Querido rojillo, quizá las próximas líneas no sean una fuente de disfrute. Que menos que avisar. Es como cuando en la televisión salta ese mensajito que dice '+18'. Parece lógico que tener 17 años y once meses no te va a apartar de la emisión; aunque, a decir verdad, ni siquiera teniendo 12 se garantiza uno cribar al público con un simple aviso sobreimpresionado... Con este texto ocurre algo parecido. No hay sangre, ni drogas, ni sexo, ni palabras malsonantes, como puede ser una película de Tarantino, sino que este es uno de esos documentos que pueden herir sensibilidades, hacer florecer los miedos más profundos y hurgar en las llagas más recientes. Sin embargo, como en el 90% de los filmes, tendrá un final feliz. No es spoiler –esto no es Juego de Tronos–, es historia. Historia osasunista. Historia sufrida, agónica y desesperante, pero historia pasional e inexplicable. Y como en los libros/capítulos de la serie de George R. R. Martin, no siempre se acaba una temporada brindando al son del Himno de la Alegría –amén de descenso de 2014–, pero a veces merece la pena recorrer caminos angostos y líneas poco gratificantes para obtener, en las últimas palabras, ese dulzor intenso que alegra, como el mejor de los postres, una comida rancia y pesada.

Debemos recordar, antes de nada, que todavía hablamos de un festín de lujo. No son los grandes salones de la Primera División –el Bernabéu, el Nou Camp, Mestalla, el Calderón–, pero el aficionado rojillo todavía goza de pase VIP para locales de alto standing. Locales profesionales. Mendizorroza, Los Pajaritos, el Iberostar, etc. Espacios acogedores, con comensales de talla y nombre acordes al delicado paladar rojillo. Ahora –concreción: julio de 2015–, los banquetes que allí sirven saben fenomenal, pero hace apenas un año la lengua del seguidor osasunista se caía a pedazos con solo pensar en el menú que tenía por delante. Tras 14 años de entrecot tocaba enfrentarse a un triste filetón: el descenso, Segunda División. Aunque, en virtud de la honestidad, los navarros no tardaron el apreciar las bondades del nuevo manjar. Porque hay quien dice que se aprende a base a palos y el verano de 2014 fue como una sucesión de guantazos en la cara con trozo de carne dura, cruda y correosa (Segunda B) que muy cerca estuvieron de servir los camareros de la LFP a los habituales de El Sadar.

Primera salvación del curso: verano de 2014

Dos días después del descenso estalló la burbuja rojilla

Si aquella fatídica tarde ante el Real Betis data del pasado 18 de mayo de 2014, el día 20 de ese mismo mes Osasuna ya estaba inmerso en una crisis institucional y económica de proporciones épicas y, hasta entonces, desconocidas que amenazaban su permanencia, no en Primera –más que sentenciada–, ¡en Segunda! Las exclamaciones añaden dramatismo y sorpresa al asunto, algo que podría exaltar a cualquier rojillo si no estuviera ya acostumbrado a este tipo de amenazas. Y es que el club acumuló en sus dos últimas legislaturas barbaridades financieras para enterrar 95 –entonces 94– años de historia. Y eso que en ese momento, como más de uno avisó, solo se veía la punta del iceberg perturbando el planchado de las alfombras de El Sadar. Una imperfección que llamó la atención tras años de derroche y fútbol elitista; una imperfección que despertó la curiosidad por descubrir qué era aquello que la provocaba y que sumió a Osasuna en los meses más dramáticos de su historia.

Deudas con clubes por antiguos traspasos, nóminas sin resolver y jugadores dispuestos a denunciar con el respaldo de la AFE, proveedores a la espera de cobrar sus contratos, operaciones más grandes de lo que en su día se dijeron, etc. Todo papel firmado por Miguel Archanco, presidente de Osasuna, se convirtió automáticamente en motivo de discordia y cada noticia referente a los impagos del club destapaba nuevos acuerdos sin resolver. La mediatización de las cuentas rojillas fue la gota que colmó el vaso de la paciencia de dos de sus directivos: Manolo Ganuza y José Manuel Purroy, que convocaron una junta extraordinaria para exigir medidas drásticas a su cabecilla, que apenas una semana después de la hecatombe deportiva ponía su puesto en manos de los socios.

Fotografía: Miguel Archanco.

Archanco confirmó a Martín como entrenador en verano

Con la deuda creciendo como la espuma —10, 40, 70, 90...— y Miguel Archanco todavía calentando con sus posaderas el sillón rojo de Izco, el máximo dirigente del equipo navarro puso en marcha, como si nada, la pre-pretemporada rojilla con la toma de una serie de decisiones que navegaban en el limbo de la legitimidad para un presidente que tenía los días contados en el puesto de mando. Una de ellas —además de la felicísima "incorporación" de Mamadou Koné— fue la "contratación" de Enrique Martín Monreal como técnico del primer equipo. El anuncio, por parte de Archanco, permitió que el de Campanas compareciera ante la prensa con tono cauto pero como nuevo técnico del primer equipo. Menos mal, porque su firma se retrasó, su presentación se retrasó y su fichaje quedó en el aire hasta que la asamblea de socios compromisarios tomara una decisión sobre el presidente.

Zabaleta y la Junta Gestora se hicieron cargo del club

Pero la retahíla de polémicas que arrastró el máximo directivo rojillo en tan solo un mes fue demasiado pesada incluso para cargar con ella hasta el día 20 de junio, fecha en la que se tenía previsto el vis a vis con los socios y que vino precedido de episodios dantescos como el corte de la luz de las oficinas de El Sadar por el impago de las facturas. Archanco presentó su dimisión el día 16 de junio y el 21 su gran opositor, Javier Zabaleta, se hacía con la dirección del club al frente de una junta gestora que debía enderezar el rumbo del Club y del primer equipo hasta finales de septiembre, cuando se celebrarían las elecciones. Porque, obviamente, la construcción de la plantilla estaba absolutamente parada y las únicas noticias que amenizaban el verano rojillo eran despedidas y rumores, pero nunca fichajes.

En este sentido fue clave la intervención de la Hacienda Foral y el Gobierno de Navarra, que tendió la mano a la gestora rojilla y firmó una tregua con el club. La consejera de Economía, Lourdes Goicoechea, reculó en su decisión de congelar las cuentas de Osasuna para que se pudiera pagar con el dinero de los traspasos una deuda inmediata de ocho millones que mantenía en vilo al aficionado y al puesto que teóricamente debían ocupar los navarros en Segunda División.

Con la "permanencia" encauzada, el 9 de julio el fútbol volvió a Osasuna. Las noticias deportivas desbancaron por primera vez en muchas semanas a las institucionales y Jan Urban, un mito del equipo rojillo, era presentado como nuevo técnico. ¿Martín? Tan solo una víctima más de la broma macabra que regaló Miguel Archanco durante aquel mes que permaneció encadenado a su despacho de El Sadar. Pero, con el polaco ataviado con los ropajes típicos de San Fermín, las fiestas en pleno apogeo y la bandera rojilla ondeando de nuevo, ya nadie se acordaba del de Campanas, ni del expresidente, ni de la Primera División. La ilusión retornó al club que, cinco días después, comenzaba oficialmente su pretemporada con 23 jugadores, entre ellos, siete canteranos y cinco nombres que no terminarían agosto en las filas de Osasuna.

Presentación de Jan Urban (i), junto a Zabaleta. Fotografía: EFE.

Con casi dos meses de retraso, por fin la secretaría técnica podía empezar a trabajar –contrarreloj, eso sí– en la conformación de la plantilla. Aunque, hay que mencionar que en unas condiciones un tanto disparatadas, pues Petar Vasiljevic, director deportivo de Osasuna, trabajó al filo de la ilegalidad entre el 30 de junio (fecha en la que vencía su contrato) y el 5 de agosto, cuando la junta gestora anunció su renovación. Entretanto, una nueva alegría iba a compensar la angustia de los dos meses anteriores: el retorno de uno de los mejores extranjeros que ha vestido la camiseta rojilla, del príncipe de Persia, de Javad Nekounam. Un motivo más para sumarse al carro, para ilusionarse por la Segunda División, algo impensable poco tiempo atrás. Y eso que todavía Pamplona no había visto a su nuevo equipo en acción. Lo hizo tres días después, con la visita del Athletic de Bilbao a El Sadar y con una contundente victoria por 3-0 ante los leones de Primera. El hype desbordaba a la afición, ansiosa por ver a los suyos en competición oficial.

Sin embargo, todavía se podía añadir un poco de incertidumbre al nuevo, renqueante, pero vigoroso Osasuna. La LFP, demostrando que sus amenazas no eran en vano, descendió al Real Murcia –junto con los rojillos y el Zaragoza, el otro equipo amenazado por la deuda inmediata–, una decisión que llevó al conjunto grana a los tribunales y que obligó al aplazamiento de la primera jornada de la Liga Adelante, prevista para el 18 de agosto. No obstante, Javier Tebas, presidente de la Liga de Fútbol Profesional, quizá consciente del insufrible verano que había hecho pasar a los aficionados rojillos, compensó al público de El Sadar con el partido inaugural del campeonato: el 23 de agosto, a las 19:00h, frente al Barcelona B. Osasuna comenzaba la temporada 2014/15.

Septiembre-Octubre: un comienzo mareante

Osasuna fue el primer líder del curso

Un centro de Javi Flaño al área. Punto de penalti. Nino, tres temporadas, nueve goles y una rotura de ligamento. Esta vez la ambulancia sonó, pero para celebrar el primer gol del curso. Tan solo 16 minutos desde el saque de centro hasta el tanto del delantero de Vera, que lo celebró con rabia contenida. Aún con ese amargor que no acababa de quitarse de la camiseta rojilla. Su segundo tanto de la tarde, a los 80 minutos, le sentó mejor. A él y a Osasuna, que firmaba su primera victoria de la temporada (2-0), ante un equipo peligroso como el Barça B y dejando buenas sensaciones. Los rojillos eran el primer líder del curso. Un inicio arrollador que mantuvo vivo una semana más Miguel De las Cuevas, con un gol sobre la bocina en La Romareda (1-1) que mantenía a los de Urban invictos.

Con dos jornadas disputadas, los navarros se erigían como uno de los conjuntos a tener en cuenta para el ascenso, no solo por sus resultados, sino por una extraña motivación que les empujaba y que hacía tiempo que el público soberano no contemplaba. Pero entonces llegaron los giros inesperados, vientos huracanados, golpes de realidad. El vecino vitoriano visitó Pamplona y en un abrir y cerrar de ojos saqueó el botín pamplonés. El Alavés salió mucho más metido, mucho más agresivo y mucho más vertical, lo suficiente para que Echaide cayera en la trampa. Penalti y 0-1 a los 13 minutos. Y tras el descanso, como un jarro de agua fría, el 0-2. Para cuando Nekounam estrenó desde los once metros el marcador rojillo, el 0-3 campeaba en el marcador y los de Urban consechaban su primer batacazo del curso: 1-3.

Los rojillos se abonaron a los partidos locos

A Osasuna le costó levantarse. Concretamente 148 minutos, los que pasaron entre el 0-0 en Palamós ante la Llagostera y el 2-3 de Loé ante el Mallorca en El Sadar. Un 2-3 que terminaría con un escandaloso 6-4 a favor de los rojillos en una segunda mitad para el recuerdo. La remontada devolvió a ilusión a jugadores y afición, pero en el seno de Osasuna había quien llamaba a la precaución: encajar cuatro tantos en casa es demasiado. Y la prudencia no tardó en darle la razón a los agoreros, que vieron como los rojillos confirmaban su fragilidad defensiva en Lugo y recibían su propia medicina cuando los hombres de Quique Setién firmaban en el 88 el 4-3 definitivo.

Aquella derrota minó la moral de los navarros que, cargados de bajas, regalaron los tres puntos al Alcorcón (2-0) en la jornada 8, justo antes de un nuevo partido loco, una nueva remontada. Esta vez la víctima fue el Tenerife y, el verdugo, Kenan Kodro, que firmaba el 3-2 definitivo en el 93. Los rojillos se abonaban a las remontadas y, tras la derrota 1-0 ante el férreo Sporting de Gijón, El Sadar se engalanaba para la madre de todos los partidos. Un duelo con sabor a Primera División centraba la atención de la Liga Adelante: Osasuna - Betis, y Rubén Castro quiso acaparar todos los flashes con un gol y una asistencia en 45 minutos subliminales; pero no tanto como los del equipo de Urban en la segunda mitad. Nekounam, Miguel Flaño y Onwu, ya en el 88, firmaban una nueva remontada (3-2), dejando una imagen que contrastó poderosamente con lo que el destino tenía preparado para el equipo en los partidos venideros.

Onwu marcó su único gol en el 88 ante el Betis. Fotografía: Fanscup.

Otoño amargo

Tan solo dos puntos de los 15 posibles en noviembre

Pasado este oasis en el ímprobo desierto de la categoría de plata, los pupilos de Jan Urban iban a atravesar su primera gran mala racha de la temporada, consiguiendo tan solo dos puntos de los 15 posibles en lo que restaba de mes. Con la victoria conseguida ante el conjunto sevillano en el bolsillo, Osasuna, y una incipiente marea rojilla, viajaban Los Pajaritos para enfrentarse al Numancia, en un partido con tensión, intensidad y, ante todo, poco fútbol (0-0). Un pequeño atisbo de relajación que se convirtió en parálisis ante la visita de una Ponferradina, que en todo momento iba a controlar a su gusto el encuentro, llevándose la victoria (0-1) y, con ella, un nuevo intento de estabilización frustrado que los rojos no iban a encontrar en toda la campaña.

Una semana después, era el Albacete el que arrebataba, merecidamente, los tres puntos a Osasuna en el Carlos Belmonte (2-0). Los fantasmas del descenso comenzaban a sobrevolar la capital navarra, que veía como su equipo marchaba cuesta abajo y sin frenos. La redención interruptus llegó ante el todopoderoso Girona, en una jornada sin goles (0-0) a pesar del afán de los hombres de Urban por perforar la portería defendida por Becerra. Y es que la ansiosa afición rojilla comenzaba a reclamar una reacción inmediata, pero la única respuesta que encontró fue el trompazo del año: 1-0 en Anduva ante el Mirandés y ultimátum de la Gestora a Jan Urban.

A principios de diciembre, Sabalza tomaba el relevo de la gestora

A todo esto, la carrera por la presidencia marchaba paralela al nefasto mes de noviembre del cuadro rojillos. Sí, aquella que debía haber tenido lugar a finales de septiembre y que finalmente, para no marear más la perdiz –esa fue más o menos la versión oficial– se retrasó unos cuantos meses para garantizar un proceso electoral con todos sus ingredientes: campaña, promesas, anuncios, avales, etc. Solo les faltó una cosa: candidatos. Javier Zabaleta, que se postulaba como favorito a imponerse en los comicios, no consiguió reunir los requisitos para oficializar su candidatura y el 4 de diciembre anunciaba su retirada, dando vía libre y la presidencia a su adversario y actual mandamás rojillo: Luis Sabalza.

La gran racha de invierno

Urban salvó el pescuezo ante dos 'primeras'

Quedaban dos partidos antes del parón navideño y Osasuna no podía fallar. El estreno de la nueva directiva en el palco coincidía posiblemente con dos de los partidos más difíciles de la temporada para el conjunto rojillos: Valladolid en El Sadar y Las Palmas a domicilio. Dos líderes, dos equipos que hoy son de Primera y dos rivales que podían hundir a los rojillos hasta el puesto más bajo de la clasificación en su momento más delicado de la temporada. Pero, como reza la canción, 'Osasuna nunca se rinde'. Así fue como tras el descalabro de Miranda, los rojillos se derrotaron a un gran Pucela (2-1) y remontaron (1-2) al cuadro canario para reafirmar a Urban como técnico y comerse los turrones fuera de los puestos de descenso.

Los rojillos sumaron seis partidos sin perder

Era el comienzo de la que sin duda fue la mejor racha del equipo en todo el curso. Los Reyes Magos se adelantaron en 2015 y regalaron tres puntos de oro, la tercera victoria consecutiva y la enésima remontada de la temporada ante el Leganés, con dos goles de Miguel De las Cuevas, sus últimos tantos con la camiseta de Osasuna (2-1). Una semana más tarde, con el equipo en cuadro por la Copa de África y la Copa de Asia, la velocidad rojilla se redujo, firmando un escueto aunque valioso punto en el Nuevo Colombino ante el Recre (1-1), mismo premio que ante el débil Sabadell en la jornada siguiente (0-0). Cinco jornadas consecutivas sin perder, a pesar del famoso límite de los siete profesionales y del sobradamente conocido límite de las 18 fichas. Pero quedaba la guinda: 0-1 en el Mini Estadi ante el Barça B en la primera jornada de la segunda vuelta y el sueño de los Playoff más cerca que nunca. Las cosas parecían marchar bien para Urban y los suyos, pero lo cierto es que Osasuna se quedaría helado durante muchas semanas. Helado como el césped de El Sadar.

Dos entrenados y 12 partidos sin ganar

La nieve obligó a aplazar los partidos ante Zaragoza y Alavés

Si esta temporada puede considerarse como la más virulenta de la historia del club, el mes de febrero probablemente se lleve la palma si afinamos más la apreciación. Cruel y raro. Raro porque en cabeza alguna cabe lo sucedido entre el 1 y el 7 de febrero, fechas señaladas en el calendario de la LFP para el Osasuna - Zaragoza y el Alavés - Osasuna. Con un temporal azotando el norte de la península ambos encuentros se suspendieron por la nieve que, El Sadar primero y Mendizorroza después, acumularon sobre el césped. Dos semanas sin entrar en competición que bloquearon al equipo rojillo el día 10, con la derrota 0-1 en El Sadar ante el Zaragoza tras un error garrafal de Raoul Loé.

El estallido del 'Caso Osasuna'

Parecía entendible la derrota y más después de seis jornadas consecutivas sin conocer la derrota. No obstante, la victoria de la Llagostera (0-1) cuatro días más tarde, en el mismo escenario, ante un equipo roto y, de nuevo, tras un fallo defensivo –esta vez con la firma de Liassine Cadamuro– caldeó de nuevo el ambiente en el entorno rojillo que, con el comienzo de la nueva semana, recibía un golpe frío en la columna: el diario Marca daba a conocer una investigación abierta por presunto amaño de partidos por parte del equipo rojillo durante el final de la temporada 2013/14. Un aviso a navegantes que con el paso de los días se convirtió en el llamado 'Caso Osasuna' y que, aderezado con estafas, desfalcos, especulaciones y soplones, se convirtió en la película de gángsters más retorcida del curso. Película que acumula más imputaciones que las que se puedan contar con los dedos de las manos, que ha llevado al expresidente Miguel Archanco y a su mano derecha, Txuma Peralta, a prisión y que todavía pretende desequilibrar la pretemporada rojilla para el próximo curso.

Llegado el fin de semana, el partido en el Iberostar ante el Mallorca se convertía en la vía de escape idónea para todo el osasunismo, pero un demoledor 3-0, con dos goles en tres minutos, terminó de hundir la fe del equipo, de Urban y casi del club. Ni siquiera la directiva, recién llegada y con las manos limpias, parecía ver el vaso medio lleno y, tres derrotas apáticas después, hizo llegar al técnico rojillo un nuevo ultimátum. Pero esta vez el polaco no pudo salva el match ball. Con un 0-2 en el marcador a los 12 minutos, el Lugo agravó la crisis de Osasuna y sentenció a la viva representación de la resurrección, del 'Volveremos' de la campaña de socios, probablemente el único éxito del equipo esta temporada.

Mateo sustituyó a Urban el 28 de febrero

El 28 de febrero, José Manuel Mateo, técnico del filial y hombre de la casa, sustituía a Urban en el banquillo del primer equipo y, con él, otro rojillo de pro retornaba a El Sadar para acompañarle como su segundo de abordo: Alfredo Sánchez Benito. Dos de los protagonistas sobre el verde del último ascenso –ambos titulares ante el Recreativo de Huelva aquella tarde mágica del año 2000– ante el reto, desde el banquillo, de evitar un descenso que estaba llamado a firmar la partida de defunción del club.

Alfredo (delante) y Mateo en un entrenamiento. Fotografía: Noticias de Navarra.

El técnico navarro estuvo al frente del equipo apenas diez jornadas, con un pobre bagaje de cinco puntos de los 30 posibles y, lo más preocupante: apenas cinco goles, dos de ellos de penalti. Su debut, sin apenas margen de maniobra, acabó con un 2-0 en contra en el Sardinero ante el Racing. Mal necesario, esperaban todos los rojillos, para un nuevo resurgir. El equipo hizo un amago de mejoría ante el Alcorcón, en un partido en el que solo un gol de Guichón en el 85 evitó la victoria de Osasuna (1-1). Pero, de nuevo un batacazo y, de nuevo el Alavés, devolvió a los navarros a una triste realidad: 3-0. Una realidad que amenazaba cada vez más con un descenso a Segunda División B. Pero esta vez no por la vía administrativa, sino por la deportiva y por méritos propios.

Tenerife (2-1), Betis (3-0) y Ponferradina (1-0) protagonizaron la penitencia rojilla y solo los empates ante Sporting (0-0) y Numancia (1-1) mantenían vivos a los rojillos en la pelea por la salvación; aunque, no se sabe muy bien como. En total, doce partidos consecutivos sin conocer la victoria para el equipo de Pamplona; tantos como separaban el partido ante el Albacete del encuentro en el Mini Estadi ante el filial blaugrana. Y es que fue ante los manchegos cuando Mateo recuperó la sonrisa. La garra de Oier reventó el arco de Dorronsoro en el primer minuto y la promesa de Loé –"No voy a dejar que Osasuna descienda a Segunda B"–, ilustrada en un cabezazo del camerunés en el 81, devolvió a El Sadar la esperanza en su equipo (2-1). No así la de Sabalza en el técnico navarro que, una semana después, tras la derrota 3-0 en Girona, era cesado con el equipo en la cuerda floja a falta de seis jornadas para el final. Quizá Luis pensó que ya era hora de recompensar a la víctima de aquella broma macabra protagonizada por Archanco en junio de 2014.

El milagro de Martín 2.0

Enrique Martín llegó al banquillo a falta de seis partidos

El nuevo capitán de la nave rojilla iba a ser –esta vez de verdad– Enrique Martín Monreal. El técnico de Campanas cumpliría su tercera etapa como entrenador del primer equipo osasunista casi por imperativo emocional, místico y por desesperado. Como al Señor Lobo, a él solo se recurre cuando la cosa pinta mal. Rematadamente mal. Tan solo quedaba confiar en un nuevo milagro de Martín, de San Martín, para salvar la categoría y la institución en su conjunto.

Y con 'la Bruja' llegó de nuevo el optimismo. Sonriente, pletórico, motivado, confiado, optimisma. Así se presentó Martín ante los medios de comunicación el pasado 6 de marzo. Decidido con la consecución del objetivo, se puso el mono de trabajo desde el primer día, convocando a los jugadores en Tajonar en su día de descanso. Tal fue el ímpetu y la energía que demostró en los entrenamientos que tuvo que ser ingresado por un síndrome coronario agudo cuando apenas llevaba dos sesiones al mando. Un contratiempo le obligó a perderse el vital choque ante el Mirandés en El Sadar, un encuentro en el que por fin se volvieron a ver pinceladas de ese Osasuna de la primera jornada y en el que los rojillos sumaron los tres puntos gracias a los tantos de Nino y un recién llegado Pablo Hervías (2-0).

“Osasuna y yo íbamos para la UVI, hemos estado un ratito, nos han atendido fenomenal y ya hemos salido”. Martín Monreal recibía el alta hospitalaria tres días después tras ser sometido a un cateterismo y, de forma paulatina, se fue incorporando de nuevo a los entrenamientos para preparar el partido de Valladolid. Los de Pucela, inmersos en la lucha por el ascenso, iban a ser un hueso duro de roer pero los rojillos lograron un valioso punto (1-1) gracias al gol de Miguel Flaño. Y pudieron ser tres si el colegiado hubiera dado por bueno en los últimos minutos un disparo de Nino que rebasó la línea de gol tras pegar en el larguero.

Dos partidos, cuatro puntos, tres goles a favor y solo uno en contra. Y eso que Martín todavía no había podido debutar en el banquillo. Parecía que la nave rojilla marchaba el rumbo a la salvación, pero, si se recuerda la primer vuelta, tras el conjunto vallisoletano esperaba otro peso pesado de la liga. Osasuna recibía en Pamplona a la UD Las Palmas, también en la lucha por el ascenso directo. Y como en el partido de ida, el resultado de 1-2 cerró el marcador, esta vez a favor de los insulares, que se llevarían los tres puntos de El Sadar a pesar de la insistencia de Vujadinovic.

Osasuna se complicó la vida en Butarque

La derrota en casa frenaba en seco el efecto Martín, pero en la antepenúltima jornada, Osasuna visitó el estadio de Butarque para enfrentarse a un Leganés salvado y sin nada en juego. Un penalti transformado por Kodro metía los tres puntos en el macuto, Martín guardó la ropa antes de tiempo y entonces Chuli, a cinco minutos para el final, puso las tablas en el marcador (1-1) y congeló al nutrido grupo de aficionados rojillos que habían viajado a tierras madrileñas. El empate y la victoria del Racing en Soria condenaba a los navarros a depender de resultado ajenos para salvar la categoría e, incluso, una derrota ante el Recreativo en la penúltima jornada podía condenaría de forma definitiva a la entidad navarra.

El ánimo decayó por completo y más de uno comenzó a trabajar mentalmente para asumir un descenso que podía suponer la desaparición del club. No solo hacía falta una victoria ante el conjunto onubense, sino que el Racing debía perder en casa ante una Ponferradina sin demasiadas opciones de Playoff. Además, el Recreativo no iba a venir de vacaciones a la capital navarra, ya que el encuentro en El Sadar era su última bala para lograr la ansiada salvación. Por suerte, Vujadinovic marcó el camino en el tramo inicial y David García puso el 2-0 definitivo antes del descanso. Osasuna controlaba a su antojo el encuentro ante un equipo muerto, pero la jornada rojilla también se jugaba en otros estadios. La Ponfe en Santander necesitaba un empujoncito para tirarse a por el partido y este llegó con los goles de Las Palmas en Zaragoza, que daban alas al conjunto del Bierzo. Un testarazo de Alberto a la salida de un corner congelaba al Racing y ponía el 0-1 definitivo. El Sadar también celebró un gol que a la postre iba a ser vital para la salvación. El cuadro leonés ganaba en El Sardinero y Osasuna pasaba a depender de sí mismo en la última jornada ante un Sabadell ya descendido. Tras 41 jornadas de incesante lucha dentro y fuera de los terrenos de juego, un punto en tierras catalanas bastaba para conseguir la permanencia.

Vujadinovic tras el partido ante el Recre. Fotografía: Noticias de Navarra.

Osasuna estuvo más de una hora en Segunda B

La semana iba a ser larga en la capital navarra; la espera, nerviosa. Casi 3.000 rojillos viajaron a la localidad catalana para estar cerca de su equipo y conseguir juntos la ansiada salvación. La jornada era propicia y los vientos sonreían a Osasuna, ya que el cuadro arlequinado no ganaba en su estadio desde la jornada 35, precisamente ante el Racing. Pero en el minuto 20 la comedia se convirtió en drama. Un giro de guión inesperado que puso a los locales por delante en el marcador; no con uno, sino con dos tantos que devolvían a los rojillos la mirada hacia Albacete, donde el Racing, con un tanto, podía mandar a Osasuna a Segunda B. Y con los manchegos sin nada en juego, el gol llegaría poco después, a los 31 minutos, obra de Álvaro. El cielo se derrumbaba en Pamplona y Sabadell.

Los minutos pasaban y con ellos el drama cada vez se acercaba más a la tragedia. Las 3.000 gargantas rezaban a San Fermín y todos los santos conocidos para que Osasuna anotase un tanto que diera vida a los rojillos en una de sus enésimas llegadas. Fue David García quien acertó con el marco de De Navas a diez minutos para el final, pero todavía los navarros necesitaban un gol, ya fuera propio o en Albacete. Y por primera vez en mucho minutos el cuadro de Martín dejó de mirar al Carlos Belmonte. Los rojillos colgaban balones y se dirigía en estampida hacia el marco catalán, con más corazón que cabeza y el latido en la garganta. Pero la pelota no quería entrar. Llegó el tiempo de descuento y, en uno de los innumerables córners que botaron los rojillos, apareció un actor secundario para certificar la salvación. Un testarazo de Javier Flaño se coló en la portería sabadellense y el éxtasis se apoderó de uno de los fondos de la Nova Creu Alta (2-2). El fondo de los 3.000 sufridores navarros que celebraron como posesos una salvación histórica. De esta forma agónica, no apta para cardíacos, Martín Monreal iba a sumar un nuevo milagro en su carrera como entrenador, este, si cabe, más importante que el consumando en la temporada 1996/97 pues, no solo salvó la categoría, sino 95 años de historia.

El final feliz prometido

La temporada del Club Atlético Osasuna puede catalogarse de muchas maneras: decepcionante, difícil, triste, insufrible, amarga o taquicárdica. Lo prometido es deuda, querido rojillo. Tú mejor que nadie lo sabe a ciencia cierta. Este equipo siempre ha vivido al borde del abismo, teniendo que arañar puntos en las últimas jornadas y buscando solucionar en los últimos partidos de la temporada lo que no se ha hecho durante el resto del curso para salvar el pescuezo. Vamos, como un mal estudiante.

Por eso, si eres de los que el pasado año, tras el descenso, pensabas que esta temporada iba a traer alegrías, goles victorias y hasta –¡que osado!– una salvación, debes saber ya que los el conjunto rojillo es y será siempre un mal estudiante y, aunque baje de curso o repita, no por ello va a gozar de un camino más ancho, recto y luminoso que el resto.

Aunque, si eres de esos, tampoco debes culparte. En su fuero interno todos los rojillos son soñadores y, como han demostrado esta temporada, si el equipo les tiende una mano, ellos le devuelven millares. Y no hay que olvidar que el objetivo marcado hace un año era lograr el ascenso. Así que se puede decir sin temor a equivocarse que una temporada donde casi se desciende a Segunda División B –por lo deportivo, ojo– se puede calificar de mala u horrible. Si bien, lograr una salvación que parecía casi imposible antes de la llegada de Martín Monreal al banquillo es un motivo por el que alegrarse y leer y guardar estas líneas para años venideros.

Ahora toca preparar el nuevo curso tras un toque de atención más dramático que cualquier bronca de padre o profesor. Toca comenzar a andar desde el principio, sin especulaciones ni objetivos fuera del alcance de Osasuna. Toca asentarse en Segunda División, toca recuperar la fortaleza de El Sadar y toca encontrar un estilo perdido hace seis o siete temporadas. Y el viaje es, de nuevo, ilusionante. Porque esos 3.000 que poblaron las gradas de la Nova Creu Alta y los aproximadamente 15.000 que llenan el estadio rojillo cada dos fines de semana no necesitan de grandes fichajes y ascensos, a día de hoy, imposibles, sino que necesitan ese equipo con identidad propia al que siempre han seguido de forma incondicional, ya sea en Primera o en Segunda, arriba o en la zona baja.

Enrique Martín celebra la salvación sobre el césped de la Nova Creu Alta. Fotografía: Marca.
VAVEL Logo
Sobre el autor