Carlitos no ha faltado a su cita con el fútbol en directo ni uno solo de los días en que su equipo juega en casa desde que con 5 años, su abuelo le mostró por primera vez la luz del sol que asoma detrás del graderío del fondo que queda enfrente del suyo. Un par de décadas más tarde han llegado las primeras dudas en su amor sin concesiones. Renovará su abono por lealtad familiar, pero el sol ya no brilla igual detrás del fondo sur. Su club no le representa igual que siempre, tras un lustro de desengaños y operaciones financieras más que criticables, la ilusión de Carlos -Carlitos se hizo mayor- se resquebraja como una copa de vidrio al caer contra el suelo, ese suelo que unos empresarios sin escrúpulos sólo piensan en urbanizar, extraer beneficios y mercantilizar.

La mercantilización es el proceso de transformación a través del cual los productos o servicios dejan de ser apreciados por su utilidad y pasan a ser concebidos como mercancías comercializadas con fines de lucro.

El fútbol en España empezó a mercantilizarse en los años 20 del siglo pasado, con su profesionalización, pero no sería hasta los años 90 del mismo siglo con la conversión de los clubes a Sociedades Anónimas Deportivas cuando este proceso adquiriría dimensiones nunca antes imaginables. El fútbol pasó a estar en manos de la inversión privada. Sin regulaciones, sin límites en el gasto.

Sociedades Anónimas Deportivas

La Ley del Deporte, de 1990, pretendía mejorar la transparencia económica y jurídica de las empresas que operaban en el mundo del deporte profesional en España y abrir la puerta a la salida a bolsa de dichas sociedades -aunque en la actualidad no se ha producido la salida a bolsa de ninguna Sociedad Anónima Deportiva, debido a que los clubes que más ingresos generan, Real Madrid y Barcelona, siguen siendo Asociaciones Deportivas No Mercantiles-. El Athletic Club de Bilbao y Osasuna, al estar saneados, tampoco fueron convertidos a Sociedades Anónimas Deportivas.

Real Madrid, FC Barcelona, Athletic Club de Bilbao y Osasuna fueron la excepción a la conversión de los clubes a Sociedades Anónimas Deportivas

Las consecuencias de esta ley han ido más lejos de las buenas intenciones con las que fue impulsada, que no eran otras que salvar a los clubes de la ruina económica. Sin embargo, la realidad ha sido otra y ha servido, como se puede observar en clubes de toda la geografía española, para fomentar pelotazos -operaciones inmobiliarias y financieras de dudosa moralidad- y para acabar de hundir económicamente a las sociedades deportivas. Los clubes que en los años 80 del siglo XX eran Asociaciones Deportivas arruinadas, son hoy en día Sociedades Anónimas Deportivas más arruinadas. En 1992, la deuda de los equipos profesionales era de 172 millones de euros. Actualmente la deuda asciende a una cifra que ronda los 4.000 millones de euros.

Presentación de Mathieu, último fichaje de uno de los clubes que no fueron obligados a convertirse en S.A.D. | Foto: Noelia Déniz, VAVEL

La Ley Bosman

En la misma época que los clubes se convirtieron en Sociedades Anónimas Deportivas, entró en vigor la Ley Bosman, una sentencia del Tribunal de Justicia de las Comunidades Europeas, que permite a los jugadores de fútbol de la Unión Europea cambiar de club al finalizar su contrato sin tener que pagar ninguna compensación económica por este hecho. La sentencia consideraba también ilegal que las ligas nacionales impusieran ningún tipo de restricción a sus clubes en lo que se refiere al fichaje de jugadores de la Unión Europea, evitando así la discriminación de estos respecto a los jugadores nacionales. Por lo tanto, a partir de esta sentencia los clubes europeos pasaron a estar formados por jugadores de muchas nacionalidades diferentes.

Inspirada por el caso del modesto futbolista belga que demandó a su club libertad de acción al finalizar su contrato, la Ley Bosman también favoreció el proceso de mercantilización del fútbol. Creó el caldo de cultivo necesario para que los clubes dejaran de mirar a sus canteras y empezaran a gastar dinero en traer de fuera a la mayoría de sus futbolistas. Fichajes y más fichajes que fueron haciendo crecer la burbuja del fútbol. Así, si en 1998 el fichaje más caro de la historia había costado 32 millones de euros, con gran diferencia del segundo; hoy en día esta cifra ha sido triplicada hasta los cerca de 100 millones de euros que pagó el Real Madrid por Cristiano Ronaldo o Gareth Bale.

Cristiano Ronaldo, uno de los fichajes más caros de la historia | Foto: Apo Caballero, VAVEL

Un espectáculo para la clase media

Era el 15 de abril de 1989 en el estadio de Hillsborough (Sheffield) y se estaba disputando un partido de semifinales de FA Cup entre Liverpool y Nottingham Forest. 96 personas murieron tras una avalancha de aficionados. Los 96 seguidores del Liverpool fueron aplastados contra las vallas del estadio. El exceso de aforo y el mal estado del estadio convirtieron el accidente en tragedia. La tragedia que marcó el fin del fútbol como deporte popular y sirvió de pretexto a Margaret Thatcher para convertirlo en un espectáculo dirigido a la clase media-alta.

La Dama de Hierro apoyada en una investigación policial que culpó a los aficionados del accidente, y en aras de la seguridad de los espectadores, llevó a cabo una serie de normativas que lograron alejar a las clases populares de los campos de fútbol, para ser sustituidas por espectadores de clase media o media-alta. El gobierno británico eliminó las localidades de pie, prohibió las bebidas alcohólicas en los estadios, incorporó cámaras de vigilancia entre otras medidas recogidas en el informe Taylor. Nick Hornby, en su novela Fiebre en las gradas, describe acertadamente las dudas que este proceso crearon en el aficionado de a pie:

"Se piensa que las familias de clase media, el nuevo público que se quiere traer, no sólo se portarán como es debido, sino que además pagarán más por hacerlo. [...] Un apunte más sobre el tipo de público que el fútbol ha decidido que quiere tener: los clubes tienen que asegurarse de ser muy buenos, de que no habrá años de vacas flacas, porque ese nuevo público no tolerará un fracaso. Ese público no lo conforman personas capaces de ir a ver jugar al equipo contra el Wimbledon en pleno invierno, cuando el equipo esté en decimotercer lugar y haya sido eliminado de las competiciones de copa. ¿Por qué iban a ir al campo en esas condiciones, si tiene muchísimas más cosas que hacer? Nosotros, los ingenuos, los incondicionales, aguantamos todo eso y mucho más. Al menos estaremos presentes 20.000 de los nuestros, por mal que vaya el equipo (y a veces ha ido mal, muy mal, fatal). En cambio, este nuevo público... bueno, no estaría tan seguro".

23 años más tarde, en septiembre de 2012, el primer ministro, James Cameron, pidió disculpas a las familias afectadas y reconoció el fracaso de las autoridades, así como el intento de culpar a los aficionados y las dudas sobre el informe forense. Pero los efectos de las políticas que Margaret Thatcher llevó a cabo en el sentido de apartar a las clases populares de los estadios parecen no tener marcha atrás en la actualidad.

La tragedia de Hillsborough | Foto: PA

Clubes populares, la alternativa

Muchos clubes cercanos a la quiebra esperan la llegada de un inversor extranjero que les salve de la bancarrota, pero la experiencia de los que han recibido esta ayuda externa no ha sido tan positiva como cabía esperar –Piterman y el Racing, el Getafe estafado, el Málaga y los impagos…-.

A diferencia de estas actitudes pasivas, existe en los últimas tiempos una respuesta colectiva que pasa a la acción y que pretende la reapropiación de los clubes por parte de los aficionados. Esta historia se empezó a escribir en verano de 2002, cuando un grupo de aficionados del Wimbledon FC decidieron no quedarse mirando como los propietarios del histórico club lo trasladaban a la ciudad de Milton Keynes, 70 millas al norte de su ciudad de origen, Londres. Los aficionados del Wimbledon se liaron la manta a la cabeza y fundaron el AFC Wimbledon, tomando la forma de Club de Accionariado Popular.

Clubes en los que los socios toman las decisiones de forma asamblearia

Los Clubes de Accionariado Popular son sociedades en las que los aficionados son los dueños y la democracia directa asamblearia y horizontal es la forma en la que se toman las decisiones, clubes comprometidos con el desarrollo de su comunidad local, accesibles para todos sin discriminaciones, sociedades sin ánimo de lucro y que evitan la comercialización directa de la imagen del club y los jugadores.

Otros clubes que han adoptado esta fórmula han sido el FC United of Manchester, fundado en 2005 cuando un grupo de aficionados del Manchester United no aceptaron la compra de su club por parte del magnate americano Malcom Glazer, el CAP Ciudad de Murcia, el Unionistas de Salamanca FC o el Tarraco FC.

Además, en España, hay clubes que sin adoptar la forma de Club de Accionariado Popular también son dirigidos por sus aficionados. Se trata de los Clubes de Socios Populares, como el CD Palencia o el UC Ceares.

Ceares es un barrio de la ciudad de Gijón, cuyo club de fútbol estaba cerca de la desaparición por motivos económicos cuando en 2011 y tras presentar una candidatura a las elecciones del equipo que juega en La Cruz, un grupo de amigos -desde exfutbolistas hasta socios históricos, pasando por vecinos del barrio- tomaron el poder del club por unanimidad. La nueva junta apostó por el crecimiento social, el protagonismo del aficionado, el fair play financiero y la vuelta a las raíces del fútbol como deporte popular. El día a día del club lo dirige la junta directiva, un grupo de socios elegidos por la Asamblea General y que se encargan de tomar decisiones de carácter operativo y de coordinar todo el trabajo en torno al club, además de ser la cara visible. La Asamblea General se reúne al menos una vez cada dos meses y es el órgano superior de decisión en la entidad. Se rige bajo la máxima "un socio, un voto" y es la garante del cumplimiento de los principios por los que se guía el UC Ceares.

Estas formas de organización, ya sean los Clubes de Accionariado Popular o los Clubes de Socios Populares, suponen una alternativa en firme al fútbol moderno y al avance de la mercantilización del deporte. César Luis Menotti dijo una vez que "el fútbol se lo robaron a la gente". La gente, poco a poco, está tratando de recuperarlo y ejemplos como el del Wimbledon o el Ceares son cada día más comunes en el mundo del fútbol.

Carlos observa con optimismo y desde la lejanía esta esperanza que está empezando a brotar desde los barrios y pueblos, desde el fondo de corazones como el suyo que no aguantan más ver caer los valores que aprendieron de sus abuelos. Carlos hace contactos, teje redes con otros aficionados de su club y aguarda el momento en el que las condiciones sean favorables para poder impulsar una iniciativa de este tipo. Carlos y los suyos quieren recuperar el fútbol y devolvérselo a la gente.