Pocos hombres son tan importantes en el actual Celta de Vigo como Augusto Matías Fernández. El argentino, capitán de la nave de Berizzo y uno de los futbolistas con más carácter y personalidad que se recuerdan en Balaídos, se ha convertido en el gran pilar del centro del campo del equipo. En los dos encuentros en que estuvo ausente esta temporada, el Celta lo notó sobremanera.

Augusto llegó al Celta como jugador de banda, como un extremo, atípico, eso sí, en su forma de jugar. Ya Luis Enrique había optado por introducirle más metido al centro del campo en algunos partidos, pero fue Eduardo Berizzo el que descubrió su posición ideal: pivote defensivo.

Mediada la temporada pasada, el Celta acumulaba diez partidos sin ganar cuando el entrenador argentino optó por un cambio del sistema. Un 4-2-3-1, con Augusto como mediocentro y Krohn-Dehli a su lado, con libertad para llegar a posiciones de remate. Ésa era la tecla que faltaba. El equipo volvió a ganar, ante el Córdoba, para luego empatar ante la Real Sociedad en San Sebastián y volver a ganar en casa en un brillante partido ante el Atlético de Madrid. El siguiente partido era el derbi.

En Riazor, Berizzo volvió al 4-3-3 introduciendo a Radoja, pero Augusto volvió a ser el auténtico mediocentro. Su actuación, al lado de un espectacular Krohn-Dehli, fue imperial en todos los aspectos. El ‘Negro’ dominó el centro del campo, recuperó balones, ayudó en defensa y siempre distribuyó el balón con criterio. Más o menos, lo que lleva haciendo hasta ahora.

A Coruña vivió su consolidación como pivote, como eje en el centro del campo del Celta, su aparición como uno de los fundamentales e intocables para el sistema de Eduardo Berizzo. Ahora que los dos grandes de Galicia vuelven a encontrarse, el concurso de Augusto Fernández, como siempre, volverá a ser fundamental para su equipo. El Celta le necesita.