Cuando uno habla de jugadores de club, rapidamente se te vienen a la cabeza los nombres de Raúl González, Paolo Maldini, Iker Casillas o Carles Puyol, pero existen muchos otros que, a pesar de pertenecer a clubs no tan grandes como pueden ser el Real Madrid, AC Milan o FC Barcelona, decidieron desarrollar toda su carrera en el equipo de sus amores. Este tipo de jugador es una especie en extinción en pleno siglo XXI.

Joaquín fue uno de esos jugadores. Dieciseis temporadas vestido con los mismo colores así lo acreditan. Lo curioso es, que el jugador con más partidos en la historia del Sporting de Gijón, sea nacido en Oviedo, aunque para felicidad de los sportinguistas, nunca llegó a jugar en ningún club de la capital asturiana.

Otro descubrimiento de Enrique Casas

A día de hoy Enrique Casas es sin lugar a duda el mejor ojeador de la historia rojiblanca, pero en pleno 1975 era un simple empleado que acababa de llegar al Sporting. Joaquín fue su primer gran descubrimiento, y el primero de una gran lista que han elevado el nombre del Sporting hasta el techo del fútbol español, o mejor dicho hasta casi el techo, pues los asturianos tuvieron que conformarse en dos ocasiones con finalizar segundos en Liga, cerca de lograr el ansiado título que nunca llegó.

Joaquín comenzó su formación en el Gijón Industrial, para pasar al año siguiente al filial del Sporting, por aquel entonces llamado C.D. Gijón. En tan solo dos años se ganó la confianza de Vicente Miera para formar parte del primer equipo. El entrenador, que acababa de llegar al Sporting procedente del Real Oviedo, le colocó en el centro del campo, ocupando la banda derecha. 

Su paso al centro

Joaquín no acababa de encontrarse totalmente cómodo en dicha posición. Sus características como jugador no se adaptaban a jugar pegado a un costado, y el público comenzó a criticar seriamente su presencia en el once. A pesar de todo, Vicente Miera decidió mantenerlo como titular, y durante los dos siguientes años, el debate estuvo presente en la grada.

En su tercer año como sportinguista, Joaquín pasó a jugar en el centro, y ahí comenzó su explosión como futbolista. Con su gran envergadura (1,83) abarcaba mucho campo, además de tener unas grandes maneras con el balón en los pies. Se convirtió en un ídolo en la grada, además de ser imprescindible en el esquema rojiblanco. Junto a Mesa y Abel, elevó al Sporting a la categoría de uno de los mejores equipos de España.

Un jugador peculiar

Entre sus estadísticas, destaca que solo recibiera una tarjeta roja en los más de quinientos partidos oficiales que disputó con el Sporting. Fue en su última temporada, ante la Real Sociedad, un 19 de Abril de 1992, en un partido que el Sporting perdió como local por cero tantos a uno. Tampoco nos podemos olvidar de la temporada 1987/1988, en la que Joaquín desató su faceta goleadora, y entre UEFA y Liga anotó quince goles.

Formó parte de la Selección Española en grandes competiciones como los Juegos Olímpicos de 1980 o el Mundial 1892, de fatídico recuerdo para todo aficionado al fútbol español. Tras dejar el futbol en 1992, se convirtió en seleccionador nacional de fútbol playa, deporte al que fue incitado a jugar por Lobo Carrasco.