Mejorar y evolucionar son dos procesos que llevan su tiempo. De la noche a la mañana no se cambia algo, es necesario esperar y tener paciencia. Hasta ahí todo bien, pero para tener paciencia, hay que ir viendo pequeñas permutas significativas a la espera del gran cambio. Y el Real Valladolid no los está mostrando. Cierto es que en el primer encuentro con Miguel Ángel Portugal, consiguió un gol que pocos equipos podrían hacer, y que dejó buenas sensaciones en algunas combinaciones ofensivas; pero no lo ha refrendado en Almería. Es más, dejó una imagen triste, apática y carente de ninguna personalidad.

Repasando la actuación albivioleta en el Estadio de los Juegos Mediterráneos, hay que analizar línea por línea el rendimiento de los jugadores que Portugal dispuso desde el inicio para combatir ante un equipo herido y con la extrema necesidad de vencer. Pues bien, todas las demarcaciones cometieron fallos, más o menos acertados, por lo que difícilmente se puede considerar una buena actuación colectiva. Desde el gran fallo de Kepa, hasta el penalti mal tirado por Mojica, pasando por diferentes momentos del encuentro en el que los futbolistas del Real Valladolid no tuvieron su mejor día.

De los minutos de buen juego, al pelotazo

Ante el Mirandés, siete días atrás, el Real Valladolid tuvo minutos de gran juego colectivo, tocando el cuero de un costado a otro, combinando entre sus futbolistas y encontrando paredes que facilitaron el avance de metros hasta portería rival. Precisamente así llegó el primer tanto de Juan Villar. Fueron pocos minutos, pero los hubo. Brotes verdes que se llaman en momentos de crisis que hacían ser esperanzadores con un equipo que lleva varias jornadas de la Liga Adelante sin mostrar todo su potencial. Varias, por no decir todas. Comentaba Miguel Ángel Portugal que buscaba mantener el ritmo de esos 15 minutos durante un periodo del partido más extenso, pero ante el Almería fue todo lo contrario.

El inicio del encuentro fue positivo, pero duro eso, cinco escasos minutos. El resto del choque, el Real Valladolid practicó un juego rácano, sin decisiones acertadas en las salidas a la contra, y con un exceso del balón largo. Una jugada que, por otra parte, no domina el conjunto albivioleta, por lo que además de poco indicada para los jugadores que integran la plantilla blaquivioleta, apenas generó nada en ataque. Es por ello que, en un escenario donde pudo realizarse un mejor juego que el que después se vio, el Real Valladolid fracasó en ese aspecto, y no fue hasta el gol en contra cuando reaccionó y acumuló un par de llegadas a través del control del balón y no de un simple pelotazo hacia delante.

Pero no queda ahí el mal juego vallisoletano, pues además de no ser bueno en el colectivo, tampoco lo fue en lo individual. Tan solo un destello, el de Mojica en el enorme gol que consiguió a la media vuelta, y que después ensució con la desafortunada decisión de lanzar un penalti cuando no es un jugador habituado a ello. El resultado de esa decisión fue lo que fue, una pena máxima horriblemente lanzada y marrada, desperdiciando la oportunidad de llevarse una victoria que hubiera sido injusta. Lo más justo, al final, fue el empate. Error, también, de Portugal por dejar tirar un penalti a Mojica, por muy confiado que estuviera el cafetero, y no dar instrucciones a futbolistas más habituados a ello.

Intranquilidad defensiva

Una cosa es inseguridad y otra es intranquilidad. De no estar seguro, a no estar tranquilo. Esta vez, el Real Valladolid tuvo algo más de seguridad en la parte de atrás, pero no pudo estar tranquilo en ningún momento del encuentro. Y no por mérito del rival, que tampoco creó un gran número de ocasiones. Sino por deméritos propios. Errores de marcaje, en el pase, de colocación o simplemente de precisión. Así llegó el tanto del Almería, con un mal pase atrás y un horrible control de Kepa, regalando el balón a Quique para que marcara a placer. Otra jugada que demuestra esto es el fallo de entendimiento entre Samuel y Marcelo Silva, en una acción que propició que Chuli casi se plantara ante el arquero vasco.

Ahí es donde debe mejorar el conjunto albivioleta, y cuanto antes mejor, porque entre una defensa que comete muchos fallos y que a las primeras de cambio concede ocasiones; y un ataque que cuando no tiene su día, no realiza más juego que la patada a seguir, lo que queda es un equipo plano, carente de identidad, de respuesta ante el rival y de competitividad, pues lo más importante es competir, y este Real Valladolid deja muchas dudas de que pueda competir ante los grandes equipos de la categoría, los conjuntos más en forma, como son Zaragoza y Osasuna, precisamente, dos de los próximos rivales en el futuro más cercano.

En definitiva, un encuentro en el que ni las decisiones desde fuera del terreno de juego, ni dentro de él, fueron acertadas. Un choque que se salva gracias a la genialidad de Mojica en el área, pero también que no ganó el conjunto albivioleta precisamente por el futbolista colombiano y su grave error en lanzamiento del penalti. Combinación de factores negativos que, a pesar del cuarto punto de Miguel Ángel Portugal de seis posibles, sigue demostrando que este Real Valladolid no transmite alegría ni confianza. Pronto aún para valorar la permuta en el banquillo, el trabajo de burgalés y el devenir de la temporada; pero no para poder observar mayores brotes verdes que 15 buenos minutos de juego en dos encuentros. Mucho que mejorar a orillas del Pisuerga.