Sería injusto atribuir a Rubi el fracaso del Real Valladolid esta campaña. El entrenador no juega, se limita a instruir, de ahí que la culpa también deba ser para los jugadores, que no han sabido hacer valer sus aptitudes. Puestos a señalar, la directiva también podría tener su responsabilidad, por no traer a mejores futbolistas. Por mantener esta crítica, la afición podría haberse prodigado más al estadio José Zorrilla a animar a los suyos. Este círculo vicioso que no se puede repartir en porcentajes ha acabado impidiendo que el Pucela recupere su plaza en Primera. Todo un fracaso, a juzgar por las expectativas anticipadas desde hace algo más de un año y que ahora le toca cumplir a Gaiza Garitano.

El curso 2014/2015 no ha sido como el 2006/2007 ni el 2011/2012, en los que se logró el ansiado ascenso, dado que ha habido muchas diferencias con respecto a cada uno de ellos. Ahora, el equipo castellano abre de nuevo la temporada con la misión de emular esas campañas y que el blanco y el violeta vuelva a verse por los campos de España.

Regularidad

Como bien saben los aficionados que han seguido a su Valladolid, estos diez meses pasados los de Rubi han sido incapaces de mantener líneas positivas de resultados. Una buena racha, una dinámica favorable, una suma de semanas sin conocer la derrota. Nada. Lo más parecido tuvo lugar allá por septiembre de 2014, cuando se doblegó de forma consecutiva a Racing de Santander, Alcorcón y Tenerife, a partir de la cual se sumaron 24 de 30 puntos posibles, fruto de diez citas sin perder, aunque no tardaron en contrarrestarse con un ciclo horrible traducido en seis puntos de 24 en juego.

Las victorias encadenadas ante FC Barcelona 'B', Zaragoza y Alavés entre finales de 2014 y principios de 2015 fueron la última vez que los pucelanos exhibieron una mínima regularidad, pues desde entonces no fueron capaces de disfrutar de más de dos triunfos seguidos. Cuando un equipo no logra entrar en una dinámica vencedora, en la que los jugadores y la afición saben que, de una manera u otra, llegarán a casa los tres puntos, aparecen bucles de desconfianza e irregularidad, dos ingredientes que no caben en la pócima de un ascenso.

La regularidad es fundamental para ascender

La última vez que la Plaza Mayor vallisoletana celebró un ascenso, en junio de 2012, Djukic había conseguido que Guerra, Óscar, Rubio y compañía fuesen un plantel mucho más constante que el que cayó en la eliminatoria contra Las Palmas. Esa temporada, tras un arranque dubitativo, los del serbio firmaron rachas como la trascurrida entre la jornada 12 y la 24, con 26 de los 36 puntos posibles; o la definitiva, vivida entre el partido 28 y el definitivo ascenso ante el Alcorcón. Entonces, en el capítulo liguero, solo se sufrió una derrota en tres meses, ya estéril, contra un Guadalajara que llegó a Zorrilla cuando los locales solo pensaban en ascender en el playoff.

Qué decir de los tiempos de José Luis Mendilibar. El vasco conjuró a su plantilla, que conserva el guarismo de 29 choques imbatido, entre las cuales hubo rachas de siete triunfos seguidos. Eso sí que era regularidad, saber que el Pucela se salía de Segunda y reivindicaba un hueco en la élite cada fin de semana. Solo tras consumar este retorno -el segundo más rápido de la historia de la 'B'-, el Valladolid se relajó, si bien cerró la campaña en el primer puesto muy cómodamente.

Entrenadores

José Luis Mendilibar Extebarria, Miroslav Djukic y Joan Francesc Ferrer. Dos triunfaron, uno no. Dos mordían en sala de prensa, uno no. Dos exigían hasta la última gota de sudor en sus pupilos, uno no lo consiguió pese a sus intentos. El de Zaldívar impregnó a su vestuario de una dosis de competitividad no vista estos meses, sin miedo a hacer cambios a la media hora de juego o desterrar de las convocatorias a aquel osado que no se entregara al máximo.

Joseba Llorente representó a ese Valladolid, pues alcanzó las 17 dianas sin que esto implicara una rebaja en su esfuerzo. El delantero, tan conocido en Pucela por patear las vallas de publicidad cuando marcaba gol, no paraba de presionar a la defensa rival, llegando a incordiar al portero en la salida de balón. ¿Que un balón se iba a saque de puerta? Ahí estaba Joseba para exprimirse y lograr mandarlo a saque de banda. Un equipo y una idea, la del pundonor innegociable y, a partir de ese punto, hacer valer la calidad del plantel, con Víctor o Sisi a la cabeza.

En cuanto a Djukic, fue el balcánico quien selló una impronta de juego lustroso en la ciudad del Pisuerga. Daba gusto ver jugar a Rubio, Rueda, Valiente, Nafti o Víctor Pérez y que combinasen con un ataque del calibre de Sisi, Nauzet, Óscar y Guerra. Canela fina puesta al servicio del espectáculo, ganar con la posesión y con brillantez. El empuje de los gallegos impidió el ascenso directo tras las 42 jornadas, pero lo cierto es que Valladolid disfrutó del juego desarrollado ese curso.

En cuanto al papel de Rubi en el banquillo pucelano, el catalán se ha hecho muy pequeño frente a la personalidad de los últimos hombres que llevaron al real Valladolid de vuelta a Primera. Sus alineaciones no han sabido a qué jugar, han estado perdidos, moviéndose irracionalmente entre el 4-2-3-1 y el 4-3-3, con bailes de jugadores inconcebibles en los tiempos de José Luis y Miroslav. Unos días se perdió contra rivales muy inferiores, otros se hizo buen fútbol en casa y se vivieron goleadas, otros hubo una profunda carencia de actitud y en otros, como en la eliminatoria con Las Palmas, apareció una intensidad inexistente hasta entonces. Demasiados baches en busca de una recta.

Demasiada irregularidad en tiempos de 'Rubi'

Curiosamente, en las exitosas temporadas 2006/2007 y 2011/2012, Zorrilla albergó a la mejor defensa de la categoría, pues Alberto y Jaime fueron entonces los galardonados con el trofeo Zamora con 35 y 37 goles encajados respectivamente. Varas, cuyo nivel no ha dejado descontento a nadie, no ha contado con una estructura sólida que lo protegiese de los ataques rivales -que perforaron 40 veces su puerta-, sino que ha visto mejor que nadie unos espacios abismales entre las líneas, sin que los once futbolistas dispuestos por Rubi supieran ocupar bien el terreno de juego.

La media inglesa

Dicen que la fortaleza en casa y la regularidad a domicilio, ganando ante público propio y empatando ante el ajeno, es garantía de éxito. Segunda es una competición larga y dura, sin rivales blandos, así que tan importante es ganar como no perder. Un empate, a efectos clasificatorios, no es un gran avance, pero tiene otros significados. Por un lado, algo tan fundamental como que el rival no suma de tres en tres, por otro, que no tiene el significado de una derrota, de saber que el oponente ha sido superior. Pese a sus 19 igualadas, el Sporting ha llegado a Primera gracias a que solo cosechó dos partidos sin sumar puntos.

Mendilibar sumó 29 partidos consecutivos sin perder

Los dos cursos de ascensos vallisoletanos se saldaron con seis derrotas, que si se combinan igualan las doce veces que el Real Valladolid ha caído esta temporada. Esta ha sido una de las causas de que el Pucela de Rubi no haya logrado ser regular, ya que no supo proteger resultados positivos ni remontar los adversos durante varias fases del campeonato, quedando a la merced del equipo que estuviera enfrente.

Solo los ascendidos -Betis, Sporting y Las Palmas- han tenido mejores registros que los pucelanos en su estadio (41), pero la verdadera sangría llegó en los viajes (31). Leganés, Llagostera, Lugo, Tenerife, Mirandés o Sabadell son escuadras inferiores a la que conforman Óscar, Javi Varas, Mojica o Marc Valiente, pero en las visitas a estos lugares solo se pudieron rescatar dos puntos de 18 posibles. Un gran lastre que acaba notándose cuando llegan los momentos decisivos.

Con 'Mendi' en el banquillo, se alcanzaron 46 puntos en campo propio y 42 a domicilio, una diferencia mínima que demostró que tal era la regularidad de ese conjunto que no había grandes problemas en jugar de visitante. Respecto al año de 'Djuka', también se rubricaron 46 puntos en Zorrilla, cosechándose otros 36 a domicilio. Con el vasco se sumaron 88 puntos, 82 con el serbio y 72 con el ex del Girona, unos datos que no han servido para convertirse en un entrenador querido por los pucelanos.

La baza de Zorrilla

El estadio construido con motivo del Mundial de 1982 da cobijo a 26.512 aficionados, uno de los más grandes de la Liga Adelante y superior al hogar de no pocos clubes de la Liga BBVA. Sin embargo, la tónica vivida esta campaña ha sido la de unas gradas desangeladas, con más calvas que personas, ya que según los datos oficiales la media se ha quedado en una exigua cantidad de 9.815 almas en cada partido, completándose así un mero 37,02% del aforo total. Con más razón o menos razón, el pucelano de a pie no ha ido a la Avenida del Mundial 82 a ver jugar a los suyos, y esta ausencia no deja de repercutir negativamente en los jugadores, pues el factor anímico y el aliento del público se termina convirtiendo en clave para encuentros atascados.

Y si el estadio no responde, es que en el terreno de juego algo está fallando. El Real Valladolid no ha sabido hacer valer su vitola de máximo candidato al ascenso y se ve condenado a vagar otro año por la categoría de plata del fútbol español, así que es hora de aprender la lección de temporadas anteriores, imitar los tiempos de Mendilibar y Djukic y devolver a la ciudad a donde debe estar: la Primera división. Difícil reto el de Garitano, que ya sabe lo que es conseguirlo con el Eibar.

Comparativa temporadas 2006/07, 2011/12 y 2014/15. (Fuente: elaboración propia. Datos: bdfutbol.com).
Victorias Empates Derrotas Goles anotados Goles recibidos Puntos en casa Puntos fuera Puntos totales

Mendilibar (2006/2007)

26 10 6 70 35 46 42 88
Djukic (2011/2012) 23 13 6 69 37 46 36 82
'Rubi' (2014/2015) 21 9 12 65 40 41 31 72

Imágenes: Real Valladolid | La Vanguardia | El día de Valladolid | VAVEL.