'Es solo un partido de fútbol', se ha llegado a oír. En referencia a cualquiera de los choques entre dos equipos, cualesquiera que sean. 'Es que solo es fútbol', dijeron. ¿Qué significa que sólo es fútbol? ¿Cuál es la intención de la pregunta, más allá de arrinconar al/la interrogado/a? Fútbol no es darle patadas a un balón, ni es jugar a ver quién marca más goles. Fútbol es poner tu corazón en el campo y dejar que aquellos a los que animas sean capaces de pisotearlo, patearlo e incluso zarandearlo. Y aún así, siete días después, estés dispuesto a hacer lo mismo.

Decía John Benjamin Toshack, en una de sus inolvidables ruedas de prensa a la conclusión de un partido horrible de su equipo, el Real Madrid, en Vallecas: "Cuando llega un lunes tras sufrir una derrota pienso en cambiar a diez jugadores, el martes ya sólo a siete u ocho, el jueves a cuatro, el viernes a dos y el sábado ya pienso que van a volver a jugar otra vez los mismos once cabrones de siempre".

Imposible no enamorarse

Las parejas, los noviazgos, las relaciones y los amoríos. Cualquier vínculo sentimental entre dos personas sufre de altibajos, de encontronazos y de peleas. De momentos tensos, de agarrones y sollozos. De caricias, besos y abrazos. De palmaditas en el trasero y llamadas a la conciliación. El amor, es, al fin y al cabo, algo ineludible.

Pocos sentimientos se pueden comparar al enamoramiento como la devoción por unos colores

Un flechazo es una situación dificilmente descriptible. ¿Es que acaso vislumbrar de primeras a otro u otra nos hace volcar lo vivido hasta el momento? Pocos sentimientos se pueden comparar al enamoramiento como lo es la devoción por unos colores. Desde que naces, tus padres, tíos y abuelos te rodean esperando que tengas la gracia suficiente para responder a la pregunta clave: "¿De qué equipo eres?".

Todos los infantes han pasado por el complejo proceso de la identificación por una bandera. La blanca, la azulgrana, la verdiblanca o blanquirroja. Infinidad de posibilidades, marcadas, en ocasiones, por la tendencia familiar o los hallazgos en los primeros compases de vida. Pero hay ciertas partes de la elección de unos colores que te marcan para los siguientes años.

Como en todos lados, la rivalidad regional es algo tan necesario para el fútbol como el mismo balón. ¿Qué sería de las tertulias de bar sin un Madrid - Atléti; o un Barça - Espanyol? Por no hablar de un Sevilla - Betis, los Athletic Club - Real Sociedad o, apurando, los duelos valencianos entre Levante, Valencia y desde Castellón, el Villarreal.

Condenados a entenderse

Pero con especial cariño se vive la rivalidad más paradigmática del fútbol español. Allí, dónde el Muro se vislumbra a lo lejos, y comienza la región a la que el sol más frecuentemente olvida a calentar. La llovizna es parte intrínseca de la filosofía de vida en Galicia, y su gente ha recibido con los brazos abiertos las inclemencias para convertirlas en bendiciones.

¿Qué sería de las tertulias de bar sin los derbis? ¿Y de los grupos de amigos sin las burlas posteriores a un partido?

Desde la capital, el amorío gallego se termina por entender a través de la relación que existe entre el Deportivo de la Coruña y el Celta de Vigo. Las dos grandes potencias de la región, frente a frente una vez más. La tercera ocasión —teniendo en cuenta el escarceo— veraniego, en la vigente temporada en la que los dos grandes conjuntos de Galicia medirán fuerzas.

Las inercias poco cuentan. Los precedentes aún menos. El presente es mucho más valioso que el pasado, por muy reciente que fuera. No en vano, únicamente la habilidad de Sergio para detenerle el penalti a Medunjanin en el choque de ida privó al Deportivo, que venía de encajar ocho goles frente al Real Madrid, de sumar en Balaídos, cuándo el cuadro de Berizzo mejor estaba y los pupilos de Víctor Fernández peor lo estaban pasando.

Cada aficionado al fútbol tiene necesariamente dos fijaciones. La una, por su equipo, sus colores y sus resultados; la otra, por los del vecino. No se entiende el deporte rey sin un rival a batir. Igual que no hay héreo sin villano ni protagonista sin antagonista. No se entiende a Belerofonte sin su Quimera, ni a Sherlock Holmes sin el Profesor James Moriarty.

No se entiende a Belerofonte sin su Quimera, ni a Sherlock Holmes sin el Profesor James Moriarty

La leyenda del Real Madrid no sería tan grande sin un Bayern de Múnich, un Benfica, un Milán o Manchester United al que batir en Europa. No sería un derbi de alcurnia si Celta o Deportivo se vieran las caras en amistosos veraniegos con varias categorías de diferencia. La alegría que se desprende al ver hundirse al rival en Segunda, cuando éste desciende, desaparece cuando se recuerda que esos dos duelos que señalar en el calendario han desaparecido.

Sin Goliat no habría existido David. El rival hace grande al vencedor. No hay honor en los triunfos sencillos, apacibles y sin sufrimiento. El paso por la fase de la abnegación, del odio, del arrepentimiento y el éxtasis. El fútbol es portador de infinitos sentimientos, que se multiplican por millares cuando convergen las figuras del propio club y el máximo rival.

Sin reticencias

Volviendo a las rachas, son inútiles. Los 15 años que pasó el Atlético sin ganar al Madrid se esfumaron tan rápido cómo Miranda superó a Diego López en la Copa del Rey y Simeone a Ancelotti en los últimos seis duelos. Tan rápido cómo Tamudo se aprovechó de un saque de falta ágil del Espanyol para superar a Valdés en los instantes finales de un derbi y darle tres cuartos de Liga al Madrid.

Las portadas de los diarios están preparadas. No es una jornada más, ni siquiera un derbi que sumar a una hoja de estadística. Cuando termine, el día siguiente y quizás el posterior, será el momento de incluirlo en el pertinente excel y mirar al futuro. Pero hasta el pitido inicial, 'o noso derbi', el 'voso', está presente en la mente de las dos aficiones.

Cánticos, gargantas y clarines. Timbales y panderetas. Cualquier elemento sonoro será bien recibido. Las miradas entre aficionados no serán de cariño, sino de ganas. De que cuando el choque termine las tertulias de amigos, parejas y familiares versen en favor de uno mismo. No en balde, el fútbol no sería lo mismo sin argumentos con los que 'atacar' al prójimo, simplemente por el afán de demostrar que 'voso' sentimiento es mejor que el suyo.

Los tiempos de gloria pasaron. Las figuras de Mostovoi, Catanha, Mazinho o Karpin dejaron paso a los Larrivey, Nolito u Orellana. Los Djalminha, Bebeto, Rivaldo o Fran, a los Bergantiños, Cavaleiro, Lucas o Lopo. Los tiempos cambian, las plantillas y hasta los objetivos. La lucha por la Liga, la Champions y los títulos, es historia. Pero lo que nunca variará es el apetito por el rival. Y eso, en Galicia o Madrid, es lo que le da la salsa a la vida. Y al fútbol.

Manuel Vergara, madrileño, es el coordinador de la sección del Real Madrid en VAVEL.com

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Sobre el autor
Manuel Vergara
Coordinador y redactor de la sección del Real Madrid y su cantera | Contacto: [email protected]