Sevilla y Levante se dieron cita en el Estadio Ramón Sánchez Pizjuán para cerrar la jornada del sábado en la Liga BBVA, entre un equipo al que le gusta tener la pelota y otro que se siente muy cómodo sin ella. A priori, este encuentro solo iba a ser uno más de la jornada 21, pero el devenir de las circunstancias presentaron otra situación totalmente distinta. Tras el pinchazo del Villarreal, esta era la ocasión ideal de los sevillistas para meterse de lleno en la lucha por los puestos europeos, pero Joaquín Caparrós tenía en mente otra cosa…

Los grandotas plantearon un partido a la defensiva, esquivando los continuos ataques rivales, sin atacar de frente, siempre en balones aislados. Precisamente, en tres balones aislados llegaron sus goles: dos de córner y uno de penalti. Mientras tanto, una línea de cinco centrales cubría torpemente la portería de Keylor Navas, que hizo el partido de su vida. A todo esto, la ansiedad de los locales crecía por momentos, sobre todo porque, a pesar de jugar casi todo el tiempo en el área del Levante, no conseguían mantenerse por encima en el marcador más de cinco minutos.

La ansiedad sevillista, sumada a la tensión con la que los levantinistas viven los partidos, combinó un cóctel mortal, una bomba que estalló en el tiempo de descuento. En el mismo momento que el cuarto árbitro, Aarón Suberbiola Zúñiga, mostró el cartelón de los cuatro minutos, una reacción química mortal se produjo en la mente de los futbolistas.

Todo empezó con una internada de Kevin Gameiro en el área del Levante, entre una maraña de defensas. El marcador ya reflejaba el 2-3, y los visitantes tenían que defender ese resultado a toda costa, y el delantero francés podía suponer un obstáculo. Por eso, en un intento por repeler al punta, David Navarro le asestó un rodillazo en el pecho, el cual el árbitro no acertó a ver y, por lo tanto, señalar penalti. Esta fue la primera de una serie de feas jugadas que se sucederían durante los siguientes minutos.

En el siguiente lance, Jairo se marchaba por la banda, cuando Nikos Karabelas le pegó una patada directa al pie, sin opción de llegar al balón, y con los tacos por delante. Quizá porque lo vio demasiado claro, o quizá porque la intensa protesta de los integrantes del banquillo sevillista le quitó de un plumazo cualquier duda, Teixeira Vitienes no se lo pensó dos veces para expulsar al jugador del Levante.

En superioridad numérica y con solo dos minutos por delante para intentar levantar el marcador, Rakitic sacó la falta. En lugar de colgarla al corazón del área, el croata la entregó en banda para Jairo, pero este se encontró con David Barral. El sevillista intentó llegar al balón, pero su rival lo empujó con el hombro contra la valla publicitaria. Sobreexcitado por la jugada anterior, donde recibió una patada del griego Nikos, Jairo se fue directamente a por Barral, empujándolo de mala manera. Si bien es cierto que el jugador granota hace un esfuerzo por caerse, el gesto le costó una justa tarjeta roja.

Con el pitido final, ese fatídico tiempo de descuento fue reducido al tópico “todo quedó en el campo”, aunque no será así para todos. Nikos y Jairo todavía tendrán que ser examinados por el Comité de Competición, que dictaminarán las pertinentes sanciones.