El Estadio Di Stéfano, tras ser testigo de la victoria ante el Huesca el pasado domingo, volvía a acoger a sus parroquianos en búsqueda de otros tres puntos, esta vez ante los vecinos de Vallecas. Los del sur de la capital, con el 1-0 mediante el cual doblegaron al Socuellamos, se interponían en la racha de los de Zidane, invictos desde la sexta jornada que cayeran frente al Amorebieta. Ambos equipos madrileños compartían colchón en una zona muy incómoda de la clasificación. Durmiendo al borde del abismo.

Aguza rompió el silencio y tomó la palabra con un disparo lejano que abrió la veda. A pesar de la aparente agresividad ofensiva, el Castilla se limitó a girar el inicio fulgurante del Rayo B mediante posesiones tan largas y controladas como infructuosas. Al equipo vallecano no le gustó correr detrás de la pelota y tan pronto la tuvo Campillo, se atrevió con un insolente envío casi narrado en yardas, pero Yáñez evitó que pasara a mayúsculas.

El Castilla tiene su particular Cristiano. Medrán, en ese papel de percutor, golpéo con dureza en un par de ocasiones, pero sin consecuencias dignas de mención. Las fuerzas, igualadas, tensaban la cuerda con cautela desde uno y otro bando, sin picos en la línea vital del encuentro. El equilibrio era tal que incluso se imitaban en los fueras de juego. Se quedaban para el mano a mano, primero Benavente y después Álex Fernández, este último llegó a efectuar el tanto, aunque ambos compartieron un banderín al viento. Ni en el individualismo plasmado en lanzamiento lejanos del Castilla, ni un frustrado colectivismo rayista alcanzaban el éxito.

El enemigo está en casa

Con el partido cerrado y ocasiones tan difusas, se fracturó el empate de la única manera posible: con un gol en propia puerta. Llovió un balón desde el flanco derecho del Rayo y Derik rozó la perfección con una vaselina al mismo tiempo que daba en el centro de la diana de la imperfección, al tratarse de la portería indebida. A partir de este error, cada balón que llegaba al central le agobiaba en los pies. Mala señal para el que debiera ser pilar defensivo.

La reacción del Castilla fue rápida, mas vaporosa. Un único remate de Benavente, quien ganó su propio espacio con derecho a disparo, pero que vio de reojo el palo izquierdo de Álex Campos. Nada después. Una llanura interminable de sed y fatiga, donde el agua lo representaron las bandas franjirrojas, fuentes solitarias de peligro. La pizarra del Castilla se asemejaba en descolocación de fragmentos al primer cubismo de Picasso.

Cae la arena del reloj

Otra actitud del Castilla en la segunda mitad. Narváez ejerció de nueve y cabeceó con demasiado ímpetu por encima del travesaño rival. Los acuciantes ataques blancos obligaban al elogio, pero en el otro extremo del campo la defensa tiritaba en espera de refuerzos. En uno de esos ataques cómodos, espaciosos, Álex Fernández en la piel de Huckleberry Finn, lanzó una pícara finalización debido a la amnésica colocación de Yáñez, que olvidó la portería que guardaba.

El Castilla terminó de desmelenarse y el goteo de oportunidades creció a cascada. Medrán, tras chocar con la barrera rival en un tiro libre y aguijoneado en su orgullo, enlazó una potente volea, aunque a las manos del guardameta. Aguza pecó de individualidad y no vislumbró el desmarque que cortaba el viento por su izquierda. Otra ocasión clara la protagonizó un cabezazo de Jaime y una escapada de Burgui emulando a Houdini. Mientras tanto, Álex Fernández era el único superviviente del equipo rayista.

La revolución de los suplentes

Álvaro, Raúl de Tomás y Javi Muñoz. Tres hombres de banquillo que salieron y tomaron el mando, liderados por el segundo de ellos. El delantero llevaba dos minutos sobre el campo cuando Álvaro, otro suplente, centró desde la derecha. Medrán no acertó a controlar, el balón le rebasó y llegó a botas de De Tomás. Gol, el guión que apenas nacía no aceptaba otro desenlace. La mandó a guardar. Poco después, el cuero otra vez caracoleaba con peligro en pies de Raúl de Tomás. En esta ocasión, un defensa engañado por las fintas, tocaba y derribaba al ariete blanco. Penalti, Medrán y a guardar por segunda vez. Aguza se sumó al baile, remediando su mal partido con una bonita sucesión de momentos: el balón volando, el pecho de Aguza acunándolo, la bota derecha despidiéndolo de volea, el cuero besando la madera y acostándose en las mallas. Todavía quedó tiempo para el espectáculo completo de Raúl de Tomás a pase de, cómo no, otro suplente: Javi Muñoz. La media luna que describió su vaselina fue un broche perfecto para una segunda mitad redonda.

Puntuaciones VAVEL

Real Madrid Castilla Rayo Vallecano B
Yáñez 5 Álex Campos 4
Varela 7 Le Pogan 5
Noblejas 6 Álex Alonso 5
Derik 3 Parla 5
Jaime 6 Edu 4
Lucas Torró 5 Toni 6
Benavente 5 Nacho 5
Aguza 6 Mario 6
Narváez 5 Álex Fernández 7
Medrán 6 Campillo 6
Burgui 7 Rubén Ramiro 5
Suplentes
Raúl de Tomás 8 Vela 5
Javi Muñoz 6 Saballs 5
Álvaro 6 - -