2014 ha sido el año de los porteros de A Madroa. La portería celeste ha estado perfectamente guardada por chicos de la casa, construidos y madurados con la cruz de Santiago en el pecho y con unas prestaciones excepcionales. Yoel, Sergio y Rubén representan el pasado, el presente y el futuro de la entidad.

Yoel Rodríguez

El actual guardameta del Valencia se ganó su fichaje por el club ché con una gran temporada 2013/2014 en el Celta. El de Coia fue el elegido por Luis Enrique para ocupar la portería celeste tras un intenso debate en el que no estaba claro quién sería el titular. Incluso se llegó a especular con el fichaje de un arquero. Pero el asturiano dejó muy claro que con los porteros de la casa era suficiente.

Yoel había regresado ese año de su cesión en el Lugo y había ciertas dudas sobre lo que sería capaz de hacer en Primera División. Esa incertidumbre empezó a borrarse pronto: una portentosa actuación en el Benito Villamarín, en la segunda jornada de Liga, fue una muestra de lo que era capaz de hacer el rubio.

La temporada de Yoel fue notoria. Una regularidad impecable, una madurez palpable y una confianza contagiosa formaron su receta del éxito. El canterano ocupó la portería en Liga hasta que la permanencia quedó sellada. Siempre fue el hombre de Luis Enrique.

Tras su notable temporada de debut, muchas novias llamaron a la puerta de Yoel. Sin embargo, nada llegó a concretarse y el de Coia arrancó la pretemporada junto a sus compañeros. Sin embargo, a los pocos días saltó la noticia: el canterano fichaba por el Valencia a cambio de dos millones de euros. Los problemas para llegar a un acuerdo para renovar su contrato aceleraron la operación salida. El portero vigués hizo las maletas y se mudó a la ciudad del Turia, en donde su protagonismo ha sido escaso. Solo ha podido jugar en Riazor en Liga y el Valencia perdió 0-3. Sus prestaciones en Copa no han sido mucho mejores y, aunque su equipo salvó la eliminatoria contra el Rayo, sus actuaciones le han granjeado críticas en el entorno ché, lo que demuestra que es un jugador que necesita gozar de confianza plena para rendir.

Sergio Álvarez

2014 será recordado para siempre por el Gato de Catoira. Lo será como el año de su gran oportunidad, plenamente aprovechada además, y como el año en el que se demostró que el trabajo duro puede tener recompensa.

Diez años necesitó Sergio para convertirse en titular indiscutible en el Celta. Diez años de sinsabores, de trabajo sin premio, de partidos y partidos desde el banquillo. La marcha de Yoel al Valencia le abrió las puertas de la titularidad de par en par. Pero no parecía suficiente. Se generaron debates sobre la necesidad de fichar un portero —por segundo año consecutivo— y una corriente de opinión que pensaba que Rubén estaba maduro para ser titular. Berizzo optó por el de Catoira y el Gato respondió con creces.

Antes, bajo los mandos de Luis Enrique, Sergio había jugado cuatro partidos. La ida de la Copa contra el Athletic, así como las tres últimas jornadas de Liga, contra Osasuna, Real Madrid y Valencia. El canterano solo encajó en Mestalla, donde el Celta perdió. Los otros tres, victoria. El arousano comenzó la Liga con aplomo y, con serenidad y buenas actuaciones, pronto dejó claro que estaba sobradamente capacitado para ser titular.

Actuaciones notorias como en el Calderón o en San Mamés, un providencial penalti parado en el último minuto de o noso derbi, que significó la victoria céltica y un sobrenatural partido en el Camp Nou, han dejado a Sergio como uno de los futbolistas más destacados del Celta en lo que va de campeonato.

Rubén Blanco

La prematura entrada en escena del niño prodigio de los tres palos de A Madroa puede que le haya perjudicado más que beneficiado. En la memoria de todo el mundo está ya el chico de 17 años que relevó a Varas en el partido del 4% de Valladolid y que mantuvo su portería a cero el día de la agónica salvación contra el Espanyol.

Foto: Faro de Vigo.

Un año y medio después, Rubén mantiene una progresión más lógica para un chico de su edad. El pasado año jugó en el Celta B toda la temporada. Solo un partido para él en el primer equipo. Fue en San Mamés, en la vuelta de la Copa, y el de Mos encajó cuatro tantos. Su desempeño en el filial dejó más sombras que luces y muchos han visto el peligro de un estancamiento. Pero, con 19 años, a Rubén le queda toda una vida por delante para seguir creciendo; su momento llegará.

Los minutos de los que ha gozado esta temporada se los ha brindado la Copa del Rey. Dos partidos conta la UD Las Palmas Tanto en Gran Canaria como en Balaídos, Rubén alternó buenas paradas con alguna que otra indecisión fruto de la falta de ritmo. Técnicamente, todas sus acciones son perfectas. Tiene envergadura, jerarquía por alto y buen juego de pies. Solo necesita madurar. El futuro de la portería celeste le pertenece.