El Racing celebra en este mes el primer aniversario de uno de los periodos de tiempo más cruciales de su centenaria historia. Durante los primeros 31 días del 2014, tanto el conjunto santanderino como su entorno y afición llevaron a cabo una serie de hechos reivindicativos que más tarde resultarían decisivos para liberar al club de la lacra institucional que le parasitaba desde hacía ya, entre unas cosas y otras, ocho años. Tras saltarse la Gradona la prohibición impuesta por el Consejo de ubicarse en su emplazamiento habitual, llegó el turno del acontecimiento a tratar hoy.

Tal día como hoy hace un año, el Racing de Santander disputaba en El Sardinero su segundo partido del año ante la UD Almería, correspondiente al encuentro de ida de los octavos de final de la Copa del Rey. Tras deshacerse en dieciseisavos del Sevilla FC (equipo que meses más adelante se proclamaría campeón de la UEFA Europa League), el racinguismo sabía que en esta nueva ronda copera tenía ante sí una gran oportunidad mediática de dar a conocer a toda España la precaria situación por la que atravesaba la entidad.

Tras una primera mitad con un ambiente muy caldeado en el graderío de El Sardinero, algunos componentes de la Gradona de los Malditos (ubicados nuevamente en preferencia norte pese a la reiteración de la directiva en su postura de no dejarles colocarse allí) trataron de invadir el terreno de juego durante el descanso, como ya hicieron hacía unas semanas en el último partido del 2013 ante el Coruxo. No obstante, esta vez las fuerzas de seguridad presentes en el feudo racinguista sofocaron este intento de invasión.

Con la segunda parte en pleno transcurso, llegó el momento cumbre de la noche. Un grupo de jóvenes ultras comenzó a emprender el camino que separaba la preferencia norte del palco de autoridades, ubicado en la tribuna central del estadio. Con el paso de los minutos, más y más gente se unió a ese reducto de pioneros que seguían con paso firme hacia el emplazamiento de Ángel Lavín y sus compañeros del Consejo de Administración. La seguridad del estadio -algo escasa- y la tardanza de la Policía Nacional en reaccionar permitieron que el asalto al palco se llevase a cabo con éxito.

Los radicales verdiblancos, muy cerca de su objetivo, comenzaron a dedicar una sarta de insultos e improperios a los dirigentes cántabros, mientras que el presidente del Almería observaba perplejo tan esperpéntica situación. El guardaespaldas de Lavín trató de frenar el ataque, pero no pudo hacer mucho ante los escupitajos y el lanzamiento de butacas y bebidas por parte de los enfurecidos seguidores racinguistas. Mientras todo esto sucedía, el partido y el primer gol -golazo- de Concha con el primer equipo verdiblanco habían pasado a un segundo plano.

Finalmente, 'la cruzada santanderina' se disolvió ante la llegada a la zona de la Policía Nacional. Fueron momentos de mucha tensión, que pese a ser protagonizados por tan solo un pequeño número de aficionados, fue apoyado y alentado por el resto de espectadores. Se dice que la causa del asalto al palco fue la orden que dio Ángel Lavín a un policía de que se llevase del estadio a un aficionado raso, el cual se encontraba instantes antes a escasos metros de este insultándole por su mala gestión.

Según algunos testimonios, este hecho fue el que desencadenó el asalto, fruto de la ira y la impotencia por no poder hacer nada. En otras palabras: la gota que no colmó el vaso. Desde VAVEL jamás hemos defendido ninguna clase violencia, y esta vez no será una excepción. No obstante, quizá sin este acontecimiento provocado por la desesperación, el equipo no habría tenido el coraje necesario para semanas después plantarse en el histórico partido ante la Real Sociedad, hecho sin el cual hoy día Pernía, Lavín y compañía seguirían maldirigiendo el club hacia una desaparición segura.