El juego de Kubala era nuevo, fresco, aromático e incomparable, pero Laszi era mucho más que un futbolista, era un deportista ejemplar, admirado y apreciado por todos por su gran sencillez y humanidad. Por ello el día que colgó las botas, su fútbol puro y cristalino dejó huérfano de magia el gol. Pero Kubala ya había hecho lo más importante: crear escuela.

Nacido el 10 de junio de 1927 en Budapest en el seno de una familia humilde de procedencia eslovaca, su educación le fue encomendada a su abuelo, de origen polaco, pues sus padres tenían que trabajar prácticamente de sol a sol. Por ello hasta que cumplió seis años solo hablaba el idioma polaco. Posteriormente con su escolarización aprendió dos idiomas más, el eslovaco y el húngaro, llegando incluso a dominar el checo, el búlgaro y el ruso. El pequeño Laszi comenzó sus primeras correrías con un balón en las manzanas de las calles de Oromlov y Lodovigeum, en aquellos años todo objeto susceptible de convertirse en esférico era dominado por un joven que llevaba el fútbol en la sangre, pues su padre llegó a ser jugador del Ferencvaros. Kubala empleaba todo su tiempo libre a adquirir precisión con el balón, pintaba con tiza una raya en la pared y se pasaba las horas imaginando goles y jugadas.

Recogepelotas y limpiabotas

Con once años fichó por el modesto Ganz, pero como la edad tope para obtener ficha legal era de doce años, hicieron una pequeña triquiñuela para que el chico pudiera jugar. En su partido de debut ante el MTK hizo sus dos primeros goles. Kubala era muy aficionado al Ferencvaros, pero como no tenía dinero para ver los partidos logró que lo admitieran como recogepelotas, labor que simultaneaba con la limpieza y el embetunado de las botas de sus ídolos. Era un joven despierto, un niño que jugaba al fútbol de manera diferente, a sus cualidades técnicas y físicas sumaba un desarrollado sentido del juego colectivo. Siempre con la cabeza levantada y oteando los espacios y movimientos que generaban tanto él como sus compañeros. Poseía una agudeza especial para controlar el tempo y el ritmo del juego tanto en jugada individual como apoyándose en sus compañeros.

El futbolista errante

Era un apasionado del deporte, amaba el fútbol, pero le gustaba igualmente el tenis, la natación, la gimnasia y el boxeo. Permaneció en el Ganz hasta 1944, cuando Demeny le convenció para que fichara por Ferencvaros, su padre lloró de emoción al conocer la noticia y el sueldo le vino ni que pintado a una familia que pasaba apuros económicos. Su tremenda soltura con la pelota le llevó a la selección húngara (posteriormente llegaría a ser internacional con Eslovaquia, Checoslovaquia y España). Debutó en Viena ante Austria, logrando una contundente victoria por 0-5. Tras el fallecimiento de su padre, se marchó junto a su madre a Checoslovaquia, firmando por uno de los punteros equipos checos, el Bratislava donde coincidió con Fernando Daucik, por entonces técnico del club. Kubala residía en el estadio, de hecho dedicaba al fútbol las 24 horas de su vida, mejorando cada día un poco más. En aquella época pasó a ser internacional checo debutando también en Viena ante Austria, a la que volvió a vencer 3-4. El año de 1947 con veinte años, fue el de su consagración, pues fue elegido mejor jugador de la temporada y logró el título de Liga con el Bratislava. En el equipo checo compartió elástica con el que siempre consideró mejor jugador, Bican, futbolista austriaco que le marcó profundamente. Kubala aprendió mucho de aquel veterano y tartamudo jugador que poseía unos vastos conocimientos futbolísticos y una calidad suprema. Basta decir que Laszi le llamaba “Tío” Bican y solían volver locas a las defensas rivales. En una gira por Bélgica y Luxemburgo, recibió la propuesta de los directivos del Vasas de Budapest (nombre con el que pasó a ser denominado Ferencvaros) de la posibilidad de regresar al club. Snedon, su entrenador le recomendó que se marchara a Inglaterra, pero Laszi escuchó la llamada de su corazón y regresó a Budapest. Cuentan que el día que se confirmó su regreso, para celebrar el acontecimiento, salió a la calle y recogió a varios pobres a los que llevó a un almacén para vestirlos a cada uno de ellos.

La huida a Occidente y un pequeño milagro

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Pasó momentos delicados en Hungría, que formaba parte del telón de acero, Kubala se sintió ahogado, era un pacifista convencido y no le interesaba para nada la política. No le dejaban pasar a la frontera checa, donde le esperaba su mujer e hijo recién nacido, por lo que decidió ‘huir’ a Occidente. En 1948 y con un uniforme del ejército soviético cruzó la frontera austro-húngara, dejando atrás a su madre, a la que no volvería a ver en 14 años. El trotamundos del fútbol lloró cuando pisó tierra austriaca, pero aún le quedaba una singular travesía siendo un inmigrante ilegal que con pasaportes falsos logró entrar en Italia. El Pro Patria quiso ficharle junto a otros futbolistas fugados, pero el poder de la Federación húngara en la FIFA lo impidió. Vivió en un campo de concentración en Udine, donde conoció el interés del Torino y el Inter por hacerse con sus servicios. Kubala fue incluso invitado por el Grande Torino a jugar un encuentro amistoso en Lisboa. El Torino era por entonces el mejor equipo de Europa, pero unas horas antes de que formara parte de la expedición recibió la noticia de que su hijo estaba enfermo y que junto a su mujer habían logrado atravesar la frontera. Le esperaban en Udine, Kubala rechazó el viaje para recibirlos, y el avión del Torino se estrelló contra los muros de la Basílica de Superga. Un milagro se cruzó en su vida pero la situación de bloqueo le hizo vivir momentos tremendamente delicados. Fernando Daucik, que también había huido a Italia decidió hacer un equipo con los futbolistas exiliados, unidos por un balón en el Hungaria.

España, la tabla de salvación

Con la intermediación de Saporta y Bernabéu, el Hungaria jugó en Madrid, donde causó sensación. Y España se convirtió en su tabla de salvación, jugando varios partidos de exhibición en los que dejó una profunda huella. Especialmente en Barcelona, donde en Sarriá ante el Espanyol deslumbró a los directivos azulgranas. El presidente Agustín Montal le vio hacer un golazo de volea con sombrero incluido, por lo que comentó: “Este chico es extraordinario. No lo podemos dejar escapar. Hay que preparar un contrato para esta misma noche

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El Madrid también se había interesado en su fichaje, Kubala que exigía que Fernando Daucik fuera el entrenador firmó por el Barça el 15 de junio de 1950. Y el mítico Josep Samitier movió cielo y tierra para desbloquear la situación con la FIFA e hizo posible su fichaje por el Barça. La Federación Española apoyó al Barça y finalmente fue posible que Kubala se ganara la vida ejerciendo su profesión. El jugador tuvo que nacionalizarse español y en abril de 1951 por fin se vio liberado del Vasas.

Además de ganarse la vida con un balón Kubala era un auténtico genio, su debut oficioso con el Barça se produjo el 12 de octubre de 1950, contra el Osasuna. Vencieron 4-0 pero Kubala no volvió a jugar con el Barça hasta Navidad de aquel año. Las actuaciones de Kubala encandilaron al público de Les Corts, su debut oficial se produjo el 29 de abril de 1951 en Copa contra el Sevilla en Nervión. El Barça venció 0-2 y en la vuelta se impuso por 3-0 anotando su primer gol con la camiseta azulgrana.

Les Corts se queda pequeño y su fútbol alumbra el Camp Nou

Cuando el futbolista errante llegó al Barcelona aportó nuevas ideas técnicas, su fútbol hizo pequeño Les Corts y en gran medida gracias a él se construyó el Camp Nou. Riadas de aficionados deslumbrados acudían a Les Corts para ver al fenómeno y en las siguientes temporadas la atracción mágica de Laszi marcó y cambió la historia del club. La perpetua humildad de Kubala, al igual que su calidad y sus condiciones físicas se medían con las monumentales dimensiones del Camp Nou.

En otra galaxia Laszi marcó una época, en sus piernas de puro músculo encerrada la esencia y la abrumadora magia de un vagamundo del balón. Un atleta generoso en el esfuerzo, pionero en la preparación, puro en la concepción, malabarista en la conducción y demoledor en el disparo y la definición. Porque Laszy en definitiva era eso, un mago por dentro y por fuera, un jugador, un tipo, que merecía mucho la pena y endulzó la vida de los aficionados del Barça. Ese nº9 azulgrana que mantuvo uno de los más bonitos duelos deportivos de la historia de la Liga española con otro genio llamado Di Stéfano. Hoy, estatua de bronce, a los pies de su escultura prevalece una frase suya habitual: “Yo no he sido nada sin mis compañeros”. Por lo que en la misma también se incluye la inscripción de los nombres de los jugadores que compartieron plantilla con él. Merecidísimo recuerdo monumental para un genio, un motivo más para que abuelos y padres enseñen a sus hijos quién fue ese personaje que les saluda a las puertas del Camp Nou.

Basora, Cesar, Kubala, Moreno i Manchón

Paseando por las calles barcelonesas y desde la Riera Blanca divisaremos el Camp Nou, una vez allí rememoraremos que hace exactamente 58 años se inauguró el estadio por la importancia que representó un jugador de leyenda, que había hecho pequeño el antiguo campo de Les Corts. Un hombre que inspiró al arquitecto Francesc Mitjans a construir el Camp Nou y a un genial cantautor como Joan Manuel Serrat a escribir y componer una de sus ‘obras maestras’. En aquellas instalaciones y ahora contemplando la bella obra de Montserrat García, creeremos percibir el sonido de aquel “Temps era Temps” y las históricas estrofas de aquella canción libre y valiente nos situará en uno de los mejores momentos de la historia del FC.Barcelona.

“Fills d’Una, Grande y Libre…Metro Goldwyn Mayer…Lo toma o lo deja…Gomas y lavajes… Quintero, León i Quiroga…Panellets i penellons…Basora, Cesar, Kubala, Moreno i Manchón.”

El partido homenaje – 30 de agosto de 1961

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Porque Kubala era el alma de aquella delantera de leyenda, el rostro poderoso, mágico y amable del Barça de les Cinc Copes. Un genio que sentó cátedra hasta un 30 de agosto de 1961, cuando puso fin a su leyenda como jugador en un partido homenaje en el que jugaron La 'Saeta Rubia' y Puskas con la camiseta azulgrana. Su amigo Kubala, el caballero del deporte lo merecía, la despedida de 'Laszi' del Barça con un 4-3 al Stade Reims con dos goles de... Di Stéfano. El Barcelona, formó en el primer tiempo con una legendaria y curiosa formación: Ramallets, Fonrho, ilodri, Gracia. Segarra, Benítez, Szalay, Kubala, Di Stéfano, Puskas y Zaldúa; muy especialmente por esa inédita tripleta de ataque. En el segundo tiempo la alineación azulgrana fue: Sadurni, Olivella, Garay, Gracia, Vergés, Benítez, Szalay, Kocsis, Zaldúa, Villaverde y Beitia.

Los aficionados catalanes, que tantas veces vibraron de entusiasmo con el conjuro de la magia del fútbol de Kubala, con su efecto diabólico y sus malabarismos, correspondieron con el mito. Aficionados, que aplaudieron muchas de sus excelentes jugadas, que conocieron al ídolo con el que no pudo ni la tuberculosis, que le fue detectada en 1952. “No apto para el deporte” dictaminó el informe médico, pero Kubala al que llamaba en el vestuario “El Cabezón” volvió para seguir haciendo historia y conquistar la Liga 52/53. Por ello, porque Laszi regresó como un héroe a Les Corts, porque en esencia era el héroe cotidiano del aficionado, su retirada supuso el fin de una era, de la conquista diaria del público español, que acabó admirándole en toda su geografía. Kubala y Di Stéfano aportaron belleza y espectáculo al fútbol como nadie antes lo había hecho. Y Laszi mejoró notablemente la técnica del fútbol español, creando una escuela de alto rango y el buen gusto por la estética. Con Kubala el Barça ganó cuatro Ligas, cinco Copas además de la Copa Latina y la Copa de ferias. Llegando a jugar 349 partidos con la camiseta del Barça, con la que hizo 272 goles.

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El tiempo que había atrapado al mito puso el final al sueño de un trotamundo, que fue el gran pilar sobre el que se asentó el aumento de la afición al fútbol en Catalunya. Ladislao Kubala, el extraordinario jugador y el grandioso ser humano que creía en la naturaleza bondadosa del hombre, pues solía decir: “El hombre, por naturaleza es bueno. Solo la sociedad le obliga a veces a actuar mal”. El 30 de agosto por tanto no puede ser un día más, sino el momento en el que muchos aficionados lloraron por el futbolista errante que dejó de huir en Barcelona. En el caleidoscopio del fútbol las figuras, los colores y los recuerdos de sus jugadas. Se iba el mejor y su última actuación fue recordada con la misma admiración que causó en sus tardes triunfales, que son las que en definitiva quedaron en la más clara memoria del fútbol.

Laszy, tu nombre nos suena a leyenda,

vetusta estampa de remotos tiempos,

Hungaria entre los raídos recuerdos,

Temps era temps en la vieja trastienda.

Ángel clandestino y ser trotamundos,

Les Corts es pequeño para tu senda,

el Camp Nou la superlativa ofrenda,

de magia, fútbol y sus fundamentos.

Eres Perla del Danubio azulgrana,

el gol al desarraigo doloroso,

barcelonés de Budapest virtuoso.

Late en ti un balón generoso

calidad futbolística, humana,

Kubala, genialidad cotidiana.