A finales de los 90, el Calcio destapó una de las mejores duplas ofensivas que ha conocido el mundo del fútbol. Sobre el césped del Artemio Franchi, Batistuta y Rui Costa hacían de cada contraataque de la Fiorentina una lección magistral de movimientos con y sin balón. La colección de recursos del mediapunta luso encontró un complemento perfecto en la figura del ariete argentino, un auténtico caníbal del gol que se benefició de las conducciones y cambios de ritmo de aquel jugador que, en su infancia, conquistó al mítico Eusebio. Con el conjunto viola ya en serias dificultades financieras, Fatih Terim -que ya había contado con él durante su etapa en Florencia- no dudó un solo instante a la hora de abonar algo más de 40 millones de euros para llevárselo al Milan en el verano de 2001. Hoy, Rui Costa todavía encabeza la lista de fichajes más caros de la historia del club rossonero, por encima de otro clásico de la entidad como Pippo Inzaghi.

La historia de Rui Costa invita a darse una vuelta por la periferia de Lisboa. Concretamente por las freguesias de Amadora, una ciudad de aproximadamente 175.000 habitantes que se encuentra a apenas 13 kilómetros del centro de la capital. Las freguesias portuguesas son, a grandes rasgos, las divisiones administrativas equivalentes a un barrio o una parroquia común. En una de ellas, A Reboleira, se encuentra el estadio del Estrela da Amadora, conjunto local que tras un descenso por impagos en el año 2009 se vio forzado a competir en la II Divisão lusa -equivalente a la Segunda B española-. La imposibilidad de sufragar sus deudas lastró al club a la hora de afrontar una refundación y, de un tiempo a esta parte, el estadio José Gomes ha sido puesto a la venta. Incluso el presidente del Benfica, Luís Filipe Vieira, llegó a sopesar recientemente la idea de adquirir las instalaciones para potenciar el crecimiento del fútbol base de los encarnados.

Tanto Rui Costa como Diogo Salomão crecieron como futbolistas en A Reboleira

Curiosamente, las calles de A Reboleira vieron crecer al que ahora es el director deportivo del Benfica, el propio Rui Costa. Sin embargo, no fue el único futbolista que se curtió en ellas. De hecho, el Deportivo ha acogido en la última década a dos de los mejores productos surgidos de allí. Jorge Andrade dio sus primeros pasos como jugador en el Estrela, equipo en el que debutó con 19 años en la temporada 97-98. Su trayectoria posterior le llevó en el año 2000 a Porto y, dos cursos más tarde, desembarcó en A Coruña por 12 millones de euros, una negociación que, anecdóticamente, tuvo frente a frente a dos de los dirigentes más duros de roer del fútbol europeo en aquellos tiempos: Nuno Pinto da Costa y Augusto César Lendoiro. Tras la venta de Andrade a la Juventus en el mercado veraniego de 2007, el conjunto herculino no retomó la conexión con A Reboleira hasta hace tres años, con la llegada de Diogo Salomão.

El risueño extremo luso apenas tenía tres años de edad cuando Rui Costa debutó con 21 en el equipo senior del Benfica, una diferencia abismal que, sin embargo, encierra un paralelismo en los pasos iniciales de ambos en el mundo del fútbol. Tanto Costa como Salomão dieron sus primeras patadas al esférico en el campo del Damaiense, un pequeño conjunto de la freguesia de Damaia, al sur de A Reboleira. Sin embargo, Diogo creció futbolísticamente en las categorías inferiores del Estrela, de donde tuvo que salir con 12 años por las exigencias que planteaba el club a nivel físico. Tras volver al Damaiense y retornar posteriormente al Estrela en edad juvenil, Salomão inició un periplo que le movió hasta 2009 por los círculos del fútbol modesto lisboeta, pasando por el Casa Pia -donde también se formó el extremo del Porto Silvestre Varela- y llegando al Real Massamá, un club que mantiene desde su fundación un convenio de colaboración con el Sporting de Portugal, equipo que logró su contratación tras pagar 100.000 euros.

La escuela del Sporting siempre potenció la captación de futbolistas de toque

La eclosión de Salomão en el Massamá ofrece una lectura muy interesante de la ingente cantidad de talento futbolístico surgido de los suburbios de la capital lusa. La escuela portuguesa -y, en particular, la del Sporting- potenció desde siempre un estilo de juego alegre y vistoso para el espectador, lo que fomentó la captación y entrenamiento de futbolistas de toque que, en muchos casos, no llegaron a despuntar a la hora de la verdad por su anarquía táctica. El deportivista Rudy -cedido ahora en el Os Belenenses-, sufrió una trayectoria similar que le llevó a militar en el Oeiras y el Linda-a-Velha antes de dar el salto como profesional. Otros como Nani -formado precisamente en el Massamá-, llegaron a las categorías inferiores del Sporting y alcanzaron el primer equipo tras superar una infancia llena de obstáculos que marcó su carácter y estilo de juego.

Los casos de Nani, Rudy o el propio Salomão profundizan en las raíces multiétnicas de las ciudades apartamento que bordean las grandes urbes portuguesas. Las primeras y segundas generaciones de los emigrantes angoleños, caboverdianos o guineanos que comenzaron a llegar tras la independencia de las antiguas colonias lusas se establecieron en muchos casos en pequeños núcleos urbanos como Amadora u Odivelas -en las proximidades de Lisboa-, Matosinhos -al oeste de Porto- o en las barriadas periféricas. Los índices de desempleo allí existentes evocan, en algunos aspectos, las dificultades presentes en las 'banlieue' que rodean el centro de París. 

Paulo Sérgio le dio la oportunidad de unirse al Sporting de Portugal en el verano de 2010

Salomão, cuyo padre es originario de Guinea-Bissau y que ha sido comparado en numerosas ocasiones con Nani por su físico liviano y las similitudes de ambos en recursos técnicos, también se hizo mayor a base de devolver una sonrisa a las dificultades que se le presentaron por el camino. Paulo Sérgio, el técnico que le dio la oportunidad de unirse al Sporting en la pretemporada de la temporada 2010-2011, siempre confió en las posibilidades y el futuro de un jugador que, aunque no logró hacerse un hueco en el conjunto de los leões, sí se ganó el corazón del deportivismo tras su penúltima estancia en A Coruña. Pese a coincidir inicialmente con uno de los mejores momentos de Andrés Guardado como blanquiazul, Riazor encontró en él un soplo de aire fresco en forma de atrevimiento y compromiso con el grupo, un esfuerzo que se vio trastocado a menudo por sus molestias físicas. Ahora, tras un paréntesis de siete meses, el pequeño mago de A Reboleira ha vuelto a A Coruña para poner la quinta marcha a un Deportivo que precisaba de su profundidad e imprevisibilidad, las mismas que mostraba de pequeño en las calles que le vieron alcanzar la élite.