"Desde aquí les quiero desear toda la suerte del mundo". Tú y todos, Mateo. Esas eran las palabras del nuevo técnico rojillo cuando se le preguntaba por el polaco y su inseparable Kibu Vicuña. "No ha sido fácil porque Jan Urban representa los valores del osasunismo. Le deseamos lo mejor en su nueva etapa". Esto último es lo que decía la Junta Directiva de Osasuna en un comunicado emitido durante el mediodía del domingo. Entrenador, presidencia. También afición: "Hoy más que nunca: muchas gracias, don Jan Urban", correspondía el twittero Mikel González (@Irunsheme). Y como él, todo aquel rojillo con alguna red social a mano. Incluso a los periodistas deportivos ligados al cuadro navarro se les hacía difícil recordar el pésimo partido ante el Lugo para aliviar el vacío que deja un hombre querido por todos los que alguna vez han sentido este escudo casi centenario.

Toca aferrarse a los hechos. Corazón contra cabeza. Tras el batacazo ante el Zaragoza los jugadores perdieron la ambición. Demasiado dura había sido la primera vuelta, demasiado difícil regresar a la zona noble. Y todo para que un error tonto condenara a los rojillos a ese mal llamado "tierra de nadie". Es cierto que desde aquel encuentro solo han pasado tres partidos más y que Urban ya revirtió una situación parecida hace tan solo un par de meses. El tema es que esto no es marcha. El equipo está siendo tan inestable como el médico personal de Ludovic Delporte y el polaco no ha sabido encontrar esa regularidad necesaria para enfrentarse a una categoría como Segunda División. A decir verdad, el juego del equipo ha dejado mucho que desear desde que comenzara el curso 2014/15 y los arrebatos de pasión —remontadas ante Mallorca, Betis, Las Palmas, etc.— se han debido más a reacciones encorajinadas de un equipo en carne viva que a la mano del entrenador.

Los intentos de Urban de reanimar al equipo han sido en vano, y es que quizá un hombre como él, que siente tanto este club, no era el más adecuado para fingir positividad donde no la había. Llegó tarde y como la tercera opción —tras Martín Monreal y Pepe Bordalás—; se encontró con un equipo en pleno desmantelamiento, sin posibilidad de fichar y con tan solo 18 dorsales disponibles; luego llegaron las lesiones y le robaron a dos teóricos titulares —Lotiès y Oier—, y con la salida de los internacionales —Copa de Asia y África— tuvo que hacer malabares para completar un once con siete profesionales; y para Navidad ni carbón: no es que Vasiljevic no le trajera ningún fichaje sino que le quitó casi a su mejor jugador, Miguel De las Cuevas. Y eso en lo deportivo, porque si le daba por asomarse a los despachos... Juntas Gestoras provisionales, sanciones de la LFP, deudas con el fisco, elecciones —sin candidatos— al borde de la impugnación, amaños, desfalcos, denuncias y demandas, etc. Bendita paciencia la del polaco.

En este mundillo del fútbol lo normal hubiera sido coger la puerta y largarse. "Con la que está cayendo...". Pero no es su caso; ni el de este club. Puestos a hablar de normalidad lo suyo hubiera sido olisquear el panorama en julio y pillar el primer vuelo de vuelta hacia Polonia para no tener que deshacer las maletas —que pereza...—. Pero gracias a hombres como Jan este club saldrá adelante. Él siempre lo ha dejado claro: lo más importante es Osasuna. Ayer volvió a insistir en ello: "Primero habrá que animar al equipo. Segundo, pronto recuperemos a Oier y a Lotiès. Y tercero, está el entrenador".

Urban siempre miró más allá del primer equipo; miró por Osasuna

Urban nunca pensó en su propio beneficio y siempre miró por el bien del club. Dejó salir al Gato, puso en el mercado a Loé y regaló a De las Cuevas sin poner oposición. Sabía que aquellas operaciones eran buenas para Osasuna, pero no para él ni para el equipo. "Si eres demasiado bueno con el club, con los jugadores, al final lo pagas, pero cada uno es lo que es. Quizá debería haber sido más duro y pelear con la directiva en cuanto a movimientos en la plantilla", decía en su despedida en rueda de prensa. Pues quizá, pero si los rojillos consiguen la permanencia a final de temporada habrá que reconocer su osadía. Los ejemplos de nóminas y jugadores por encima de las posibilidades monetarias del cuadro navarro son demasiado cercanas y han traído consecuencias catastróficas.

Por todo ello hay que agradecer estos meses a Jan Urban. Por no poner ni una sola mala cara y por su honestidad y desbordante osasunismo. "Yo sabía que si las cosas iban mal les quedaba la baza del entrenador —tras pasar por el mercado de invierno como un simple observador—. Es lógico y normal que en un momento dado lo puedan utilizar como un revulsivo. Ojalá que el cambio sea bueno". ¿"Lógico y normal"? ¡"Lógico y normal"! Por supuesto que tiene razón el polaco, pero es que son tan raros en el fútbol profesional estos ejercicios de objetividad... Cualquier otro hubiera sacado la peineta a pasear y se habría acordado de los familiares de la secretaría técnica en fila india; pues, si se permite, la dirección deportiva es tan culpable o más de la actual situación que el ya exentrenador rojillo.

Y aunque la decepción sea mayúscula, aunque "de algunos jugadores esperaba bastante más", aunque reconoció que no se sintió del todo apoyado por la directiva y que el final, su final, no ha sido ni mucho menos el esperado, todavía sueña, como hace nueve meses, con volver entrenar a Osasuna: "Nunca se sabe, pero seguramente me gustaría. También lo viví en el Legia de Varsovia. Tuve una época difícil y me fui, volví a los dos años y triunfé". Que se de o no esta situación es imposible de saber hoy día. Las sensaciones tras su paso por el banquillo no son buenas, y aunque ha tenido muchos problemas como para dejar un buen sabor de boca, el fútbol es injusto y dentro de unos años nadie se acordará de las dificultades, solo de la posición clasificatoria y la incertidumbre en la que deja al equipo. Afortundamanete, Urban tiene algo que otros no tienen, esa aureola de leyenda y de osasunismo que deja allá por donde va. Y es que, a pesar de todos los pesares, nadie pondrá una mala cara cuando escuche hablar del bueno de Jan. Los mejores deseos para él.