Quizás se pregunten el porqué de la interrogación. No está, ni mucho menos, colocada al azar o erróneamente sobre el título que introduce este reportaje. La gran mayoría de las personas que se encuentren leyendo este artículo, habrán oído o querrán oír qué es el partido de la muerte. El objetivo, no es otro que intentar mostrar con toda la bonhomía posible, algo conocido a los nuevos y algo nuevo a los que ya lo conocen, lo que viene a ser un tema y rema de toda la vida. Un ejercicio de empatía hacía el relato establecido y su narrador.

La vida de Pi. La novela de Yann Martel es la gran analogía a este texto. En el libro, Pi, su protagonista, cuenta la legendaria proeza que realizó al sobrevivir meses de naufragio en una precaria balsa de un crucero con varios animales, y un tigre de bengala, su amigo y enemigo durante el viaje, dependientes por la fuerza el uno del otro. Su desventura le llevó por lugares fantásticos, hermosos en su misma debacle y llenos de seres y entornos repletos de magia, más propios de un paraje de Tolkien que de una realidad. Su enorme coraje y su capacidad de resiliencia perpetuaron una de las más loables empresas de la vida humana.

Sin adelantar más acontecimientos, el famoso partido de la muerte, cuenta con dos versiones, cada una de ellas con sus seguidores, sus propias bases y un sentido histórico.

De la dignidad humana y la lucha por la libertad

Doce hombres, doce héroes, doce gritos contra la injusticia. Un conjunto de amigos y futbolistas, que bajo el dominio de la Alemania Nazi fundaron un equipo llamado FC Start, como metáfora de un nuevo comienzo de la mano del deporte rey, el comienzo de una epopeya. Doce jugadores ucranianos que se impusieron a la mala alimentación, a la invasión de su país y a las sucesivas amenazas que revoloteaban por encima de sus cabezas con la intención de desarticular su hazaña.

Las doce leyendas de Kiev. Fotografía: Tibia Hispano

En la década de los años 30, el balompié era un deporte muy popular entre las gentes de la Unión Soviética, pero había un país que resaltaba por encima de los demás, un lugar donde verdaderamente el fútbol era una pasión, una vida entregada al esférico. Por aquel entonces, el mejor equipo era un viejo conocido, el Dinamo de Kiev, estructurado en torno a la policía y el Ejército Rojo, lo que se conocía como sociedad deportiva Dinamo y que daba nombre al combinado. La liga, patrocinada por el Estado, gozaba de buena salud y de un público fiel que no dudaba ni un ápice a la hora de abandonar sus hogares los días de partido.

En sus ojos se pudo vislumbrar la iridiscencia de aquel que puede ver su sueño cumplido

Los diversos campeonatos se desarrollaron con normalidad hasta el 1941, temporada que jamás llegó a concluir a causa de la llegada de las tropas alemanas del III Reich a la Unión Soviética el 22 de junio de ese mismo año. Algunos jugadores fueron citados al frente de batalla para contrarrestar las acometidas del Eje, pero Kiev cayó y con la ciudad, sus habitantes. El Dinamo se desarticuló y muchos de los militantes fueron enviados a campos de concentración y otros tantos murieron bajo tortura. Un destino grotesco y atroz, epítome de una carcunda ideología que desgraciadamente los ciudadanos de Kiev tuvieron que sufrir injustamente. 

Un año después, en la primavera de 1942, Mykola Trusevych, guardameta del gran club ucraniano, volvió sano y salvo a la ciudad, en busca de un trabajo con el que ganarse la vida. Iosif Kordik, el dueño de una panadería, le ofreció ser el barrendero del establecimiento. Pero, como una meliflua nota de una idea que cambiaría el destino, a Kordik se le ocurrió formar un equipo de su deporte favorito. En sus ojos se pudo vislumbrar la iridiscencia de aquel que puede ver su sueño cumplido, tal y como sucedió al descubrir que su barrendero era quien fuese en su época.

Día D

La fecha señalada para el partido. Para Ucrania, un día positivo, una diapositiva de unos hechos que iban a exponer al mundo la importancia de la dignidad humana. El día en el que se enfrentaban el FC Start y el FV Flakelf. Un día configurado como una fiesta en pos de la superioridad aria, contra el propósito los derechos fundamentales, contra la libertad y en el que los jugadores de Kiev no defraudaron y se convirtieron en leyendas. Pero, las buenas historias, sobre todo las que apelan a la épica, deben comenzarse por el principio.

El equipo. Kordik confió en Trusevych la tarea de buscar a los jugadores. El ex del Dinamo se puso manos a la obra y comenzaron los contactos con sus antiguos compañeros. El primero en aparecer fue Makar Goncharenko, y después vinieron Svyridovskiy, Korotkykh, Klimenko, Tyutchev, Putistin y Kuzmenko, todos integrantes de su antiguo equipo. A estos nueve se sumaron tres futbolistas más pertenecientes al Lokomotiv: Balakin, Sukharev y Mielnizhuk. Todos ellos jugarían en la liga local, un campeonato formado por guarniciones militares alemanas que tomaron a estos doce hombres por pobres diablos descarriados, desconocedores de hasta qué punto estaban suscitando y devaluando el valor de su propia vida. 

Así se anunció el partido: Sexto anillo

Nueve partidos disputaron, en una liga de diez. Nueve encuentros saldados con contundentes victorias sobre los germanos. El último de ellos, ante el Ruch, uno de los favoritos. Ganaron 7-2, a pesar de estar mal alimentados. Algo inexplicable y sin cabida en la dictadura de Hitler, que no podía permitir tales humillaciones en sus tropas. Por eso, tras el último encuentro, el Flakelf de la Luftwaffe, la compañía aviadora del ejército alemán, pidió la revancha.

Y entonces llegó el día, el 9 de agosto de 1942. El escenario, el estadio Zenit, abarrotado hasta los mismos pies del tapiz. Todo diseñado para que solo ocurrieran dos cosas: victoria alemana y asedio desmoralizante de por vida a los ucranianos o alzamiento de los ucranianos que con orgullo ganarían el partido, ¿pero a qué precio? Al de morir de pie antes que vivir arrodillados. Con el arbitraje parcializado siendo el colegiado un oficial de las SS y con el FC Start negando el saludo nazi al inicio del encuentro, la ataraxia soviética se disponía a recibir el mayor de los fantoches espectáculos.

Consecuencias previstas

Un coliseo romano. La jauría germana se cernía sobre las pobres criaturas del Start, mostrando sus fauces, deseosa de exacerbar su poder. Como estaba previsto, el árbitro permitió la marrullería de los crapulosos jugadores del Flakelf, llegando a tales extremos como el de una patada en la cara del portero, que dejaría aturdido a Trusevych mientras hacían el primero. La ignorancia del trencilla impregnó el color del partido. Pese a las insistentes quejas (cada vez menores) los alemanes utilizaron todas las posibles tácticas y técnicas a su alcance para desenvolver sus artimañas. Agarrones exagerados, patadas a la altura de la rodilla con los tacos por delante, eso sí, el mínimo roce de los ucranianos sobre sus rivales, sería cobrado por el oficial de las SS.

Una patada a la altura de la rodilla con los tacos por delante: 3D Juegos

Sin embargo, la impotencia no fue en potencia, y la calidad del Este se sobrepuso al físico de los soldados. Kuzmenko anotó de tiro libre y Goncharenko hizo lo propio tras sortear con finura la defensa contraria. 3-1 al descanso. La segunda mitad fue la misma mota de polvo, la misma dinámica. Dos goles para los locales y dos para los visitantes, enzarzados en una disputa entre la destreza mal acondicionada por la alimentación y el séquito leñero en plena forma física. Se impuso el FC Start y el buen fútbol, el que enaltece este deporte, el que triunfó. Como última oda a esta parafernalia de alegorías, patriotismo y la justicia, Klimenko llegó al área rival, se marchó de la defensa, del arquero, y a portería vacía, envío un mensaje en forma de pelotazo a la grada.

Una semana después, recibiría la contestación. El remitente era el ejército nazi, no ya como equipo de fútbol, sino como encarnación del mal. Dentro del sobre, el mensaje. Al FC Start, por su osadía suicida, son arrestados, serán torturados y enviados a los campos de concentración. Firma la tóxica tinta de la ideología fascista. Así fue sentenciado y así ocurrió. Korotkykh fue torturado, Kuzmenko, Keehl y el barrendero Trusevich, forzados a trabajar enjaulados hasta su asesinato. Sobrevivieron unos pocos, entre los cuales Goncharenko y Tyutchev nos hicieron llegar esta dramática historia, donde el valor de la vida y la humanidad florecieron ínfimamente en un desarraigado yermo de nimia ética y pura maldad.

Del interés humano y el poder

Doce hombres, doce trabajadores, doce vidas supeditadas a la ocupación nazi. Un conjunto de amigos y futbolistas, que volvieron a unirse tras la caída de Kiev para fundar un equipo llamado FC Start, con el que competir en la liga local y jugar a su deporte favorito. Doce jugadores ucranianos que pese a su mala alimentación, no perdieron la calidad, y pudieron desfogarse de las penurias de su día a día divirtiéndose con lo que más amaban, el fútbol.

Monumento a los caídos del FC Start: 3D Juegos

Para Kiev, el mundo cambió con la llegada del Eje. El avance impasible del ejército alemán acabó con la bendita rutina de la ciudad del Este. El Dinamo de Kiev, que cada vez iba perdiendo más protagonismo, llegando a ser el cuarto clasificado con 76 puntos, desapareció junto con el resto de los equipos. Como aquel que dice, la vida continúa, y así lo hicieron sus jugadores. Cada uno trabajó como bien pudo, algunos fueron camareros, otros ayudantes e incluso barrenderos en una panadería. Las inspecciones se sucedían entre los distintos locales, en busca de comunistas y espías de la NKVD, la policía soviética que financiaba la Dinamo donde militaron estos doce jugadores.

La guerra, la guerra no cambia nunca

Los mismos que ganaron todos y cada uno de los partidos disputados contra los pelotones germanos, suponían el descrédito de las fuerzas locales y por ende, una amenaza de la jerarquía del III Reich en Ucrania. La acendrada trayectoria del FC Start se debía a la experiencia y a la preparación que habían obtenido en sus años de fútbol a nivel profesional, por lo que, ante un grupo de soldados sin esa profundidad sobre el manejo del balón, el esquema estratégico y sobre el resto de conceptos de la desgastada lista de expresiones futboleras, siempre sucumbían al nivel de los ucranianos

La vida así era más llevadera. Compaginar los respectivos oficios de cada jugador con los enfrentamientos sobre el terreno de juego no suponía ningún esfuerzo para ellos. Pero nada sale como se prevé, nunca. El último encuentro que disputaron ante el Flakelf, había desatado la alarma en la administración local, y se pidió una revancha para el 9 de agosto de 1942 como última ocasión de recuperar la moral de las tropas, lastradas por la pesadumbre del pleno de victorias de ‘su población’, antes de cancelar definitivamente el torneo liguero y acabar con una de las aficiones más demandadas y apreciadas de aquella época.

Día de partido

La llegada al Estadio de Kiev fue como otras tantas, y el aforo, lleno hasta la bandera. Propaganda nacionalsocialista, con banderas rojas y blancas estampadas con el sello de la esvástica negra. Ponderosa imagen y margen, dentro de los límites, a una pequeña algarabía a favor de los ucranianos. Fue un duelo intenso y tenso en ciertos momentos, sobre todo por la remontada que lograron los integrantes del FC Start al voltear el 0 a 1 inicial. Pero, no hubo patadas ni amenazas con el objetivo de que las filas formadas por hombres del Start efectuasen a conciencia una derrota premeditada para la alegría germana.

La rivalidad y las ganas que se tenían los unos a los otros tras el doloroso 7-2 de la ida, propició una batalla de las que se solucionan con el balón a los pies. Los soldados de la Luftwaffe, la defensa antiaérea, lucían imponentes sus uniformes, dotados de un buen físico esculpido a base de una buena alimentación y los trabajos rutinarios del ejército. Además, entrenaban semanalmente con horarios fijos para preparar los partidos. En el otro extremo, los ex jugadores del Dinamo y el Lokomotiv de Kiev, esbozaban ligeramente los patrones de sus rudimentarias vestimentas, víctimas de la ingesta de alimentos parcos en variedad y de calidad dudosamente comestible. Así mismo, se ejercitaban cuando su trabajo se  lo permitía.

Y tal como acabaron los demás encuentros, así lo hizo este. Una derrota alemana más. Tras el pitido final se dieron las manos símbolo del respeto deportivo y los ucranianos se marcharon a festejar en petit comité su décima victoria consecutiva. Pero, por mucha fiesta y por mucha alegría que pudieran tener, la liga tenía los días contados y lo que es peor, a nadie se le podía olvidar que estaban metidos en plena Segunda Guerra Mundial, un enfrentamiento bélico que precisamente, cambiaría sus tornas en ese año 1942.

En mitad de una guerra

Días después del duelo, los nazis ya sabían que estaban perdiendo la batalla y a partir de ese momento irían perdiendo territorio hasta quedar encerrados como perros en su querida Berlín. De esta manera, la búsqueda de personas judías, de color y demás se intensificó con la intención de exterminar todo lo que les fuese posible. Una gran contribución a la humanidad donde las haya, nótese la ironía. Así pues, las detenciones llegaron un nuevo nivel más bronco y más salvaje. Como locos, en el territorio soviético, el súmmum era encontrar “sucios comunistas”, como ellos decían. Investigaron la panadería de Kordik y Trusevich, y descubrieron que fueron participes del NKVD, la policía secreta. Fueron asesinados sin piedad junto a Kuzmenko y Klimenko.

Honor a las víctimas de las fuerzas del Eje

La sempiterna caza de brujas seguía con paso firme. Contra todo aquel que luchó en la resistencia, se les llevaba a un peculiar interrogatorio, que de interrogatorio tenía poco. En uno de ellos murió Korotkich, miembro del Partido Comunista y del NKVD, su destino ya era pasto de las esperpénticas torturas nazis. Pero, no siempre era así, y ya no sé si decir qué era peor. A los que no se les podía inculpar ni fallar a favor de su muerte por la falta de pruebas que les incriminasen como espías, se optó por enviarlos a los campos de concentración.

Allí, se sabe perfectamente como desembocaron los hechos a la postre. Tres jugadores del Dinamo sufrieron esa desdicha capricho de lo dicho por un líder que se encontraba ya en entredicho. Este trío fue asignado en el grupo de transporte de leña y sobrevivieron como mucho seis meses, antes de caer desvalidos por la desnutrición y el ambiente enervado del lugar. Perdida la batalla de Stalingrado, ya no había cuasi miramientos. Un paso en falso y la espera para recibir con rechazo la metralla de las armas germanas era cuestión de minutos. El último resquicio de jugadores de aquel partido, sufrió en sus carnes esta tragedia por un robo de carne que llevarse a la boca. La guerra, la guerra no cambia nunca.

Ese juego indigno

Hacía el final del libro, Pi se dirige al periodista, abocado desesperadamente a las manos del nefelibato protagonista, con la esperanza de encontrar un minúsculo atisbo de la existencia de Dios. Le pregunta si es cierto lo que le ha narrado. En lugar de ello, encontró una serendipia, un hallazgo inoportuno donde esperaba tener otra solución. La respuesta fue otra historia, más cruda y realista, donde tuvo que matar a otros tripulantes para sobrevivir, que curiosamente eran calcados a las actitudes de los animales de la primera crónica.

“La cuestión no es si existe un Dios o no, la cuestión es creer en algo, que nos haga recobrar fuerzas de donde no las había y seguir adelante”

No nos pide que le creamos, nos pide silencio y nos da la opción de creer lo que necesitemos, sin juzgar su decisión. No es necesario decir que versión es la que cuenta, ambas son ambivalentes y sirven para un determinado propósito. ¿Fue la eliminación de posibles peligros comunistas para la seguridad del régimen? O por el contrario ¿Fue una quema de lo adverso? ¿De aquello que ridiculizaba la hegemonía nazi? La respuesta, está en el mismo título de este reportaje, que no es otra cosa que un anagrama. Una frase que en distinto orden reza: “El partido de la muerte… ¿Queremos la verdad?”

Pues, depende. A veces sí, a veces un varapalo nos hace reaccionar y sacar lo mejor de nosotros mismos. Otras veces no, otras veces una mentira nos hace creer, nos da una fuerza sobrenatural. A veces es mejor acortar el vuelo, retrasarlo y enseñar, enseñar despacio y ser estrictos, preparar al alumno para el mundo real; y otras, simplemente con una gota de espíritu, sembrada en un lóbrego y angosto terreno supurado por el estiaje, en un pequeño recoveco de una minúscula parcela de tierra sin quemar, en lo más profundo de nuestra alma, basta para generar un coraje y un valor en cada uno superior a la fuerza humana que nos corresponde.

La vida de Pi. Cine

La creencia no tiene porque centrarse en Dios. En ocasiones, un grupo de doce héroes que murieron transferidos al estatus de leyenda para los recluidos habitantes de todo un extenso territorio, pongamos la soviética, generan en ellos un espíritu nacionalista capaz de mover a sus ciudadanos al frente de batalla con una convicción férrea de que se puede vencer a las adversidades, pongamos el régimen nazi, por muy difícil que sean y ganar batallas, pongamos, que la mayor guerra que ha padecido la historia. A veces engrosar un hecho o concebirlo de una manera diferente es mejor que una verdad.

El valor de la vida y la humanidad florecieron ínfimamente en un desarraigado yermo de nimia ética y pura maldad

A caso Ron, en Harry Potter, ¿no fue capaz de realizar su mejor partido de Quidditch creyendo que había tomado una gota de la suerte Felix Felicis? A caso Pi, ¿no tuvo más oportunidades de sobrevivir sacando fuerzas de flaqueza por defender su vida ante el tigre, visitando paisajes mágicos y después jugarse la misma por salvar a su amigo? A caso, toda la retahíla de monumentos en honor a los doce jugadores, el nombramiento el estadio Zenit como estadio Start, y las innumerables leyendas sobre un partido que disputaron unos valientes muchachos sin miedo a la dignidad humana y capaces de confrontarse por el fútbol al magnánimo y hegemónico imperio nazi, ¿no ayudaron, aunque fuese de una forma microscópica, como una gota de espíritu en un angosto terreno, a la victoria de Stalingrado y sus consecuencias?