Los equipos cambian poco a poco, van evolucionando con el paso de las jornadas cada temporada, y si hay una permuta en el banquillo, el cambio se produce de forma más visible, aunque no en todos los casos, pero hace falta tiempo. Al Real Valladolid le han hecho falta tres jornadas para lavar su imagen y ver a qué quiere jugar. Tres jornadas en las que, además, consiguió buenos resultados. En La Romareda se vio ese punto de inflexión, con tres puntos en el zurrón, y en Zorrilla, este domingo, se concretó el cambio.

El conjunto dirigido por Miguel Ángel Portugal ha pasado de no saber a qué juega, de prácticamente sacar encuentros hacia delante gracias a detalles individuales, a conformarse como un equipo sólido y estructurado de centro del campo hacia delante. Ahora muestra, al menos, un mayor grado de compromiso y seriedad, ahora ha aprendido a competir, y la sensación que existe es que puede plantar cara a cualquiera, algo que por plantilla y nombres debería ser obligatorio, pero que no se podía afirmar un mes atrás. A pesar de la derrota ante Osasuna, el Real Valladolid compitió, peleó los noventa minutos y tuvo, además, grandes fases de juego combinativo, el juego que el entrenador burgalés quiere ver.

Competir ante la dificultad

Osasuna planteó un encuentro de intensidad, con una presión muy adelantada que en los primeros minutos propició que los centrales pucelanos abusaran del balón en largo, rara vez ganado por la línea ofensiva del Real Valladolid. Sin embargo, con el paso de los minutos, el equipo pucelano se fue percatando de cómo hacer daño a los rojillos. Tiba retrasó su demarcación inicial en la construcción del juego y bajó a recibir al centro del campo, donde se asoció con Álvaro Rubio y así consiguió que el balón pasara de defensa a ataque a ras de césped. No fue muy marcado esto, pues apenas hubo jugadas trenzadas, pero sí demuestra que el Real Valladolid ha aprendido a interpretar el juego y encontrar soluciones.

Mojica demostró, una vez más, que el equipo está en un segundo plano para él

Ya en la segunda parte, con un futbolista menos, el Pucela encontró su foco de ataque por las bandas, con Villar y guzmán pegados a la línea de cal, percutiendo por el costado y buscando desde ahí la jugada hacia el centro. Fue el extremeño, Casaseca, el que más daño hizo en el segundo periodo, más con jugadas de plena intensidad y velocidad, que con acciones de calidad y regates muy técnicos. Fue el futbolista que más peligro llevó y que más problemas causó a la poblada defensa pamplonica, aprovechando su oportunidad de despuntar en el once y dejar a Mojica más tocado, si cabe, por su huida del banquillo cuando se completaron los tres cambios. El colombiano, una vez más, demostró que en ocasiones el equipo es lo último que le importa.

Regresando al titular, una derrota no puede ser nunca buena, pero en esta ocasión si puede tener connotaciones positivas. Mejoría significante en el juego y respuesta ante un grave problema que esta temporada está apareciendo en demasiadas ocasiones: expulsiones tontas que dejan muy tocado a los blanquivioletas. Ahí fue donde apareció el mejor Real Valladolid, con uno menos, dominando el tempo del encuentro y creando peligro por fuera y por dentro. Una mejoría que da continuidad a la línea de Zaragoza, ganando en confianza y en competitividad.

Defensa como mantequilla

El drama del Real Valladolid está claro. En Zaragoza, el espejismo no fue el encuentro que realizó el equipo, con la seriedad por bandera, sino la defensa sólida que apareció en La Romareda. Esta vez, de vuelta en Zorrilla, la línea de atrás volvió a hacer aguas. Y lo hizo varias veces, no solo en el gol encajado. La primera de ellas, cuando Marcelo silva tuvo que cortar de forma brusca la avanzada de Martins, completamente solo en la banda izquierda de ataque de Osasuna cuando el balón estaba en la derecha. Un simple cambio de juego tras perdida local le valió al equipo rojillo para crear peligro. El central uruguayo se jugó la expulsión y tuvo suerte en ver solo la amarilla. Una amarilla que le pesaría después en un salto a un balón alto. Golpe con el codo, aunque no fuera tan fuerte como el futbolista de Osasuna aparentó que fuera.

Marcelo Silva lastró al equipo por dos malas decisiones

Solo los pingüinos saltan con los brazos pegados, dijo Portugal, pero la Liga no entiende de pingüinos, y los codos son penalizados con tarjeta amarilla. Dos decisiones claves, dos decisiones erróneas de Marcelo Silva. Pero todo esto quedó en un aperitivo cuando Juanpe, que cada vez que entra en el campo el equipo rival lo nota (para bien). El central cedido por el Granada despejó un balón en el área pequeña y lo estrelló en Samuel, para quedar en primera fila ante el remate de Nino, que siempre caza balones así. Un gol tonto, innecesario y forzado únicamente por los errores de la defensa.

Una defensa que, además, queda en cuadro. Expulsión de Marcelo Silva, quinta amarilla de Samuel y titularidad para Juanpe, que a buen seguro estará acompañado por Timor, en lo que confirma el drama de la zaga vallisoletana. Una zaga que necesita, como el comer, un refuerzo de garantías, al menos. Y a poder ser, dos centrales, y de garantías. Que puedan ser titulares desde su llegada, pues con la confección de la plantilla actual en defensa, el Real Valladolid batallará consigo mismo, más que con el resto de los equipos de Segunda.

En definitiva, el encuentro ante Osasuna tiene dos lecturas. La positiva, en la que se ensalza la mejoría mostrada por el Real Valladolid de centro del campo hacia delante, con buenos minutos de juego de toque y combinación, con una respuesta ante la adversidad y una lectura del partido planteado por el rival. Sin embargo, la negativa es más preocupante, la defensa, que hasta enero será la misma, y que en el encuentro en Lugo tendrá que conformarse con alfileres por la sanción de los dos centrales titulares. Preocupante, sin duda, pero también con opción de cambiar y mejorar.