"Fuimos ángeles en aquel tiempo,
con alas fabricadas del barro de las calles"

(Desesperación, Todo o Nada).

Como todas las despedidas, ésta también deja un sabor amargo en los labios. Palabras que nunca serán dichas, besos que no curan heridas que seguirán abiertas... el poso de un julio teñido de otoño, hojas que caen de la cima del árbol más alto, ángeles que pierden sus alas para tornarse mortales y buscar el ocaso en un rompeolas de la costa portuguesa.

Su vida, su profesión y su destino siempre estuvieron relacionados con puertas. Una se le abrió de niño y hoy se termina de cerrar, aunque lleve un tiempo más largo del deseable entornándose sobre su figura. Otra estuvo siempre unos metros por detrás de su cuerpo y unos centímetros por encima de su cabeza. Su obsesión, defenderla. Su virtud, amarla. Su milagro, sellarla con el candado de sus felinos reflejos.

Dicen que cuando una puerta se cierra, se abre una ventana. El paisaje de Iker tendrá a partir de ahora una cristalera al mar, desde la cual poder observar atardeceres atlánticos que sirvan como postal de sus últimos días como futbolista. El crepúsculo de cada día que pase en Oporto será una metáfora de su carrera. Un astro que nace tímido, que resplandece bien arriba durante la mayor parte del día y que termina perdiéndose al final del horizonte, apurando en sus últimas luces la belleza de su brillo, el preludio de la noche.

Casillas capitaneó a la mejor generación de la historia del fútbol español

En una de esas tardes portuenses, Casillas echará la vista atrás y se observará de crío, desplazándose desde Móstoles hasta la Ciudad Deportiva del Real Madrid para pelear por cumplir un sueño. El anhelo de un niño del extrarradio, que fue creciendo con cada entrenamiento y acercándose con cada paso que daba en su prometedora carrera. Hoy, 510 partidos después, Casillas abandona su casa tras haber alzado tres Champions League, cinco Ligas, dos Copas del Rey, cuatro Supercopas de España y dos Supercopas de Europa. Iker Casillas ha defendido la portería del Real Madrid durante 25 años, los 16 últimos en el primer equipo y los cinco últimos como capitán.

Casillas no ha sido todo este tiempo únicamente el portero del Real Madrid, sino que también ha capitaneado a la mejor generación de la historia del fútbol español. Aquella que hizo soñar a millones de aficionados que, con los ojos vidriosos, observaron como Iker alzaba al cielo de Viena la segunda Eurocopa de la selección española en su historia, la primera en color. Dos años más tarde, en Johannesburgo, Casillas levantaba la Copa del Mundo bordando junto a sus compañeros una estrella eterna en la camiseta roja del combinado español. El ciclo se cerró en Kiev con una nueva Eurocopa, siendo España el primer equipo en coronarse consecutivamente campeón de dos Eurocopas y un Mundial.

El momento del adiós definitivo entre Iker y la que ha sido su casa hasta hoy ha llegado, tras un tiempo de turbulencias, desencuentros y desavenencias que han ido desgastando su imagen hasta la que hoy desprende. Hay quien dirá que le faltó autocrítica, hay quien dirá que le sobraron enemigos... Probablemente todos estén en lo cierto, aunque desde una distancia que no se mide solamente en kilómetros (la lejanía que tiene quien no le da importancia a lo que suceda en la Castellana) es difícilmente comprensible que un jugador con tan ilustre trayectoria no pueda encontrar acomodo en su propio club hasta colgar las botas para siempre, o los guantes en este caso.