Con la voz entrecortada y la mirada perdida. Con un leve temblor de piernas del bueno, del que anuncia entusiasmo y no pánico. Al seguidor del Deportivo de la Coruña se le reconoce a leguas en este tipo de días. Los que preludian algo grande, los que conforman la semana de un derbi. Capaz de eclipsar a un partido que tiene luz propia. El sábado no habrá lugar para disputas entre condal y capital, solo existirá el blanquiazul y el celeste.

Dudas en A Coruña, euforia en Vigo

Y llega con tiempo para asimilarlo tras el parón de selecciones. Un intervalo que en este caso, solo sirve para alimentar las ganas de fútbol de las hinchadas. Para desatar el hambre del famélico que mastica chicle para engañar al estómago. El deportivista se caracteriza por ocupar las mañanas en una eterna jornada de reflexión. No hay elecciones pero sí la visita de un incómodo vecino que parece querer acaparar los focos. Pero es que el Celta está muy bien. Están tan bien que ponen en tela de juicio la supremacía en la comunidad gallega. Tanto que hace dudar de lo tangibles que han sido las buenas sensaciones hasta ahora en el equipo de A Coruña.

La nube en la que estaba alojada el equipo herculino se va deshaciendo poco a poco, acercándose a la realidad, a la humildad. 40 días sin celebrar una victoria son muchos días, en el barrio del rico y en el del pobre. La facilidad para ver puerta fue una efeméride que solo ha sabido conservar Lucas Pérez. El buen momento que atravesaban jugadores como Luis Alberto y Celso Borges se ha visto truncado por  varios motivos. Cada vez se echa más de menos a Fabricio, al que no está, más teniendo en cuenta su lesión, que iba camino de dos semanas pero se tornó en misterio. Oriol y Jona no aportan cifras reales, las mismas que destroza Nolito. Cómo está Nolito.

El Dépor más saludable del último lustro

Pero en el fútbol todo cambia. Tirando de tópicos las estadísticas están para romperse y no siempre gana el que está mejor. El conjunto de Víctor Sánchez del Amo habita en la mitad superior de la tabla. Lugar privilegiado ganado a pulso en Mestalla o en Riazor ante el Atleti y el lanzado Athletic. Monelos aparte, Sidnei y Mosquera siguen a velocidad de crucero y Fernando Navarro ocupa el lateral izquierdo con solvencia. Hay motivos para ver el vaso medio lleno, de sobra. La temporada pasada el Dépor se hundía lenta e irremediablemente, árbol agitado inclusive. Hace dos era líder, en Segunda, luchando por estar donde está hoy. 

En 2012 a los gallegos le endosaban una manita en La Romareda y Oltra se disponía a ir guardando los calcetines en la maleta. Domingos Paciencia en la recámara. Partidos cuya sola evocación harían estremecerse al más pintado. Por todo ello, en Riazor deben echar la vista atrás con la madurez y la perspectiva que solo te otorga el tiempo y el sufrimiento pasado, no el calentón de un mal día.

El Deportivo de la Coruña debe encomiarse a la fe que les ha hecho llegar donde están y a corto plazo, disfrutar de la fiesta del fútbol gallego, derbi que a día de hoy es uno de los más apetecibles en el ámbito nacional. Pensar en positivo, siempre hacia adelante, sin olvidar que el optimismo, igual que la alegría, va por barrios. Y por Riazor ya toca.