"No sé cuanto tiempo vamos a esperar para ver otro partido así, si una década o cuanto". Estas fueron las palabras de Jan Urban tras ver como su equipo remontaba un 1-3 adverso ante el Real Club Deportivo Mallorca. Sin embargo, una jornada más tarde, en Lugo, el equipo volvió a remontar —aunque finalmente acabaría hincando la rodilla— y hoy, como ya ocurriera ante el equipo insular, se obró el milagro. Y ojo, que el técnico polaco sabía lo que decía y sabía por qué lo decía. Pocos hay que conozcan la historia reciente de Osasuna mejor que él y, tirando de hemeroteca mental, resulta complicado acordarse de remontadas épicas como la de aquel día. Pero esta temporada algo ha cambiado. Un encanto mágico habita el aire que respira el viejo Sadar y, a pesar de todos los pesares, hoy, nuevamente, el equipo navarro dio una lección de garra, fe y pundonor —aunque solo fuera en la segunda mitad—, demostrando que hay equipo para más y derrotando al, en teoría, equipo más fuerte del campeonato.

Sisi salió en el descanso y revolucionó el partido por completo

Y gran parte de culpa la tuvo un solo hombre. Ni Neko, que fue quien encarriló la remontada; ni Miguel Flaño, que puso un balón imposible en el fondo de las mallas para hacer el empate; y, ni siquiera Manu Onwu, que entró, vio y marcó el gol de la victoria a cuatro minutos del final —tampoco Adán, portero del Betis, que facilitó la machada—. El revulsivo de este Osasuna, el impulsor de la fe fue el menudo Sisi. Su entrada en cancha en el descanso sustituyendo a Ansarifard fue milagrosa. El albaceteño —a diferencia de la inestabilidad de De las Cuevas y Roberto Torres— es un jugador que nunca se derrumba, que no se desespera. El lucha, pelea y corre mientras le aguanten sus maltrechas rodillas. Y hoy el manchego hizo de Cedrick —fuera de la convocatoria por contrato—. Hoy fue él quien le dio con su energía y rasmia una marcha más al equipo, que, tras una nefasta primera mitad, salió, capitaneado por Sisinio, enrabietado y en busca de los tres puntos. Y hubo milagro —porque otro nombre no tiene—.

El mejor Betis de la temporada

Nino, Kodro y Ansarifard en el once titular

De entrada, Urban tiró de polvora. Nino, indiscutible arriba, lideraba el ataque, pero Ansarifard y Kodro, dos delanteros casi más puntas que extremos, le seguían escorados en banda, mientras que De las Cuevas enganchaba con el doble pivote formado por Nekounam y Raoul Loé. Pero, a pesar de ello, fue el Betis quien tomó desde el minuto uno la iniciativa en el partido. Movilidad, paredes, pases certeros, rapidez. Los jugadores verdiblancos salieron enchufados y Rubén Castro era el mejor ejemplo de ello. Pocos segundos tardó en demostrarlo: recorte de la izquierda al centro y chutazo fuerte desde fuera del área que obliga a Santamaría a despejar de puños. Primer susto.

De hecho, Osasuna tardó unos cinco minutos en darse cuenta de que hoy volvía a El Sadar el balón amarillo —por el horario de invierno—. Entonces fue cuando igualó la batalla táctica sobre el verde e incluso obligó a la defensa bética a mantener la concentración. Una buena jugada de Ansarifard por banda termina en un centro atrás al que llega Nino con una diagonal desde el interior del área para que su disparo fuera repelido por un defensor del equipo andaluz.

Rubén Castro inició su festival con el gol que rompía el empate a los 12 minutos

Eran momentos en los que parecía que estábamos en los primeros compases de un partido de poder a poder; de dos equipos que, aunque muy distantes en lo clasificatorio, están un escalón por encima del resto. No obstante, entre cábalas y paranoias llegó la acción. Y en el Betis la marcha la pone Rubén Castro. Pérdida de Osasuna, contra lanzada por los mediocentros béticos y balón a la banda para Álex Martínez que pone un centro tocadito y con rosca desde la banda izquierda hacia el interior del área. Y allí, el ariete canario, ahondó en la herida rojilla. Por detrás de dos defensores navarros y con un cabezazo cruzado en el segundo palo batía a Santamaría y ponía el 0-1 en el marcador a los 12 minutos del primer tiempo.

Rubén Castro celebra el primer gol bélico. Fotografía: LFP.
Rubén Castro celebra el primer gol bélico. Fotografía: LFP.

Desesperación. Una vez más tocaba remar contracorriente. Pero como viene siendo habitual en los últimos partidos, los goles encajados por Osasuna solo son la antesala de un terremoto mayor. Los heliopolitanos, especialmente inspirados, bombardearon a Osasuna con una ocasión detrás de otra. Molinero desde fuera del área tras regalo de Cadamuro; córner despejado a la frontal del área y jugada bética en los dominios de Santamaría que no acabó dentro de milagro; nueva contra del Betis y chutazo de Rubén Castros tras recortar a dos defensores rojillos; pared en la frontal entre el canario y Rennella que acaba rematando a las manos de Santamaría; combinación en el pico del área con Castro de protagonista y disparo final buscando la escuadra de Ceballos, etc.

El canario siguió con su recital y asistió a Rennella tras sentar a Santamaría en el 0-2

En definitiva, un auténtico recital y un factor común: Rubén Castro. En Osasuna, solo Kodro, cuando podía y por cuenta propia, intentaba inquietar a Adán y la defensa bética. Suya fue la mejor —y casi única— ocasión de los rojillos en la primera parte: a los 24 minutos, recuperación muy arriba del delantero del Promesas y zapatazo abajo que bloca seguro el meta verdiblanco. Pero aunque el montenegrino lo intentara y Nino se mostrara bullicioso como siempre, el juego se desarrollaba por detrás de la medular rojilla. Era Castro el dueño y señor del partido y así lo demostró, una vez más, en el minuto 32. Nueva pérdida de Osasuna y balón de Matilla al interior del área para el delantero que, tras dejar sentado a Santamaría, apuró línea de fondo y, con un gran pase atrás, regaló a Rennella el 0-2. El francés, entre dos defensores rojillos, se gustó y remachó de tacón la jugada de su compañero.

La cosa pintaba cada vez más fea y casi había que dar gracias porque el castigo no fuera mayor. Pero, tras el segundo gol bético, el partido recortó en intensidad. Ansarifard pudo forzar un penalti, Kodro siguió rematando todo lo que le llegaba y Nino, en una jugada significativa, le pegó alta desde su casa en un claro gesto de desesperación e impotencia. La guinda la pudo poner otra vez Rennella y, otra vez, a pase de Rubén Castro en una contra, pero el galo remató alto cuando encaraba completamente solo a Santamaría dentro del área. Ahí moría la primera mitad.

Kodro volvió a ser uno de los más destacados en Osasuna. Fotografía: LFP.

La redención de los castigados

Los locos de siempre seguían animando, pero el sentir general de la grada era la decepción. Porque la de El Sadar es una afición que siempre, siempre, siempre cree. Vayan las cosas bien, regular, o mal. Por eso lo palos son más duros, pero las alegrías más felices. Y si bien es imposible saber que pasó en los vestuarios, la siempre fiel hinchada rojilla bien pudo ser uno de los puntos a los que apelara Urban para incitar a sus jugadores a salir al campo y dejarse la piel. Curiosamente el único que no estuvo allí fue Sisi, que se quedó en el césped haciendo ejercicios de calentamiento; sin embargo, él fue el quien tomó las riendas del equipo en busca de la hazaña. Nadie se lo tuvo que decir, era su misión y, como siempre, quería cumplir.

Nekounam, al poco de comenzar la segunda mitad, recortó distancias

Osasuna salió a morder y, casi sin dar tiempo a que los aficionados más rezagados volvieran del aseo, los rojillos obtuvieron una recompensa hasta el momento inmerecida. Un córner desde la izquierda botado por De las Cuevas hacia el primer palo era prolongado por Nino al segundo y mandado a guardar por Nekounam, solo y casi sobre la línea de gol, en el segundo palo: minuto 48, 1-2. Osasuna encontraba un motivo para creer y la grada, que no lo necesitaba, para dejarse la garganta animando a sus jugadores.

Sisi era un torbellino y su movilidad traía locos a los defensores andaluces. A esta hora de la tarde, todavía no se sabe si jugó en banda derecha o izquierda, pues el manchego aparecía siempre por ambos flancos. De las Cuevas, que había estado desaparecido, también parecía haber rejuvenecido. Al alicantino le encanta que Sisi esté sobre el verde y, unido al paso adelante que dio Neko en el centro del campo, el equipo ganó considerablemente en profundidad. Incluso la defensa parecía más enchufada. También ellos también dieron un paso hacia delante reduciendo las líneas y cortando los espacios de circulación béticos.

Miguel Flaño, también a balón parado, consiguió empatar la contienda

El Betis había puesto sobre la mesa calidad a raudales en el primer tiempo, pero Osasuna respondía con coraje. Los verdiblancos ni la veían y, aunque todo fue garra, también hubo sitio para la clase, como dejó bien claro Nekounam con un pase brillante con el exterior para la diagonal de Kodro desde la banda izquierda. Solo la concentración de Adán, que salió de la cueva para despejar, evitó una oportunidad manifiesta de gol. Pero, si en esta ocasión salvó a su equipo, el canterano del Real Madrid poco pudo hacer a la jugada siguiente. Falta en banda izquierda —forzada por Sisi, por supuesto— y semi córner botado por De las Cuevas al primer palo que Miguel Flaño, con la coronilla y en escorzo, mandara la pelota a la escuadra contraria para desatar la locura en El Sadar y, por qué no decirlo, tomarse una tregua con la parroquia tras varias actuaciones de demérito. Minuto 59 y Osasuna, simplemente por actitud, empataba un encuentro que veinte minutos antes estaba abocado al descalabro: 2-2.

Y, como le ocurriera al Betis tras el 0-1, el empate desató una oleada de ocasiones rojillas. O más que ocasiones, incertidumbre en el área bética. Un jugadón de Sisi por la izquierda era mandado a saque de esquina por Bruno cuando Kodro ya andaba pensado la manera en que iba a celebrar el gol. De ese mismo córner, un mal despeje de la zaga verdiblanca pudo acabar en el 3-2 tras caer en los pies de Nekounam con la portería vacía, pero un entramado de piernas entre el iraní y la línea de gol evitó el tanto y la mandó, de nuevo, a córner.

El partido estaba roto. Osasuna corría desatado, pero anárquico; mientras, los andaluces se veían desbordados por la situación y petrificados tras el empate. Solo Castro parecía mantener la compostura y, en un nuevo chut tras recorte, se dio cuenta de que el partido había cambiado. Como perros en celo se tiraron los defensores rojillos sobre el canario y el disparo del delantero bético ni siquiera llegó a portería. El encuentro daba un vuelvo de 360 grados. Era Osasuna quien llevaba el peso del partido, era Osasuna quien se llevaba los balones divididos y era Osasuna quien veía más cerca el gol de la victoria. Solo N'Diaye —homenajeado por el club al comienzo del partido como personificación de la solidaridad bética en la última jornada de la pasada temporada tras el derrumbe de una grada—, con un latigazo desde lejos que se marchó lamiendo el palo izquierdo de Santamaría, inquietó al portero navarro en toda la segunda mitad.

Torres entró por un renqueante Kodro y cerca estuvo de marcar en dos ocasiones

Era el minuto 74 y el partido comenzaba a calmarse. La intensidad rojilla tras el descanso no podía durar los 45 minutos. Era una cuestión física e incluso algunos jugadores comenzaban a pagar el sobresfuerzo. El primero fue Kodro, que se desfondó por el equipo y acabó pidiendo el cambio al banquillo rojillo. Era el minuto 74 y Urban daba entrada a Roberto Torres, castigado en el banquillo durante las últimas jornadas por su mal rendimiento en la presente temporada. Y como con Sisi, Urban acertó de pleno.

Casi en su primer balón sobre el césped a punto estuvo de marcar. Balón en banda izquierda, recorte y tiro seco al primer palo que pilla a Adán a contrapié y a punto está de sorprender. Seis minutos más tarde, en el 85, el pamplonica calcó de nuevo la jugada pero, esta vez, con más precisión. De hecho, hubo quien cantó gol en El Sadar, pero Adán hacía la parada de la tarde, salvaba al Betis y mandaba el balón a saque de esquina. Y lo que es el fútbol, de héroe a villano. Manu Onwu había salido un minuto antes en sustitución de De las Cuevas y el tudelano, otro de los rezagados en la parte más profunda del banco, se reivindicó. ¡Y de qué manera!

El córner era botado por el propio Torres al corazón del área. Adán, confiado, salió a despejar de puños un balón lejos del área pequeña, pero el impacto del guante con el esférico no fue bueno y la pelota tomó la trayectoria contraria a la que quería el meta. El balón caía bombeado sobre el área pequeña, a centímetros del marco. Centímetros, los suyos, que aprovechó Manu Onwu para rematar el balón al fondo de la portería por encima de los defensores béticos y desatar la locura en el feudo navarro. El cantero se levantaba con gesto serio, Loé saltaba de alegría y Nino se aseguraba de que el línea no anulara el gol por cualquier tontería. Osasuna culminaba la remontada de un 0-2 adverso y el 3-2 subía al marcador en el minuto 86.

El partido, por supuesto, no tuvo mucho más. Los jugadores andaluces estaban en shock, y el que no, vagaba hundido por el césped. Casi estuvo más cerca el cuarto de Osasuna —con un centro de Nino que se enveneno y atrapó Adán bajo palos— que el empate bético. Tras tres minutos de añadido, el Piñeiro Crespo pitaba el final del partido para gozo de la afición allí presente. El equipo rojillo volvía a la senda de la victoria, sumaba tres puntos en la lucha por eludir los puestos de descenso y cargaba la mochila de moral para encarar los próximos compromisos. La redención de los castigados había obrado la machada en El Sadar, un lugar llamado milagro.

Los jugadores rojillos abrazan a Onwu tras marcar el gol de la victoria. Fotografía: Osasuna.
Los jugadores rojillos abrazan a Onwu tras marcar el gol de la victoria. Fotografía: Osasuna.