La última vez que Víctor Sánchez del Amo saltó al césped para enfrentarse al Celta de Vigo antes del descenso vigués de la 03-04 fue, a decir verdad, totalmente irrelevante. El partido, disputado en Riazor, estaba sentenciado (el Deportivo ganaba 3-0 desde el minuto 22 de la primera parte) y su entrada al campo sustituyendo a Fran en el minuto 83 de partido no tuvo ningún tipo de impacto en el devenir del mismo. Precisamente por eso, porque fue irrelevante, es hasta probable que él mismo no lo recuerde. Sin embargo, sobre lo que ocurrió cuatro meses antes en Balaídos lo más seguro es que guarde un brutalmente nítido recuerdo en la memoria.

Cuando el Deportivo ejecutó por 3-0 al Celta en Riazor, los vigueses ya estaban verdaderamente hundidos en la tabla clasificatoria. Aquel año, apenas un mes más tarde, descenderían a la Segunda División y darían paso a un periodo de oscurantismo económico y deportivo para el club. Sin embargo, cuando el 3 de enero el Deportivo visitaba Balaídos las cosas no iban tan mal para los pupilos de Lotina. Pese a no estar viviendo una de sus mejores campañas ligueras, los vigueses habían cosechado una histórica clasificación para los octavos de final de la UEFA Champions League y se mantenían vivos en la Copa del Rey.

Aquel 3 de enero, Víctor formó línea de ataque con Juan Carlos Valerón, Albert Luque y Wálter Pandiani, el rifle, quien llegaba en el que, probablemente, sería el mejor estado de forma de toda su carrera deportiva. Fran, símbolo deportivista, esperaría en el banquillo. Eran plenas navidades y era sábado, cuando los sábados todavía no habían sido profanados y únicamente contenían dos (o a lo sumo tres) partidos, en víspera de la avalancha del domingo a las 17:00. Cuando el fútbol en abierto todavía no se había convertido en los restos dejados de lado por las grandes cadenas privadas. El fútbol todavía era fútbol sin más.

En los banquillos estaban Miguel Ángel Lotina y Javier Irureta, dos hombres que compartieron el privilegio de poder haberse sentado a ambos lados de la tormenta. Aquella noche, los hombres blanquiazules rajaron de arriba a abajo la moral celeste, sumiéndolos en un estado de confusión del que ya no lograrían recuperarse hasta terminar abandonando la categoría por la puerta de atrás. Lo que ocurrió aquel sábado navideño en Balaídos tuvo muy poco que ver con el espíritu de la Navidad. De hecho, lo destrozó.

Aquella noche, Víctor fue una pesadilla para el Celta (Foto: Atlántico).

Sobre el césped, además de Víctor, también se encontraba Eduardo Berizzo. El defensor argentino, ahora entrenador del Celta, formó aquella noche en una conservadora línea defensiva de cinco hombres, ubicándose como central junto a Fernando Cáceres y Pablo Contreras, con Ángel López y Sylvinho cubriendo los laterales. Una defensa de cinco que, aquella noche, terminó enloqueciendo, elucubrando acerca de su propia condición. La noche de Contreras, así como la de Pablo Cavallero bajo palos y la del propio Berizzo, fue para olvidar. Para esconderla en un cajón y no volver a hablar sobre ella jamás. Desafortunadamente, aquel 0-5 haría historia como uno de los resultados más abultados de la historia de los derbis.

El primero en fallar sería el chileno, quien entregaría un balón a los pies de Valerón en tres cuartos de campo propio. El de Arguineguín condujo, sentó a Berizzo y abrió a la banda izquierda, desde donde Luque tendría tiempo para controlar, avanzar y batir a un desafortunado Cavallero. Con lanzamiento al poste de Jesuli mediante, el segundo gol coruñés de la noche llegaría al filo del descanso. En esta ocasión sería Berizzo el dueño del error. Saltando sin firmeza con Pandiani a por un balón aéreo, el central argentino se comería una pelota que acabaría en los pies de Víctor. El extremo madrileño, sin titubeos, la picaría lo justo para establecer el 0-2.

A partir de ahí todo se desmoronó. Berizzo salió del campo, sustituido por Vágner en una intentona de Lotina por dar la vuelta al marcador. Inútil. Víctor, disfrazado de verdugo, todavía sería capaz de batir en dos ocasiones más al meta argentino del Celta, siendo el gol que confirmaba su hat-trick y colocaba el 0-4 en el electrónico de Balaídos especialmente bochornoso para Cavallero. Finalmente, Víctor acabaría siendo sustituido por Tristán, quien terminaría de asesinar los sueños celestes con el quinto gol, el broche a una noche terrorífica en Balaídos. Vaya regalo de Reyes.

Los años han volado desde entonces. Ambos equipos han caído a los infiernos y han vuelto a resurgir en repetidas ocasiones. Los futbolistas se han ido retirando, entre ellos, por supuesto, Víctor Sánchez del Amo y Eduardo Berizzo. Madrileño y argentino arrancaron, pues, con sus respectivas carreras en los banquillos al poco tiempo de abandonar la práctica profesional del fútbol. Once años después, se han convertido en los entrenadores de los dos mejores equipos del fútbol gallego, aquellos a los que defendieron durante años desde el verde.

Este sábado, el Celta se reencontrará con Víctor. Se reencontrará con aquel extremo grácil y condescendiente que los azotó sin piedad aquel 3 de enero de 2004 en Balaídos. Berizzo tendrá, cómo no, la oportunidad de redimirse de los errores cometidos y de ejercer su venganza particular contra el técnico getafense. Más allá de la guerra que se libre sobre el césped, la cual copará todos los focos, en los banquillos se vivirá un grado de tensión especial. Una tensión con aroma a venganza, con tintes de batalla épica. Berizzo podrá convertir el más dulce recuerdo de Víctor en una victoria para sí mismo.