarios para evitar que el equipo se rompa, especialmente Simao. Pues la tendencia de Diop a sumarse al ataque puede volverse en contra cuando el Atlético recupere el balón. De hecho, en transición defensiva, el 1-4-2-3-1 habitual pasa transformarse en un 1-4-1-4-1, donde Diop y el mediapunta en cuestión se sitúan a la misma altura.

Por último, en lo que al apartado defensivo se refiere, el Levante es un equipo que vive de su buena disposición en el campo y el orden táctico que ésta conlleva, por lo que debe evitar caer en la falta de concentración que en algunos partidos adolece y que ya le ha costado varios goles en lo que va de temporada.

En ataque, las limitaciones han dado lugar a un pragmatismo inusual en un tiempo en que parece que sólo se puede acechar el área rival si mantienes un 60% de posesión. En este sentido, el Levante de Caparrós es un equipo con dos ideas muy claras. La primera de ellas, y más importante, es que todo robo de balón al rival debe convertirse en una ocasión de peligro a favor, aprovechando la velocidad por banda (la baja de Xumetra para este partido puede ser clave) y las llegadas desde atrás de Diop.

En cuanto al segundo aspecto que define el sistema ofensivo del Levante, todo ataque que haya que iniciar desde campo propio cuando el rival ya haya llevado a cabo la transición defensiva, se realizará de la siguiente manera: los dos centrales se abren aprovechando la subida de los laterales, lo que permite a uno de los mediocentros (casi siempre Simao) incrustarse entre ellos. Dado este primer paso, el siguiente es romper líneas de presión con el menor riesgo posible, por lo que si no hay ninguna opción clara de pase por bajo siempre será mejor buscar en largo algún desmarque desde la banda o bien por alto al delantero tratando de generar segundas jugadas.