Como reza la mítica canción de The Doors: Es el final, querido amigo. Con Xavi no solo se va el mejor centrocampista de la historia. Se va una manera de entender el futbol. Acaba un camino conjunto, donde jugador y equipo siempre fueron de la mano, en una misma dirección, una misma sintonía y un mismo saber hacer.

Es el final de los planes elaborados. El fútbol tiende al físico. El espectáculo a través de la pelota, de la elaboración, corre el riesgo de quedar en un segundo plano hasta que otro mito, a la altura del de Terrassa, ose desempolvarlo.

Con el adiós de Xavi acaba aquello que quedaba. Acaba el legado de un arte maravilloso que inventó Cruyff, tecnificó Van Gaal, aprovechó Rijkaard y perfeccionó Guardiola. Xavi es la mejor manera de definir al Barça de los últimos 17 años. El ejemplo de que al fútbol se juega con la cabeza, no con los pies. El exponente de la competitividad, que ha desembocado en un palmarés de 25 títulos, el más grande de cualquier jugador del club.

Campeonato Títulos
Liga Española 8 (98/99, 04/05, 05/06, 08/09, 09/10, 10/11, 12/13, 14/15)
Copa del Rey 3 (08/09, 11/12,14/15)
Champions League 4 (05/06, 08/09, 10/11, 14/15)
Supercopa de España 6 (04/06, 05/06, 08/09, 09/10, 10/11, 12/13)
Supercopa de Europa 2 (09/10, 11/12)
Mundial de Clubes 2 (09/10, 11/12)


Luis Enrique y Zubizarreta le ayudaron a seguir, sabiendo que su rol estaría reservado más a líder que a organizador. Cuenta el gran Lu Martín que el asturiano fue claro con él: “Si no te pongo no me toques los cojones”. No se los tocó. Aprendió a asumir su rol de enlace, entre una plantilla y un cuerpo técnico dividido.

Quizá por eso, en parte, llega su adiós. El Barça de Luis Enrique es un Barça alemán, de definición, basado en los “tres pepinos” y en ser un club mortífero por naturaleza. Xavi disociaba de este tipo de juego, con transiciones más rápidas y menos pensadas.

Estuvo a punto de marchar el anterior verano, después de la decepción que le supuso primero, claudicar en liga contra un equipo contrario a lo que él defiende, y segundo, ser suplente en el mundial de Brasil, donde España alcanzó el ridículo con todas sus letras.

Sin su intervención tras Anoeta para apaciguar las aguas entre Messi y Luis Enrique, no se explicaría el triplete del Barça. Xavi se despidió del Camp Nou organizando la foto con las familias de los futbolistas. Su despedida fue mejor que la que cualquier día pudiera haber soñado, pero su papel de líder espiritual (combinado con muy buenos ratos de fútbol) puede haber influido en la decisión.

Xavi no aguantaba estar en el banquillo vestido de corto. Se va a Qatar a aprovechar los últimos destellos de su calidad alcalina y a vestirse de largo para volver a ocupar el banquillo, sin el ansia de atarse las botas y manejar el juego desde dentro del rectángulo.