Si el fútbol de un país se mide por las canteras, en España pueden estar tranquilos. Villarreal y Espanyol ofrecieron un espectáculo de final en la XXI Copa de Campeones. Acabó con triunfo “groguet” en la prórroga cuando contaban con un jugador menos y tras recibir el mazazo del empate en el último segundo de partido. El Espanyol, a pesar de ir perdiendo desde el minuto 4 y recibir el segundo antes del descanso, no se rindió nunca y forzó la prórroga cuando solo el más ferviente perico soñaba. El sueño blanquiazul se convirtió en pesadilla con el cabezazo de Mathias que llevaba el trofeo a tierras castellonenses, aunque en realidad fue el fútbol español el que ganó más.

El Villarreal se puso 0-2 en la primera media hora

Comenzó mejor el Villarreal y lo aprovechó pronto pues a la media hora ya ganaban dos a cero. Esquematizado en un 4-4-2 idéntico al de su rival, el equipo de Javier Calleja apretaba muy fuerte la salida de balón perica. Y en una de los primeros errores de los catalanes, Mario González levantó por vez primera a la hinchada amarilla con un tiro raso. Tras el gol, la mentalidad del Submarino no varió y mantuvo la presión en campo contrario para dificultar en demasía al Espanyol. Los de David Gallego no solo eran incapaces de llegar o superar la zona de tres cuartos, sino que el Villarreal dañaba con jugadas rápidas y verticales que se fueron sucedieron. Primero fue Alfonso Pedraza quien no picó con atino tras un gran pase de Iván “Cassano” Orts, y más tarde volvería el goleador Mario a probar fortuna, pero esta vez el guardameta perico Rubén Ualaloca enviaría a córner.

En ese saque de esquina el Villarreal iba a volver a marcar con un remate de Genís Montolio en el primer palo. Llegando desde atrás con fuerza. Imposible para Rubén. El 2-0 y la imagen de impotencia que transmitía el conjunto perico daba a entender que la final estaba prácticamente acabada. Además, cuando el Espanyol tenía oportunidad de crear peligro, los defensores amarillos los paraban en falta con las consiguientes amarillas para el central Ginés, y los mediocentros Cassano y Rodrigo. Por mucho que hicieran bascular a los de Castellón, solo encontraron el área rival en una subida del internacional sub-19 Aarón Martín. El lateral izquierdo llegó a línea de fondo, pasó atrás pero el difícil disparo barcelonés lo despejó Joaquín. La jugada cambió de área tras el contraataque y Mario a punto estuvo de hacer el tercero, pero no pudo aprovechar la pifia de Rubén al tratar de jugar con los pies fuera del área.

Con esa sensación de superioridad, el bando valenciano incluso se divertía cuando tenía el esférico. Hubiera sido uno de los goles del campeonato si Pedraza no hubiese cruzado en exceso tras un pase de tacón de Simón. Ni siquiera un disparo defectuoso de Marc Roca desde la frontal, ni un mano a mano de Marc Gual que desbarató Joaquín de un modo perfecto menguaban el sentimiento de que la final estaba muy controlada del lado amarillo. Con tales emociones se llegó al descanso y se prosiguió en los primeros compases de la segunda. La posesión cada vez era más del equipo catalán, pero el valenciano seguía sin apenas cometer errores en sus dos atrasadas líneas de cuatro y haciendo daño cuando tenía oportunidad. Como en otro otro contragolpe comandado por Simón Moreno que no acertó a finalizar su compañero en la delantera Mario.

El Espanyol consiguió empatar el 0-2 en los últimos 7 minutos

La segunda parte siguió transcurriendo tranquila. La posesión era sempiterna del Espanyol, pero aunque el Villarreal cada vez retrocedía más antes las buenas basculaciones con balón, las ocasiones llegaban a cuentagotas. Probó fortuna Iván Écija con un disparo alto, también Mario volvió a cabecear entre los tres palos un saque de esquina que salvó Rubén, y la respuesta del otro portero Joaquín a diez minutos del final salvando un gol cantado. No terminó de abdicar el Espanyol en ningún momento, a pesar de que el acierto no iba con ellos. Ya fuese con disparos desde dentro del área o rematando jugadas ensayadas, no conseguían superar a Miralles.

Terminó llegando el tanto merecido cuando quedaban pocos suspiros de encuentro. Víctor Campuzano, a tres del final, recortó distancias con un chut al palo izquierdo del hasta ese momento intratable Ximo Miralles. Sí hay tiempo, había esperanza pensaría el banquillo blanquiazul. Esa esperanza se convirtió en realidad milagrosa en el que hubiera sido el último aliento de la final. Un segundo centro tras un córner despejado por la defensa amarilla fue rematado de cabeza en el palo largo por Eric Gracia (90+3'), uno de los delanteros suplentes de David Gallego. La locura que imperó en el Estadio Francisco Bonet no tiene nada que envidiar a la que se vivió en el Da Luz lisboeta en la última final de Champions League. El Villarreal había ido ganando durante hora y media, pero de sopetón se vio empatado.

Prórroga agitada

Para entonces, los onces poco se parecían a los iniciales. Sin límite de cambios, tanto Calleja como Gallego habían retocado con hasta cinco sustituciones sus equipos. A sus dos conjuntos les iba a hacer falta piernas llenas de oxígeno y fuerza para el tiempo extra. Como suele ocurrir, una parte fue para cada equipo. El Espanyol, lleno de adrenalina, fue mejor en el primer cuarto de hora. No obstante, ni Entrena con un disparo que volvió a despejar Ximo, ni Campuzano y Carles Soria con remates con el exterior hacia fuera hicieron el ansiado tercer gol. El descanso cambió el chip y fueron los amarillos quienes tomaron las riendas del partido. Jorge Méndez disparó dos veces sobre Rubén hasta que su equipo se quedó con uno menos. Ginés vio la doble amarilla (112') cuando intentó cortar un contragolpe que hacía correr Lauren Egea.

De repente la fatiga se hizo doble en los hombres de Calleja. Debían resistir los minutos que faltaban de una prórroga que no habían pensado jugar con un jugador menos. Empero, la diosa Fortuna cambió de camiseta en esa prórroga sin que el público lo imaginara o intuyese. Por eso, en el 117, tras una falta lejana centrada al área por Víctor Moyá, el central Mathías Rodríguez cabeceaba para transportar a los suyos al éxtasis y la gloria. Sí es cierto que tuvo otra el Espanyol en botas de Campuzano, pero en esta ocasión no habría gol sobre la bocina. El Villarreal era el campeón de campeones en categoría juvenil, mientras que el Espanyol quedaba relegado a un segundo puesto que no podía desmerecer el trabajo realizado por el equipo barcelonés. Ganó el submarino su primera Copa de Campeones, perdió el perico su cuarta final, pero quien más triunfó en suelo sexitano fue la cantera española.

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Sobre el autor
Rafa Medel Casla
Periodista. Coordinador del Rayo Vallecano en Vavel.com Puedes leerme también en Perarnau Magazine.