Final Sevilla 86: el golpe más duro
FOTO: UEFA

"De este agua nunca beberé". Esa era la broma típica de los aficionados que se desplazaban a Sevilla para presenciar la final entre Barça y Steaua de Buscarest. Los aficionados azulgranas se sentían victorioso y viajaban al sur de España con la intención de vivir una fiesta y ver a su equipo coronarse campeón de Europa por primera vez. El Barça, entrenado por Terry Venables, afrontaba una final "fácil" (final y fácil son dos palabras que nunca deberían ir seguidas). Se enfrentaban a un equipo sin figuras del futbol mundial y con en equipo de ensueño. 

El Barça se presentó al estadio andaluz con Urruti en la portería, Gerardo, Migueli, Alexanko y Julio Alberto en defensa, Víctor Muñoz, Marcos Alonso, Bernd Schuster y Pedraza en el centro del campo y una delantera con Steve Archibald y el Lobo Carrasco. 

La final de Sevilla es el ejemplo de que "final" y "fácil" son oxímoron

El partido acabó como empezó, empate a cero. La afición pasó de la relajación a la taquicardia en 90 minutos. El equipo también notó los nervios. El ejemplo más claro fue el de Bernd Schuster, sustituido en el minuto 85. El alemán, enfadado, abandonó el estadio antes del final. Ese mismo verano, dejaría el Barcelona. La prórroga acabó con el resultado inicial y la tanda de penaltis fue una de las peores de la historia. Se realizaron 8 lanzamientos y el resultado fue 2-0 a favor de los rumanos. 

Majaru falló el primero para el Steaua. Lo lanzó centrado y Urruti lo blocó. Alexanko ejecutó el primero para el Barça, lo lanzó a la izquierda y Duckadam lo rechazó. Bölöni falló el segundo. Urruti se lanzó a la derecha y lo rechazó. Pero Pedraza tampoco aprovechó para adelantarse en el marcador. También lo tiró a la derecha, ajustado al palo, pero Duckadam sacó una gran mano. Lâcâtus marcó el primero. La pelota tocó con fuerza en el larguero y botó dentro de la portería. Pichi Alonso, que había entrado en la prórroga, volvió a fallar. A la derecha de la portería, Duckadam volvió a parar convirtiéndose en el héroe. Balint anotó el segundo del Steaua y Marcos Alonso acabó con el mal trago azulgrana fallando el cuarto. 

El Barça se llevó uno de los golpes más duros de la historia en Sevilla, ante un rival sin entidad. El culer aprendió que una final, por muy fácil que parezca, nunca puede ir acompañada del adjetivo "fácil".  

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