Aún recuerdo, y por qué no decirlo, con mucha nostalgia cuando era un niño y acompañado de mi padre íbamos a ver los partidos de fútbol los domingos por la tarde. Desde una edad muy temprana me llamó mucho ver  sobre el verde a aquellos trencillas que vestían de color oscuro para diferenciarlo de los jugadores. Eran hombres con una gran personalidad, que con un solo gesto controlaban todas las embestidas de aquellos que jugaban con un color diferente.

Cuando tenía suerte y podía acudir al estadio para disfrutar del fútbol , y cuando no se podía estaba la posibilidad de verlo por la televisión, siempre me fijaba en el árbitro. Pude observar que cada colegiado era especial y totalmente diferente uno del otro. Cada colegiado dirigía el encuentro como creía conveniente en cada momento y con un estilo muy personal, que nada tenía que ver con el compañero de la semana pasada, donde uno aplicaba la ventaja, otro pitaba falta, unos amonestaban, otros hacían un gesto con la mano, hablaban con el jugador y no amonestaban, etc.

Solo se parecían en el color de la ropa, incluso en la estética eran muy diferentes. Había de todo: altos, pequeños, gordos, flacos, rubios y morenos. Hoy son todos del mismo perfil, incluso cuesta reconocerlos en la distancia cuando están pitando. No había ninguna línea de trabajo marcada, ni en las formas, ni en la técnica, ni en la condición física; totalmente autodidactas. A mí me parecían diferentes pero todos buenos. Unos me agradaban más que otros, pero eso es cuestión de gustos. La mayoría eran válidos.

Lo que nadie me puede negar es que los árbitros en blanco y negro tan solo con su presencia conseguían ganarse el respeto de todos, tanto dentro como fuera del terreno de juego. Algo que hoy en día echamos mucho de menos, sobre todo en el fútbol más humilde. Eran deportistas con mucha personalidad, un valor muy importante si se quiere mediar en conflictos y controlar las envestidas de los jugadores. El arbitraje en esa época no era apto para débiles. 

A los árbitros de antes no les temblaba el pulso a la hora de amonestar o expulsar

No les temblaba el pulso a la hora de ponerse delante de un jugador y con un gesto firme los expulsaban de la cancha. Estaban hechos de otra pasta. No eran profesionales, cobraban una compensación ridícula, pero en sus trabajos (banqueros, médicos, empresarios, maestros...) eran personas respetadas y muy queridas por todos los miembros de la sociedad. 

Aunque pueda parecer extraño, hoy en día se les recuerda con mucho cariño en su ciudad, pueblo o barrio. Son muy queridos por los aficionados y solicitados para cualquier acto benéfico. Curiosamente, muchos aficionados recuerdan más a los colegiados de la época del blanco y negro, que a muchos colegiados que están en activo, teniendo hoy en día mucho más seguimiento mediático que hace años.​ ​


Pero no sólo en España existían diferentes estilos arbitrales. En todos los países  que se jugase al balompié, éste tenía su propio estilo futbolístico y su forma de dirigir los encuentros e interpretar las reglas de juego. En el fútbol inglés se permitía más el contacto; en la cultura anglosajona no tenía cabida para los tramposos, por ese motivo los árbitros ingleses tienen un estilo único a la hora de dirigir los encuentros, una manera muy definida. En el Reino Unido hay mucha tradición al rugby y están acostumbrados al contacto sin mala intención. Por  eso se permite más el contacto y el roce entre jugadores señalando la infracción cuando el jugador no podía seguir más.
  
Muy diferente al trabajo que tenían que hacer  los árbitros italianos, franceses o alemanes, que tenían que adaptar el estilo del arbitraje a la forma de jugar de los equipos y personalidad de los jugadores, a la vez que no podías confiar en ellos, cosa impensable en el fútbol inglés. Al mismo tiempo, los colegiados españoles tenían un estilo adaptado a nuestra competición, al igual que los galos a la suya. 

Según el fútbol ha ido creciendo, esas diferencias se han reducido, gracias –o por culpa– de la globalización. Aquí, el italiano Pierluigi Collina tuvo parte de culpa. Considerado como el rostro más imponente del fútbol y la mirada que no conoce suspiro, desde mi punto de vista ha sido el hombre que ha puesto en lo más alto al arbitraje, llegando a ser el colegiado más mediático y famoso del mundo. Él consiguió que muchos jóvenes se interesaran por el arbitraje y quisieran seguir sus pasos imitándole.

Actualmente existen dos estilos de arbitraje en el mundo del fútbol

Hoy en día, se diferencian dos grandes estilos en Europa, sucediendo lo mismo en nuestro país; por un lado, nos encontramos con colegiados que son más partidarios de utilizar el diálogo, tanto para dirigirse a los jugadores como para tomar decisiones al amonestar o expulsar a un deportista. En este caso, la charla con el futbolista se convierte en la tónica habitual para llevar el partido. Permiten el juego y al mismo tiempo dan sus explicaciones sobre cada jugada; en el otro extremo nos encontramos con el árbitro que deja que sean los jugadores los que lleven el peso del partido y sólo hacen acto de presencia cuando la ocasión lo requiere. Así, evitan tener nada que ver con el futbolista, se dedican a tomar la decisión y se alejan de la zona de conflicto para no tener que dar explicaciones, evitando de esta forma oír cosas que no son agradables o simplemente las protestas.

Son dos estilos que están claramente marcados y diferenciados en nuestra liga. A mí, personalmente, me parecen válidos los dos. Nos puede gustar más o menos pero el negocio del arbitraje va de acertar, y estos dos estilos son igual de buenos, siempre que se acierte.

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Sobre el autor
Manuel Pérez Lima
Exárbitro de Primera División.