Yo no sé si usted se hubiera pasado esta última noche sin dormir. No digo que no lo hiciera, eh, todo lo contrario, pero lo que sí sé a ciencia cierta es que muchos no hemos podido pegar ojo. Como para hacerlo. Esto es como las diapositivas que dicen que uno ve en los instantes antes de morir, pero en versión extendida, que las horas dan para mucho. Y no sé como hará Dios, el cerebro en su último aliento o quienquiera que se encargue de montar la dichosa película, pero a los que nos hemos visto obligados a improvisarla a poco menos de doce horas para que empiece el partido de nuestras vidas se nos ha agolpado el chollo. Y menudo Cristo se ha montado.

Empiezas a mirar la cantidad de horas de metraje que tienes y ves necesario poner algo de orden para organizarte un poco. Y dices: "Bah, comienzo por los personajes". Y te tiras a la piscina, que por algo eres el director. Y piensas: "A ver, a ver..." y ahí lo ves claro. Está el protagonista, lo que vienes siendo tu mismo. El padre, del Atleti. El hermano, del Atleti. Los compañeros de clase, muchos merengues, otros pocos del Barça y aquel tío majo que al acabar Primaria solo verás de año en año, más o menos a mediados del mes de noviembre, pero que siempre, y cuando digo siempre es siempre, iniciarás la conversación con un "por fin, macho, este año ya verás como sí". 

Las escenas surgen entonces en tu mente a modo de flashes cargados con tu propia memoria emotiva, y dudas entonces si todo lo que estás viviendo es real. Porque allí está Heysel, Rodax, tus discusiones perdidas, el penalti de Esnáider, tus lunes después del partido, Jesús Gil, Venturín, Luis Manuel Rubí Blanc, el penalti de Hasselbaink, Toni Jiménez, el tiro al larguero del Leganés al Tenerife que los transistores del estadio del Getafe interpretaron como gol, tus lágrimas, la falta de Cuéllar, Musampa, la bicefalia dominante, que Higuaín, Cassano o Huntelaar te marquen a ti cuando no le metían un gol a nadie, el 'Pollo' Olivera, la publicidad de Spiderman, previas de la Uefa, Fabiano Eller, Daudén Ibáñez anulando sin sentido el remate de Perea, defender que Seitaridis es el mejor lateral de Europa, Hacienda, la marcha del Niño, otro entrenador en enero, ¡Seitaridis, por Dios!

Y todo te da igual porque está tu primer uniforme, Futre, la Copa del 92, la remontada al Barça de Romario, el lunar de Milinko, el arquero de Kiko, el gol de Vieri, tu primera vez en el Calderón, el oso y el madroño, el remate de Torres al Betis, las victorias al Barça, el niño pequeño que ves en Monforte con una camiseta del Atleti y te alegra la mañana, los nervios cinco minutos antes de los partidos, Hamburgo, una Supercopa, Bucarest, otra, las discusiones ganadas, Neptuno, Miranda de mi vida y el cielo a la altura de un cabezazo de Godín.

Sales a la ventana y ya es de día. Y sonríes. Porque te sientes orgulloso de tu película en blanco y rojo. Porque sabes que el argumento escrito es de todo menos original, y sin embargo, cada escena vivida la hace única, irrepetible. Y te arrimas a Hobbes para hablarle a la cara a un mito, decirle que te dan igual los homenajes y le sueltas sin ningún tipo de complejo: "Oiga, no sé si usted se hubiera pasado toda la noche sin dormir, pero lo que sí sé a ciencia cierta es que muchos no hemos podido pegar ojo. Y también nos merecemos lo que es nuestro".