Lo había hecho suyo. Ese escudo que comenzó defendiendo desde hace casi una década, en la capital de Castilla. Despacio y con buena letra, como se escriben las mejores historias. De canterano a capitán, Javier Baraja ha defendido desde 2005  el escudo de su ciudad, tanto dentro como fuera de los terrenos de juego.

Las historias siempre tienen un final. Triste y amargo. El capitán no quería abandonar el barco, hundido en la Segunda División. Pero finalmente, el Club ha decidido no ofrecer la renovación y separar dos caminos que parecían no tener fin. La tripulación no supo llegar a buen puerto, a pesar de los intentos, el camino ya se veía venir. No llegaba y no llegó. En su casa, ante una afición de Primera, el Real Valladolid se despidió de la máxima categoría del fútbol español. A partir de esa dolorosa despedida, comenzaron otras.

Las que se jugaban en los despachos. Algunas necesarias y conocidas, como la marcha del técnico Juan Ignacio Martínez. Tras él, la sorpresa de que el sueco, Daniel Larsson escapaba de la quema en el infierno. Y la tercera, la del capitán. Una despedida que ha dolido en la ciudad que le vio nacer. Y que tras un largo camino lejos de la capital del Pisuerga, en la temporada 2005/2006 logró hacerse con un hueco en el Real Valladolid. 

El más veterano del Real Valladolid, en cuanto a temporadas se refiere, tanto en Primera como en Segunda. El jugador que salió de la cantera de los Anexos del José Zorrilla. Símbolo de ese club por el que lo ha dado todo. Y ahora, ese hueco queda vacío. El escudo busca otro pecho que lo lleve con orgullo y con honor, como hizo  Javier Baraja. Suerte en tu camino, capitán.