El equipo hace al técnico o el técnico hace al equipo. Siempre asomará la duda en el momento en que se plantee hasta qué punto la dirección de un equipo define un resultado o una temporada o qué grado de determinación tiene en el juego la colocación de las piezas sobre el tapete.

Desde el ventajismo, visión poco objetiva pero característica en el mundo del fútbol, el papel de un técnico es el primero en exponerse a tela de juicio cuando los resultados no acompañan o cuando las espectativas no se corresponden con los frutos cosechados. Desde esta misma visión pero a la inversa, desde el éxito, un hombre de traje se mantea por sus pupilos en la celebración común, ocupando después atril en sala de prensa y portada en medios de comunicación.

El entrenador es, por tanto, la cabeza del éxito o del fracaso. Es el que, frente al hundimiento de la nave, no abandona el último sino el primero en un acto que nada tiene que ver con la cobardía, sino con el sacrificio. Es el que sienta cátedra e imprime modernidad a un juego que se reinventa, cada vez que un erudito desde el banquillo da con la clave para dar una vuelta más a una tuerca, la futbolística, que parece no pasarse nunca de rosca.

Fernando Vázquez vuelve a sorprender

Concebido no solamente como un simple técnico, sino como el buque insignia de una nueva era para el deportivismo, Fernando Vázquez no se resigna y vuelve a sorprender a propios y extraños desde un giro en el esquema táctico del equipo desde una de sus especialidades, el estudio de las posibilidades de su plantel.

El cambio en el engranaje de la maquinaria deportivista tiene un origen concreto y francamente visible. Corría la jornada 32 y el equipo se veía inmerso en una dinámica no del todo negativa en cuanto a resultados pero sí desconcertante en lo referente a identidad e idea de juego sobre el césped. El empate sin goles frente al Barcelona B en Riazor en la jornada 30 enciende una alarma que se acaba disparando dos fechas después, en un empate que sabe a derrota frente al Tenerife de nuevo en casa.

En ambos encuentros la misma sensación, una mezcla de decepción en la grada e impotencia en el juego, que mira al banquillo y a una decisión: el repliegue en defensa frente a soluciones en la creación.

Al final del encuentro, un "mea culpa" en rueda de prensa que supone un punto de partida hacia una nueva concepción del juego al puro estilo Vázquez, desde el estudio y la reflexión.

El mediocampo, una de las claves

Desde una idea inicial de imprimir carácter al equipo desde atrás empleando tres centrales al inicio o dependiendo del devenir del encuentro, las críticas recibidas, la falta de resultados o las lesiones hacen que las miras del de Castrofeito se centren en otra línea que semejaba no separarse de la tendencia tradicional de emplear a una pareja que combine destrucción y creación.

Wilk o Bergantiños y un Juan Domínguez indiscutible compartían presencia en un mediocampo que no acababa de suponer lo que se le encomienda, el inicio de la recuperación y de las transiciones ofensivas.

La sanción del polaco y la lesión del canterano exponen al técnico gallego a un dilema ante un encuentro frente al Recreativo crucial en la clasificación y en el ánimo de cara al final de la competición.

La solución, inesperada. Bryan Rabello y Juan Carlos serían los encargados de acompañar a Juan Domínguez en un doble pivote marcado por la movilidad de los dos primeros y por el buen trato del esférico y en el que el de Pontedeume sale claramente reforzado, en un empujón que pronuncia todavía más sus virtudes. A su conocida capacidad de conducción se le une una clara evolución en el trabajo en defensa y en la disposición táctica.

Un poco más arriba, un caso similar al de Juan Domínguez y una muestra más de que la paciencia acaba dando resultado. Juan Carlos Real se consolida en el once y se postula como una clara alternativa en la segunda línea dando muestras de capacidad de asistencia y llegada.

En el caso de ambos canteranos, una progresión impulsada desde el cuerpo técnico en un anhelo de saber, quizá, si pueden llegar a convertirse en productos de la conocida Factoría Vázquez. En el caso del engranaje del equipo, una esperanza para el espectáculo y para la idea de ganar convenciendo como en los dos últimos encuentros. En el caso del particular rol del técnico en el fútbol, la duda de si el míster hace al equipo o de si es el equipo el que hace grande al míster.

Por ahora, Fernando Vázquez continúa afín a la sorpresa.