Volvía el Valencia a Mestalla y su último minuto disputado en tierra patria se les derretía de pena como ceniza en el paladar. Aquel maldito tanto de Busquets. Además, cuatro partidos acumulaban los de Nuno sin llevarse el paquete completo de puntos. Para remediarlo, De Paul suplía a Parejo, que miraba abrigado desde el palco, y Piatti recuperaba titularidad en detrimento de Rodrigo. Jémez sorprendía sentando a Abdoulaye Ba y dando entrada a Morcillo. Presentó sobre el lienzo de Mestalla un conjunto afilado, ofensivo como acostumbra, con Jozabed haciendo de Trashorras y Aquino manteniendo su puesto.

Vestidos de Santa Claus

El Valencia tomó nota de la salida fulgurante del Sevilla en Vallecas y no perdió el tiempo. Aumentó la presión y disfrutó de unos primeros veinte minutos totalmente suyos. El vértigo del Valencia encontraba para colmo un aliado inesperado: la defensa vallecana. La segunda equipación del Rayo, roja y blanca, se perfiló peligrosamente como el uniforme de Santa Claus y, metidos de lleno en el papel, repartieron regalos a manos llenas a los delanteros rivales. Estos no tardaron en aceptar el presente y, primero De Paul y después Piatti, terminaron jugada de manera imaginativa. No hubo premio a su inventiva, pero en otra arrancada facilitada por la cortesía defensiva rayista, a Feghouli le llovió un balón tenso desde la banda derecha y el argelino cabeceó lejos del alcance de Cristian Álvarez. De repente el Rayo estaba por debajo.

Cadena de favores

Lejos de intensificar la vigilancia, el Rayo continuó con la sangría en zona de riesgo. Fue tal su desidia que incluso contagió al Valencia. Otamendi resbaló y dejó el balón a un rival, cuyo pase en profundidad sirvió a la exhibición de velocidad de Mustafi, en lugar de servir a su propio beneficio. Y el Rayo seguía obsequioso. Sin embargo, cuando el cuero desembocaba en el aspecto ofensivo, los cuatro jinetes franjirrojos salían en estampida. Kakuta caminaba acompasado por cualquier rincón del frente de ataque y, en uno de sus paseos, filtró un pase a Bueno que a punto estuvo de encontrar el palo izquierdo de Alves. En la cadena de favores que se desarrollaba, Alves fue el siguiente partícipe, ya que le salió mal un arriesgado recorte sobre Leo y el brasileño quedó en posesión del balón. Para ser el siguiente eslabón, el taconazo del delantero también naufragó. Los mejores minutos del Rayo.

Cierra la puerta, que se escapa el Rayo

Cuando más arreciaba el temporal rayista, subieron a rematar las torres valencianistas y desde las alturas cerraron la vía a la tormenta rival. Negredo cabeceó con dificultad un saque de esquina, Cristian no fue capaz de atrapar el balón, que, vivo, se dirigió hacia una zona incierta, entre Insúa y Feghouli. El argelino, con la excitación que produce el gol recorriéndole aún la espina dorsal, actuó primero. Doblete.

Sin tardanza, Piatti hacía terrenal el peligro del Valencia. De las fuerzas aéreas a la artillería terrestre, el pequeño extremo se escapaba de todos los cepos que colocaban los defensas madrileños. Cuando llegó ante Cristian Álvarez, cruzó el cuero y salió el arco iris en Mestalla, teñido en blanquinegro y con murciélagos revoloteando de felicidad.

Perdiendo la fe

El equipo de Jémez se caracteriza por su valentía, pero directamente después en la lista de cualidades aparece la resistencia moral. Nunca, por radical que sea el resultado, da su brazo a torcer. Hoy tampoco llegó esa noche aciaga. Con 3-0 en aproximadamente media hora, cualquier equipo hubiera pensado en la semana siguiente. No el Rayo. Aquino, en su interminable intermitencia, dejó una estela de rivales en la que siempre se interponía uno nuevo. Esa era la diferencia principal, las aduanas del Valencia controlaban muchísimo más férreamente que las del Rayo, destacadamente laxas. Kakuta colaboró a la sensación de resurrección desde un tiro libre, pero Alves había perdido el nerviosismo del fallo anterior y blocó con seguridad.

Para el portero valencianista no hubo descanso, ya que en cuanto salió del vestuario afrontó dos acometidas vallecanas. Un lanzamiento duro y lejano de Leo que el guardameta despejó hacia el punto de penalti, por donde pasaba casualmente Aquino. El disparo del mexicano, mordido, permitió a Alves reaccionar, plantar el pie en el suelo para impulsarse inmediatamente y evitar que el Rayo acortara distancias.

Toda la segunda parte fue “Atrapado en el tiempo”, pero sin Bill Murray y, lo que es peor, sin cambios en el marcador. El Rayo poseía el balón, el Valencia la pólvora. Insúa mandaba alto un bombón que conectó casi en el área pequeña rival, en la siguiente jugada Feghouli perdía la oportunidad de hacer el tercero en su cuenta particular. Kakuta, aislado en la región de la calidad, donde no recibía visitas de sus compañeros, puso pimienta al ataque rayista, pero sus centros combados no hacían amigos. De Paul continuaba el guión previsto, abriendo un túnel de engaños en la defensa rival y rematando cerca de la escuadra. Posesión contra peligro. Disparos desde lejos, sin iniciativa creativa de los jugadores visitantes. La anguila eléctrica a la que los comentaristas confundían con un futbolista llamado Piatti. Kakuta. Negredo en la búsqueda casi desesperada de su victoria personal. Kakuta otra vez. Piatti otra vez. Cristian que evitaba un final feliz a la escapada del recién ingresado Rodrigo. Kakuta, Piatti, Negredo. Más cerca del amistoso intenso que se disputa por orgullo que de un encuentro de Liga. Una hora de partido, en la que se repetían los minutos. Sin goles y sin Bill Murray

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