Han tenido que pasar cuatro envites para  que el Zaragoza vuelva a mantener la portería  a cero. Fue contra el Racing de Santander en el propio Sardinero y con Pablo Alcolea defendiendo los tres palos. La semana anterior los maños habían empatado a cero en La Romareda frente al Lugo.

 En estos encuentros, los pupilos de Popovic han mantenido un estilo de juego regular: estilo aburrido, juego soporífero, con poca intensidad, desaprovechando dos ventajas por la mínima ante su afición contra el Alcorcón y el Sporting; logrando sacar un punto de Tenerife tras un duelo paupérrimo y naufragando en el Benito Villamarín ante el líder de la categoría por 4-0.

Una asignatura pendiente que parecía haberse resuelto

En Segunda División, siempre se escucha la misma cantinela: lo importante es saber encajar el mínimo posible de tantos. Es la base de cualquier equipo que pretenda ser un serio aspirante al ascenso.  Se trata del resultadismo que siempre ha primado en esta categoría frente a cualquier plasticidad en el estilo de los conjuntos.

Los goles encajados eran uno de los principales quebraderos de cabeza, tanto de Víctor Muñoz como de Ranko Popovic. Sin embargo, ninguno de los dos ha conseguido reforzar la defensa de tal manera que sigue siendo una asignatura totalmente pendiente para los maños. Curiosamente, el primer partido en el que los blanquillos consiguieron tal hazaña fue en el estreno liguero, allá por finales de agosto en el Nuevo Colombino (0-0).

Los cinco encuentros consecutivos sin encajar ningún gol fueron, en realidad, un oasis en el desierto Pero enseguida empezaron a asomar errores defensivos garrafales, aunque se asumió como algo habitual debido a la composición a última hora de la plantilla y todos los problemas y líos institucionales que hubo de superar el Real Zaragoza durante todo el  verano. Es más, parecía que los defectos se iban limando tras tres partidos consecutivos sin encajar gol alguno (victorias frente al Alavés, Llagostera y el Mallorca en las jornadas cinco, seis y siete, respectivamente).  A pesar de ello, tras la victoria por 1-3 sobre el Alcorcón, el conjunto aragonés entró en una racha negativa de cuatro encuentros consecutivos sin conocer la victoria (tres derrotas y un empate) y se produjo el cese fulminante de Víctor Muñoz.

Llegó Ranko Popovic y se encontró con el mismo problema, haciéndose palmario con la goleada sufrida en las Palmas tras encajar cinco goles. Fue desde entonces cuando, con una defensa fija conformada por Fernández , Vallejo (que se ha convertido no solo en un puntal de los blanquillos, sino en el capitán y referente de la afición), Mario y Cabrera (contando con Rico cuando algunos de éstos faltaba), los aragoneses sumaron hasta cinco partidos con la portería a cero, siendo Bono el titular bajo palos. 

Cuando todo parecía solucionado, asomó la verdadera realidad del equipo dirigido por Popovic. Estos buenos resultados fueron como un oasis en pleno desierto. Es cierto que dos envites después se logró volver a sellar la portería contra el Lugo en la capital aragonesa y una semana más tarde  se hizo lo propio ante el Racing de Santander, pero los resultados no han sido nada positivos hasta la victoria del pasado domingo frente al Numancia (consiguiendo 11 de 27 puntos), costando varios puntos diversos errores y despistes defensivos.