El fútbol moderno nada tiene que ver con el que se inició a finales del siglo XIX y triunfó a comienzos del XX. Por aquel entonces no había patrocinadores ni millonarios contratos televisivos que sufragasen los presupuestos de los clubes. Los ingresos se basaban en las escasas cantidades percibidas por los abonos y entradas de los seguidores que acudían al estadio. Eran muchos los equipos que no lograban recaudar el dinero suficiente para hacer frente a los altos costes, no tanto en materia de salarios como por consecuencia de los numerosos viajes a diferentes puntos de la geografía nacional para disputar diferentes encuentros.

Nolete: "Los jugadores renunciamos a cobrar para salvar al Celta, jugábamos por amor a un club"

Las dificultades económicas acompañaron al Celta de Vigo desde el día mismo de su fundación, lo que llevaría a la entidad olívica a sufrir duras crisis que a punto estuvieron de llevarle a la desaparición. La década de 1930, ya instaurada la II República, no sería menos. A finales de la temporada 1934/35 la situación se presentaba insostenible. Si el club sobrevivió ante aquellas adversidades fue gracias a que varios jugadores renunciaron a sus humildes salarios, además de las donaciones de cientos de gallegos. El mismo problema surgió al año siguiente, llevando al Celta al borde de la desaparición: "Los jugadores, entonces, renunciamos a cobrar lo que nos adeudaban. No hice dinero, casi me costó. Incluso cuando mi madre mataba el cerdo, venían mis compañeros del equipo a comer a mi casa. Aquellos tiempos no son los de ahora. Jugábamos por auténtico amor a un club", relató el delantero Nolete.

Ascenso truncado

Dejando de lado las dificultades económicas, la 1935/36 sería una temporada para el recuerdo. El Celta terminó la Liga regular en primera posición, al igual que la fase de promoción de ascenso, logrando el ansiado ascenso a Primera División de la mano del Zaragoza —subcampeón en ambas competiciones—, convirtiéndose en el único representante de Galicia en la élite. Sin embargo, el conjunto vigués no podría estrenarse en la máxima categoría tras el parón estival. La sublevación militar contra el régimen republicano y el consiguiente estallido —ante las fracasadas negociaciones— El conjunto vigués no pudo estrenarse en Primera División tras el estallido de la Guerra Civil de una cruel Guerra Civil que duraría casi tres años hizo que gran parte de los futbolistas que componían el Celta —y otros equipos, al igual que la mayoría de varones y ciertas mujeres del país— fueron llamados a combatir. En Galicia, zona rápidamente controlada por las tropas falangistas, apenas hubo enfrentamientos armados. En vista de la complicada situación económica del Club Celta, tanto Rodrigo de la Rasilla como Pedro Braña —sucesivos presidentes en aquel tiempo— organizaron diversos torneos de fútbol con jóvenes futbolistas de la cantera para no frenar la actividad deportiva y tratar de mantener vivos los ánimos de una sociedad hundida.

En este escenario de lágrimas y dolor inició el Celta de Vigo su larga andadura por la Primera División. Corría el verano de 1939 cuando España entera comenzaba a hacer frente a las devastadoras consecuencias de la guerra. Las penurias de las clases populares se acentuaron aún más y, como es habitual en este tipo de conflictos, empezó a llevarse a cabo una dura represión contra los vencidos. Cientos de miles de personas fallecieron, perecieron en las cárceles o partieron cara el exilio. Entre los afectados había también un alto número de deportistas de élite, por lo que el panorama futbolístico también se vio afectado. Muchos jugadores no regresaron nunca, o bien tuvieron que huir. Pedro Braña, máximo dirigente del Celta por aquel entonces, tuvo que reestructurar al conjunto vigués y su plantilla para afrontar la primera campaña en Primera División en una Liga conformada por doce equipos.

Agustín anota un gol ante el Real Madrid en Balaídos en un partido de la temporada 1939/40 (Fotografía: yojugueenelcelta.com).

El ansiado estreno

La expectación que despertó en Vigo el debut en la élite del fútbol alcanzó cotas inimaginables. No obstante, los comienzos nunca fueron fáciles y eso fue lo que le pasó al Celta. La escuadra celeste encadenó cuatro derrotas consecutivas hasta su triunfo en Sevilla (1-4). Aquel partido serviría, además, para que el zaguero Sansón disputase sus primeros minutos a la temprana edad de quince años y 255 días, convirtiéndose en el jugador más precoz en estrenarse en Primera División, título que aún ahora, tres años después de su muerte, mantiene. Por su parte, los tres primeros puntos del club céltico obtenidos como local se harían de rogar una jornada más, ante el Santander, venciendo en Balaídos por cinco goles a uno entre el júbilo de los seguidores celtiñas.

El Celta mantuvo la categoría en detrimento del Deportivo, que no pudo ascender a Primera

El equipo dirigido por Ricardo Comesaña finalizaría el campeonato en décima posición con 19 puntos de 44 posibles, lo que supuso tener que jugar una eliminatoria ante el Deportivo —segundo clasificado de la División de Plata— para mantener o perder la categoría. El desenlace fue positivo para el Celta, que aseguró su estancia en Primera al menos durante una campaña más aplazando el primer ascenso del equipo coruñés hasta el año siguiente. Nolete fue el encargado de anotar el gol decisivo para no descender. La temporada siguiente el conjunto olívico se volvería a ver contra las cuerdas y, nuevamente, el atacante celeste se vestiría de héroe para salvar al Celta. El primer derbi gallego disputado en Primera se saldaría con victoria de los vigueses gracias a dos goles de Agustín. No obstante, el Deportivo vencería en el encuentro de vuelta con un contundente cuatro a cero. Aquella temporada 1941/42 y la siguiente el Celta logró finalizar en quinta posición. No obstante, en 1944 regresaría a Segunda para luego volver con más fuerza e ilusión que nunca.