En Riazor ningún foráneo se siente cómdo, es algo que Víctor Sánchez del Amo se ha encargado de puntualizar en cuanto le metió mano a este equipo, y esta noche el Deportivo volvió a hacer gala de la confianza que proporciona una buena gestión. El Sevilla no encontró su sitio, si acaso con el oficio de Iborra y Llorente, teniendo presencia en el área, pero sin generar ocasiones de peso. No se lo pusieron fácil los blanquiazules que, dando continuidad a la estrategia de los últimos partidos, se adelantaron en el marcador con un zurdazo a balón parado de Lucas. Continuó imponiéndose la filosofía de los de Víctor, de buen repliegue y líneas juntas, en un encuentro de jugadas precipitadas e imprecisiones; pero Iborra se encontró con la gracia de Llorente en el área del Deportivo para sentar las tablas.

No sufrió el Deportivo, precisamente, complejo de inferioridad en su cita de esta noche, planteando el encuentro según las armas de cada uno e imponiendo sus máximas a un equipo que volverá a jugar entre semana. Los locales pretendieron aprovechar su oportunidad, enchufados desde el pitido inicial, para acentuar las pobres cifras de los de Emery lejos del Pizjuán, y eso dejaron entrever Jonathan y Lucas, eternamente asociados al incordio y la rapidez, que consiguieron penetrar en el área sevillista. Pronto llegaría la primera, para desgracia de Kolo y Rami, centrales experimentados y con oficio que, gracias a una pared del uruguayo, Lucas superó para mostrarse, errante y contemplativo, ante los dominios de Sergio Rico.

Pero no mostraría clemencia más adelante. No es su estilo, lo suyo es exigir lo máximo, especialmente a si mismo, para portar con el orgullo que otros llevaron antaño. Por ahora lo está consiguiendo, anotando jornada tras jornada, ya de forma rutinaria. Porque también pareció producto de la inercia el zurdazo que encontró la malla en una falta desde la frontal del área. El portero sevillista hizo su parte, pero la potencia y el bote dentro del área pequeña salpicaron el esférico hacia el interior de la puerta. El coruñés no desesperó ante la falta de acierto, sabía que su momento llegaría, como casi siempre, sin necesidad de forzarlo.

También pareció producto de la inercia el zurdazo que encontró la malla en una falta desde la frontal del área

Se infería del acierto del Deportivo una actitud pendenciera por parte de los andaluces, tirando de garra y la elegancia de Konyoplanka, volante de excelencia y velocidad que se encontró con el gran estado de forma de Juanfran, sólido y seguro atrás, que no se privó de participar también en ataque, en donde se encontró con Cani, por fuera y por dentro, cristlizando por ese lado las mejores intenciones de los coruñeses. No podía decir lo mismo el Sevilla, gris y ramplón, que no encontraba la profundidad de Vitolo, tampoco el acierto de Gameiro. Quizá por la imperial actuación de Sidnei y Arribas, en especial este último, rayando la perfección en un encuentro que le hacía recordar tiempos cercanos, o por la militancia de Bergantiños y el temple de Mosquera, toda una suerte de categoría en la medular, y además, de la casa.

Supo controlar el Deportivo el encuentro a pesar de no mandar en la posesión, se acomodaron en su repliegue y en el balón largo a las piernas de Lucas y Jonathan, jugadores rápidos pero duros, compactos en la conservación del esférico y siempre exigiendo lo máximo a los defensores. Pero si hay algo que tiene el Sevilla, aún en tiempo de vacas flacas, es una de las mayores pegadas de la Liga, un equipo ingrato en cuanto le das la espalda y te confías lo más mínimo. Eso le pasó a los herculinos, en un fallo de concentración, una falta rápida sacada por los de Nervión terminó rebotando en el pecho de Llorente para que Iborra, habilitado en el área pequeña, resolviese a placer para sentar las tablas de un encuentro que sabe mejor a unos que a otros.  

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