Valencia Mónaco no tienen demasiadas cosas en común. Uno es un equipo con mucha historia que trata de volver a reencontrarse con lo que algún dia fue y para ello ha realizado una importante inversión y el otro es un equipo sin demasiado pasado que durante un verano hizo temblar el mercado a golpe de talonario. Rescatando la página más brillante del Mónaco, uno encuentra el punto de unión entre ambos clubes, Fernando Morientes.

A pesar de que el delantero natural de Cáceres reconoció hace unos días que tiene claro que en esta eliminatoria va con el Valencia, su paso por el conjunto monegasco fue muy dulce. Ese año, la temporada 2003/04 sirvió al 'moro' para reinventarse, para demostrarse a sí mismo que sus botas guardaban todavía gol a raudales y para exhibir su valía en partidos grandes.

Tanto fue así, que su año en el Mónaco sentó un precedente que todavía se repite en la actualidad y que incluso a traspasado fronteras. La llamada 'cláusula del miedo' tiene su origen en la eliminatoria que enfrentó al Real Madrid frente al conjunto francés esa misma temporada. Morientes fue un auténtico tormento para la zaga merengue. El fin de la era de los galácticos lo consumó Fernando Morientes dando la vuelta al 4-2 adverso de la ida.

'El moro' volvía a estar en el mapa del panorama europeo y no le iban a faltar novias. Regresó al Real Madrid y luego tuvo un periplo de dos temporadas en el Liverpool pero no fue hasta que se vistió la zamarra valencianista en 2006 cuando volvió a sentirse importante. Varió su juego y se adaptó a su nuevo equipo. En su segundo año amplió su ya de por sí nutrido palmarés con la Copa del Rey, un título que nunca había conquistado.

Cuando vio que piernas y cabeza expresaban distinto lenguaje cambió e aires y volvió a Francia con el Olympique de Marsella, pero no a arrastrase, sino a ganar la Ligue 1 y la Copa. Con fútbol aún pero sin necesidad de bajar el pistón hasta cambiar la imagen de sí mismo, Morientes dejó el fútbol.

A día de hoy entrena al Fuenlabrada, pero como futbolista dio tardes de mucha gloria tanto a como jugador ché como en el Mónaco. Le sobran motivos para tener el corazón dividido, pero su cabeza, su bendita cabeza que un día marcó a su Valencia en la final de Champions y nos hizo pasar por un segundo a las semifinales en el Mundial de Corea y Japón están con el conjunto ché.