Pertenecer al grupo de élite tiene sus ventajas. Lo hagas bien o mal sobre el terreno de juego, superes o no las pruebas físicas, tengas una lesión o tengas que pasar por el quirófano, siempre vas a tener a alguien a tu lado que te echa una mano, o que te tienda una colchoneta que aguante el golpe o la caída en ese momento. Compañeros que te llaman, te apoyan, te animan, incluso recibes todo el cariño de tus directivos, sigues cobrando a final de mes aunque te lesiones, o no superes las pruebas; en primera convocatoria la segunda te quedas sin fijo.

Cuando se acaba la función las luces se apagan

Ahora, dejar de ser árbitro de fútbol -Primera, Segunda División o Segunda B- es muy duro; un día estás pitando en el Santiago Bernabéu, Camp Nou o el Calderón, comiendo en un buen restaurante rodeado de compañeros y amigos, y al día siguiente estás solo. Por desgracia, no se prepara a los colegiados para su jubilación o su retirada del arbitraje en activo. Cuando estás en activo y la cosa va mal, nadie te hace ver que puedes descender o que la situación se pone fea; puedes intuirlo, te designan partidos sin relevancia en la territorial, te van quitando responsabilidades y se las van dando a otro compañero que curiosamente será el que te sustituya al finalizar la temporada.

Cuando se acaba la función las luces se apagan; es como ir a toda velocidad por la autopista y ver cómo el coche se para en seco. Por mucho que aceleras ya no avanza, no suena, pierde energía, pierde vida, se detiene. La colchoneta que aguantaba el golpe cuando estás en activo, es únicamente para los que están en la rueda del juego, una vez te salgas del círculo te quedas sin ella.

La realidad del árbitro de fútbol es bien distinta a la del jugador y no puedes vivir del pasado; solo unos cuantos privilegiados tienen esa oportunidad, según dejas la élite la oscuridad se apodera de ti.

Solo te diré que hay vida fuera del colectivo. Enfócate en otras áreas, empieza un nuevo deporte, termina aquellos estudios que dejaste a medias, preocúpate en recuperar a tu familia y tú vida, e intenta olvidar tu etapa como árbitro. Esta es la única forma de volver a disfrutar del arbitraje sin remordimientos, desempeñando funciones como delegado, profesor de las reglas de juego, mentor, directivo, etc. O desde fuera del comité: delegado de campo de un club, entrenador, comentarista, o cualquier tipo de función. Sin malos rollos con nadie y si necesitas un amigo, aquí me tienes.