¿Qué tienen en común un angoleño de casi 190 centímetros y con pasado con el Manchester United con un canterano del Real Madrid que no alcanza los 70 kilos en la báscula? La respuesta es todo y nada, ese binomio que el fútbol posibilita, como mago que juega con las leyes de la física para permitir que un conejo quepa en un sombrero de copa. Este caprichoso deporte ha jugado con sus trayectorias para que, tras un periplo cargado de luces y sombras en el Real Valladolid, la fortuna los haya destinado a Vallecas.

Llegada juntos, pero no revueltos

Corría el año 2008, la crisis daba sus primeros coletazos y España gozaba de la resaca de la primera Eurocopa desde 1964, cuando los despachos del José Zorrilla apostaron a dos caballos, el número 9 y el número 10. El primero de ellos llevaba a su espalda el nombre de Manucho, un león que prometió con sorna unos 30 o 40 goles en su primera campaña, una sorna que el aficionado pucelano no alcanzó a comprender y exigió al ex del United una cifra inasumible. De todos modos, aunque la cantidad hubiera sido mucho menor, los pobres registros que Mateus Alberto firmó tampoco hubieran sido aceptados de antemano.

Manucho prometió con sorna unos 30 o 40 goles

En cuanto al 10, Alberto Bueno Calvo ponía sus pies en Zorrilla avalado por ser una de las más fulgurantes promesas de Chamartín, Parecía un atacante fino, con chispa, con esa elegancia que se bebe en Valdebebas desde que ven a Zinedine bailar con la pelota, así que, como Manucho, firmó cinco años vinculado al Valladolid, un lustro en el que ninguno de los dos logró mostrar grandes méritos futbolísticos.

(Foto: Real Valaldolid).

Decepción temprana

La cifra desembolsada en la contratación de estos dos hombres, aproximadamente tres millones de euros en ambos casos, era muy elevada para los hábitos pucelanos, más acostumbrados a aprovechar cesiones o rescisiones de contrato que de fichar con la cartera por delante. Como si de la NBA se tratase, los vallisoletanos esperaban dos jugadores franquicia y se encontraron con dos atacantes de medio pelo, con una alarmante falta de técnica en el caso del corpulento ariete y una preocupante ausencia de intensidad en lo que se refiere al ágil punta madrileño.

Los vallisoletanos se encontraron dos atacantes de medio pelo

El descenso castigó al club castellano como aquel movimiento sísmico que se cierne sobre esos edificios que tanto invirtieron en su fachada y tan descuidados dejaron sus cimientos. Alberto Bueno y Manucho recibían unos honorarios acordes a la inversión por sus servicios, pero muy lejanos a la lógica de la Segunda División, por lo que ambos salieron cedidos. El exmerengue encontró acomodo en el Derby County británico, donde no adquirió esa intensidad y garra tan propia del futbolista anglosajón. Por su parte, el angoleño con más peinados distintos que goles con la blanquivioleta recalaba en Turquía, donde tampoco hizo valer esas cualidades que provocaron que Sir Alex Ferguson pusiera sus ojos en él para que compartiera vestuario con Cristiano Ronaldo.

Señalados y de vuelta al redil

El Pucela no había logrado su objetivo y estos dos jugadores retornaban de nuevo a la que era su casa futbolística, con el contrato a modo de hipoteca. Allí aguardaba Djukic, un serbio que no se anda con rodeos a la hora de decir las cosas, así que lo primero que hizo fue apartarlos del grupo, aparentemente por razones deportivas, aunque lo elevado de sus salarios podría invitar a pensar que el club también buscaba una salida inmediata a esta pareja.

"En el fútbol no hay que ser imbécil"

El mercado de fichajes llegó a su fin sin que el Real Valladolid pudiese encontrar acomodo a Manucho y Bueno, así que no quedó otra que reincorporarlos a la disciplina y buscar extraer el máximo jugo con Miroslav como exprimidor. El técnico siempre tuvo claro que no sería inteligente prescindir de ellos toda vez que la campaña daba sus primeros pasos, por mucho que no los quisiese en sus filas: "En el fútbol las cosas no son sumar dos y dos y que den cuatro. Si no puedes o no consigues fichar no hay que ser imbécil, solo me queda utilizar lo que tengo". De esta manera estos dos condenados a muerte recibieron el perdón cuando estaban más cerca de la picota que de la dulce libertad.

(Foto: Real Valladolid).

Su aportación en el exitoso ascenso fue, como su periplo en Zorrilla, menor de lo esperado. El africano anotó cuatro goles en los escasos minutos que el serbio le hizo merecedor, mientras que Alberto Bueno contó con más oportunidades, aunque desplazado de su amada media punta, parcela reservada a la clarividencia de Óscar, en dirección a la banda izquierda, donde sus características sufren ante la necesidad de un mayor despliegue físico que en posiciones más centradas. Javi Guerra y Óscar González eran mucho rival para los protagonistas de esta historia.

Adiós, Alberto

La temporada en la que Djukic y su Valladolid lograron atar holgadamente la permanencia fue dispar para Mateus y para Bueno, pues el angoleño firmó ocho goles tras arrebatar la titularidad a un desdibujado Guerra mientras su compañero de fatigas seguía viviendo de resquicios en la media punta o de intervenciones en el carril izquierdo. Y, finalmente, llegó su hora. El Rayo Vallecano, rival ante el que los caprichos del fútbol depararon que estos dos atacantes firmaran sus mejores actuaciones de la temporada en el 6-1 de Zorrilla y el 1-2 en tierras madrileñas, llamaba a la puerta de Bueno.

Los dos clubes pudieron y supieron ponerse de acuerdo para cambiar las rayas violetas de este cromo por la roja vallecana, dejando solo y desamparado a su africano amigo en la Meseta. El ex del United afrontaba, sin saberlo, la campaña en la que sus huesos recalarían de nuevo en Segunda, una vez más sin firmar números que ayudasen a impedirlo.

Otra vez juntos

El vínculo contractual que ligaba al africano con el Valladolid llegaba a su fin, por suerte ambas partes, ya que el delantero no aceptó la oferta de renovación que le llegó desde Zorrilla, muy a la baja al tratarse de un hombre que no había triunfado, con 31 años a sus espaldas y con un sueldo desorbitado en el pasado. "Toc, toc". De nuevo Paco Jémez acudía con la caña al Pisuerga, esta vez para preguntarle a Mateus Alberto si se subía al barco vallecano, en el que aguarda un viejo conocido como Bueno.

"Toc, toc". De nuevo Paco Jémez acudía con la caña al Pisuerga.

La respuesta afirmativa no se hizo esperar y el curso 2014/2015 será el juez que dictamine si estos dos futbolistas nacieron para estar juntos o si ha sido el capricho del destino quien, con su baraja marcada, ha querido que vuelvan a compartir vestuario.

La duda de Zorrilla

Este cuento todavía no ha terminado, pues como en las mejores novelas de misterio, se abre un interrogante. ¿Aprovechó adecuadamente el Pucela a los dos protagonistas de este relato? La omnipresencia goleadora de Javi Guerra en la parcela del 9 y la visión de juego de Óscar desde el rincón del 10 fueron demasiado para Manucho y Bueno, aunque en su currículum queda una actuación que puede sembrar la duda en el aficionado albivioleta.

Era la jornada 25 de la 2012/2013 y el Pucela rendía visita -oh casualidad- al Rayo Vallecano. En esa ocasión la punta de ataque fue para...adivinad. Fue uno de los mejores partidos que se les recuerda a los dos, jugando en conjunto, con el ex del Real Madrid aprovechando los espacios que La palanca negra creaba mientras movía a los centrales con su gran envergadura, combinando ambos sus opuestas pero compatibles características. Este capítulo aislado siembra la incógnita de si Alberto Bueno Calvo y Mateus Alberto Contreiras Gonçalves merecieron más oportunidades en Valladolid. Solo el destino conoce esa respuesta.

Apéndice

Manucho anotó en cuatro años como pucelano 19 goles en la Liga, cuatro de ellos en Segunda, todo ello en 95 partidos en el Real Valladolid.

Alberto Bueno marcó 14 goles durante sus tres años en Zorrilla, más otros cinco en su cesión al Derby County. Entre Primera y Segunda vistió la blanquivioleta en 88 ocasiones, amén de otras 29 en su cesión británica.

¿Fin?