El domingo 16 de mayo de 2010, el vetusto estadio de Mestalla se vistió de gala para un partido en el que el equipo, clasificado para la Champions League y sin opciones de alcanzar cotas mayores, no se jugaba nada. Tampoco el rival, el Tenerife, era especialmente atractivo para el aficionado medio. Sin embargo, nadie en Valencia quería perderse aquella cita.

Ese día, el Valencia vivió una de sus tardes más emotivas y especiales a lo largo de su dilatada y gloriosa historia. Uno de esos días en los que ni siquiera las lágrimas en los ojos logran empañar el imborrable recuerdo de un jugador de leyenda. Aquel día, señores, se despedía del fútbol Don Rubén Baraja.

"Recuerdo mi despedida como un día realmente muy especial. Disfruté muchísimo de ver que el campo estaba lleno coreando mi nombre y de alguna manera diciéndome adiós. Fue muy emotivo, sobre todo porque fue espontáneo, yo solamente quería despedirme del sitio donde había sido feliz los últimos diez años y la verdad es que no me esperaba lo que pasó, pero fue un cúmulo de emociones muy especiales. Representa un poco lo que la afición del Valencia ha sido para mí durante todos estos años: el respeto, el cariño, la admiración mutua. Ellos siempre han pensado que yo he sido un jugador honesto, muy trabajador más allá de haber tenido momentos malos o momentos buenos. Ese agradecimiento que me dieron ese día para mí será inolvidable, de hecho una de las claves por las que yo no continúo jugando a fútbol es porque pensé '¿después de esto donde voy a ir a jugar?' Tenía la sensación de que este era el último día en que tenía que jugar al fútbol porque no me sentía con las ganas de poder volver a jugar en otro equipo o de volver a vestir otra camiseta. Eso me marcó muchísimo y es algo que me guardaré para siempre y lo llevo en el corazón", confesó el Pipo en un reportaje de Canal + en el que se desnudó y dejó al descubierto su corazón valencianista.

Se cerraba el telón de una carrera que comenzó en la cantera del Valladolid, el equipo de su tierra, y que, tras cuatro años en la estructura del Atlético de Madrid -tres en el filial y uno en la primera plantilla-, se asentó en Valencia, donde echó raíces para tocar el cielo.

Antes de Valencia

Baraja empezó su carrera en casa, en las categorías inferiores del Real Valladolid. Debutó en 1993 y hasta 1995 alternó actuaciones en el Promesas con otras en el primer equipo. En la temporada 1995/96, el Pipo ya era jugador a pleno derecho del primer equipo del Pucela y disputó 27 partidos anotando un gol. Sus prestaciones durante aquella campaña le valieron el fichaje por parte del Atlético de Madrid. Tras dos temporadas completas en el filial, una en la que estuvo entre el primer y el segundo equipo y otra en la primera plantilla, Baraja abandonó el Atlético de Madrid en el año 2000.

Amor a primera vista

Baraja llegó a un equipo que, comandado por Héctor Cúper, había alcanzado la anterior temporada su primera final de la UEFA Champions League. El Pipo se hizo un hueco en aquel cuadro. En octubre debutó con la selección española, con la que disputaría después el Mundial de 2002 y la Eurocopa de 2004. En su primer año en Valencia, Baraja viviría una experiencia única: fue titular en la final de la Champions en Milán. Primera y última para él, segunda consecutiva para el Valencia y uno de los capítulos más tristes de la historia blanquinegra reciente.

Los hombres de Cúper habían realizado un torneo espléndido y llegaban a la final como favoritos pese a enfrentarse a todo un coloso como el Bayern de Múnich. El Valencia fue superior en la final y sólo el infortunio hizo que, en la tanda de penaltis, los germanos se alzaran con el título y los valencianos se deshicieran en lágrimas, escenificadas en el rostro de Cañizares, que quedó para la posteridad.

Foto: deportevalenciano.com

22 partidos para pasar a la historia

Después de perder dos finales consecutivas de la máxima competición europea, el Valencia, con un joven e inexperto Benítez al mando, se disponía a levantarse ante las adversidades y Baraja era el hombre llamado a liderar aquel conjunto, pero durante gran parte de la primera vuelta las lesiones lo impidieron.

El 15 de diciembre de 2001, en la jornada 17, el Valencia jugaba en Montjuïc y se jugaba el futuro de su entrenador. Al descanso, las cosas no podían ir peor. El marcador reflejaba 2-0 y se dice que Benítez ya estaba en la calle. Lo que sucedió en la segunda parte fue una de esas cosas que tiene el fútbol que lo hacen un deporte único. Siete minutos bastaron al Valencia para meter tres goles, darle la vuelta al marcador, asegurar la permanencia de Benítez en el banquillo y, además, darle una vuelta de 180º a la situación del equipo. Dos goles de Rufete y uno de Ilie entre el minuto 58 y el 65 de la segunda parte fueron suficiente. Baraja, en el 76, volvía a pisar un terreno de juego.

El Pipo, siendo centrocampista y jugando sólo media temporada, fue el máximo goleador del campeón con ocho tantos

A partir de ese momento, el Valencia comenzó a ganar de una forma que llevaba más de tres décadas sin hacer. Con Baraja ya comandando (el vallisoletano fue titular en todos los partidos posteriores a la jornada 19) el juego del equipo, los de Benítez fueron un rayo imparable hacia la consecución de la quinta Liga valencianista, la primera desde 1971. La pareja Albelda - Baraja fue clave en este título, con los dos juntos sobre el campo el Valencia solamente perdió dos partidos.

El Pipo, siendo centrocampista y jugando sólo media temporada, se convirtió en el máximo goleador de aquel equipo y se erigió como el héroe de una afición y una ciudad volcadas con el mismo. El partido en el que la figura de Baraja emergió sobre las de los demás fue el de la jornada 36, cuando protagonizó una nueva remontada ante el Espanyol. El descanso en Mestalla llegaba con el Valencia perdiendo 0-1 y jugando con un hombre menos tras expulsión de Carboni. Dos jugadas clónicas, con centros del Kily González desde la izquierda, terminaron en goles de Baraja y la locura se desató en la avenida de Suecia. Aquella noche todo el mundo supo que el Valencia iba a terminar ganando esa Liga, como finalmente así hizo la siguiente jornada en Málaga.

Foto: deportevalenciano.com

Baraja lideró al mejor equipo del mundo

2004 fue el año culmen de aquel Valencia. Los de Rafa Benítez cerraron el lustro más dorado de su historia con un doblete histórico (Copa de la Uefa y Liga) y, ya sin Benítez, la Supercopa de Europa. El Valencia fue nombrado por la Federación Internacional de Historia y Estadística del Fútbol el mejor equipo del mundo ese año. A aquella escuadra de leyenda la lideraba Rubén Baraja.

Un Baraja que fue titular con todos los entrenadores que le dirigieron en Valencia y que vivió en primera persona uno de los años más difíciles para el valencianismo. La temporada 2007/08 comenzó con turbulencias. Quique era despedido con el equipo en puestos de Champions y su sustituto, Ronald Koeman, llegó tomando decisiones muy controvertidas. El holandés apartó a Albelda, Cañizares y Angulo del equipo, dejando a Baraja y a Marchena como capitanes y últimos representantes de la vieja guardia.

Baraja demostró entonces su fidelidad a los colores y su saber estar. Con el liderazgo del Pipo, el Valencia logró mantenerse en Primera y, además, dejó patente su grandeza logrando levantar la Copa del Rey incluso en el peor año de su historia.

El Pipo se quedó a vivir en Valencia. Actualmente es entrenador del juvenil. La figura de Baraja preside algunos de los murales que el club colocó recientemente en la fachada de Mestalla para honrar a sus héroes. Precisamente eso es Rubén Baraja para toda una afición, un héroe, un valiente, el último hombre íntegro.