Enseñó los dientes el Deportivo esta noche en Riazor ante un Atleti que desaprovechó la renta conseguida en la primera parte para ver como se escapaba un partido que tenían totalmente de cara. El gol de Tiago dejó al descubierto la zaga herculina en una segunda jugada que concedieron los blanquiazules; pero el orgullo coruñés salió a relucir cuando el equipo más lo necesitaba, y Lucas sentó las tablas en una jugada de ratonero en donde a Giménez se le vieron las vergüenzas. No se esperaba un partido accesible, todavía menos después de las sensaciones de la primera mitad, pero los de Víctor Sánchez del Amo terminaron sacando a flote una despiadada cita con la flor y nata del fútbol europeo.

Venía de ganar el Atleti; de perder el Dépor, y se infería del planteamiento inicial un avance de ambas tendencias, con los rojiblancos acariciando el balón de manera autoritaria. El Deportivo retrasaba líneas y se hacía fuerte atrás, sin demasiados compromisos por parte de Jackson y Griezmann. Pero no se respiraba un ambiente intrépido en Riazor, con un Dépor desdentado que mantenía el tipo y poco más. Por más que la zurda de Mosquera se dejase mostrar o la certeza de Sidnei prevaleciese, ya que arriba no había olfato ni picardía, desprovistos de la eficacia de los que más han demostrado.

 Salían a relucir las carencias de los coruñeses y cumplían penitencia por su innecesaria cautela

Fue en estas cuando Carrasco decidió desmelenarse para mojarle la oreja a Laure en uno de los muchos infiernos que vivió el lateral deportivista. Precisamente por ahí se colaría el Atleti para sitiar al Deportivo con una serie de imprecisiones que dejaron a Tiago con la pelota franca y de cara a portería para batir a Lux con un derechazo ajustado al palo. Salían a relucir las carencias de los coruñeses y cumplían penitencia por su innecesaria cautela en un encuentro escaso de fútbol. El Atleti confirmaba las buenas sensaciones y la progresión del equipo, que sin mayor arrojo conseguía ponerse por delante en la primera ocasión clara de la noche. Pero es el partido a partido: pura economía y buena ventura, sin prisa, rumiando con calma las claves del éxito que exige toda ocasión.

No parecía encontrarse el Dépor, simple y ramplón, que no se le vió reaccionar hasta la segunda parte. Las líneas se adelantaban, comprometiendo con mayor riesgo a los de Simeone, y desprendiendo una imagen totalmente distinta el conjunto herculino. El pivote se liberaba, canalizaba intenciones de un lado a otro favorecidos por la audacia de Cartabia y los sobrados recursos de Fajr. El Atleti se arrugó y el Deportivo vivía sus mejores momentos de la jornada: manejando los tempos a la perfección y sacando pecho ante un rival que empezaba a incomodarse más de lo que el guión presagiaba.

Quien tampoco lo vio venir fue Giménez, que desde una posición del todo favorable no pudo evitar que Lucas le robara la cartera para empatar el encuentro después de dos regates pisando el balón. Qué derroche de pundonor el de este jugador, franquicia de una ciudad sumergida en la ilusión que permite el trabajo bien hecho. Aquel capaz de mostrarse cuando las circunstancias lo exigen con la gallardía de un futbolista comprometido. Fue quizá ese inconformismo el que hizo que el Dépor sacase las garras para poner contra las cuerdas a los rojiblancos. Tanto que Fajr llegó a estrellar un balón en la cruceta tras un golpeo escandaloso. Lo intentó el Atleti, pero no encontró la profundidad que pretendía con Correa o Fernando Torres, sin hacer otra cosa que contemplar la muerte de un encuentro del que el Deportivo saca un punto importantísimo debido a la forma en que se consiguió.

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