Zamora no es una ciudad grande, ni industrial, ni poderosa, pero es bella. Belleza y humildad caracterizan a un pueblo y unos ciudadanos que viven la vida de forma tranquila. Su imponente catedral, su Semana Santa y su románico son la identidad de una urbe bañada por el río Duero. Su muralla, su bosque de Valorio o la Vaguada, son otros de los atractivos de esta pequeña y hermosa capital de provincia pero que, además, posee otros atractivos como es su equipo de fútbol, el Zamora CF, que agoniza y se debate entre la vida y la muerte coqueteando con el descenso a Tercera División.

Un club que sintió el pasado domingo 19 de marzo como el Real Oviedo le diera un repaso dejando al club zamorano en una situación crítica. El Zamora CF sufrió la embestida carbayona en forma de cuatro goles (1-4), uno de ellos, ironías del destino, de un ex rojiblanco como Sergio García, ante multitud de aficionados asturianos que llenaban el Ruta de la Plata. Un equipo que vió como sus aficionados abandonaban el estadio rojiblanco abochornados, melancólicos, tristes, alicaídos, derrotados. Una afición que lloraba de desolación y simbolizaba a la perfección el estado de ánimo de una parroquia que empieza a convencerse de estar presenciando los últimos encuentros del Zamora CF en Segunda Division B si nada lo remedia y, quién sabe, sus últimos partidos antes de desaparecer por las deudas y el descenso.

Es difícil imaginar una ciudad sin su club de fútbol. Obviamente, la vida seguiría hacia adelante pero nada sería lo mismo. Parte de la sociedad ya no tendría tantos motivos para ilusionarse los domingos después de ganarse el pan durante la semana, como es ir a disfrutar de su equipo al estadio. En los momentos que vive nuestra sociedad actual, sería privar lo que el Zamora CF y cualquier club de fútbol aporta al ciudadano: ilusión. El ser humano, sin ilusiones, no es nada.

Cuatro partidos, doce puntos por disputar y tres victorias necesarias o, como mínimo dos, son los números que le hacen falta a uno de los peores equipos de la segunda vuelta, y que se encuentra en puestos de descenso. Más que puntos, lo que el Zamora CF necesita es arropo de una afición conveniente con la crítica situación, y a un grupo de jugadores que salgan al campo a dejarse la vida por un club que ve como puede dejar más de tres lustros de historia en Segunda División B en la cuneta. Sin miedos, sin dudas. El Zamora CF necesita rescuperar el espíritu, la convicción, el autoestima perdida y, de la misma forma que el club no olvida al eterno capitán, Agustín Villar, homenajeándole con una placa en su nombre en la puerta número cero, el espíriru de Agustín, tampoco olvida al Zamora CF. El bravo capitán no hubiese permitido acabar de esta manera tan triste y alicaía como la mostrada en la segunda vuelta del campeonato, sin la mentalidad necesaria para sobreponerse a los acontecimientos. Agustín luchó hasta el final y es por eso que el espíritu del eterno capitán  acompañará a un club y una afición que se encuentra en una de las situaciones más críticas de su humilde historia.