Mario Moraes, nacido en 1966, inició su andadura en el mundo del fútbol en su tierra jugando en la demarcación de delantero centro. De sus primeros años cabe destacar la experiencia vivida en Bragantino, equipo con el que logró en 1989 el título de campeón de la Serie B y en 1990 el de campeón paulista. Ambos logros tuvieron lugar bajo la dirección del por entonces semidesconocido Vanderlei Luxemburgo, quien comenzaba a labrarse una fama que le llevó a dirigir a muchos de los grandes del fútbol brasileño. La salida del técnico con destino a Flamengo propició la llegada de Carlos Alberto Parreira, con quien Moraes y su Bragantino iban a alcanzar en 1991 el subcampeonato en la serie A. Fueron años en los que el aprendizaje del de Filadelfia, apoyado en los éxitos de su club, apuntaba hacia metas ambiciosas.

Un fichaje para levantar el vuelo

Y qué mejor que probar la aventura europea, siempre tan atractiva para los futbolistas sudamericanos. Allá por el crudo invierno de 1991 el Celta de Txetxu Rojo deambulaba por la División de Plata con más pena que gloria. Tras el descenso de 1990 José María Maguregui se había mostrado incapaz de llevar al equipo a pelear por recuperar la categoría. Como consecuencia de los malos resultados, en enero de 1991 se producía su relevo por el técnico de Begoña, quien tampoco acababa de encontrar la fórmula para devolver al Celta a la zona noble de la tabla. Los enormes problemas del equipo para perforar la portería rival trajeron como consecuencia el fichaje de Mario Moraes. La idea pasaba por aprovechar las condiciones físicas del ex de Bragantino, que con su 1,81 de estatura se situaba a la par de Zoran Maric y superaba con claridad en ese aspecto a Vicente Celeiro, Salvador Mejías, José Luis Mosquera y Ángel Vélez Moska, las otras referencias ofensivas del equipo. Corpulencia aparte, los de Vigo fichaban a un futbolista con una teórica gran capacidad de remate, sobre todo de cabeza y con su pierna derecha.

Mario Moraes no pudo triunfar en Vigo (Foto: youtube.com)
Mario Moraes no pudo triunfar en Vigo (Foto: youtube.com)

El 10 de marzo de 1991 se producía el debut del brasileño con la casaca celeste en una inesperada derrota por 1-2 en Balaídos ante el Palamós. Moraes compartió la punta de ataque con Moska y fue relevado en el minuto 64 de juego, cuando el marcador reflejaba un empate a un tanto. Seis días más tarde llegaba su primera diana en el Camp d’esports de Lleida gracias a un cabezazo que no pudo detener el guardameta Verdejo. Su tanto no sirvió para puntuar, ya que los dos goles obtenidos por el equipo local en el cuarto de hora inicial del choque resultaron un muro infranqueable para los de Rojo. La oportunidad más clara para empatar la tuvo de nuevo Moraes con un remate al filo del descanso que consiguió salvar el arquero local. En Lleida, el por entonces flamante fichaje céltico disputó al completo los 90 minutos de un partido por primera y única vez a lo largo de su breve paso por Vigo.

Victoria balsámica

Por fin, el 24 de marzo los de azul cielo se iban a reencontrar con la victoria. El decimotercer puesto de la tabla al paso por la jornada 27 situaba a los de Balaídos en una depresión de la que parecía no existir salida. Las opciones de ascenso ya se habían esfumado por completo y, con solo 24 puntos acumulados, la amenaza del descenso comenzaba a cernirse sobre un equipo completamente inmerso en una espiral negativa. Así las cosas no cabía la posibilidad de cometer un error ante el Levante, colista y hundido en la tabla, que llegaba al coliseo vigués con apenas 14 puntos en su casillero. Los levantinos tenían en José Martínez Palomar a su tercer técnico de la temporada y sus opciones de mantener la categoría parecían prácticamente nulas.

Alineación Celta-Levante (24/03/1991)
Alineación Celta-Levante (24/03/1991)

Con todo, la primera mitad se convirtió en una verdadera pesadilla para el conjunto local. A los 19 minutos de juego Sanromán derribaba a Bilbao en el área viguesa. La pena máxima la transformaba Juan Carlos, que adelantaba a los visitantes. Lejos de reaccionar, los de Txetxu Rojo muy bien pudieron encajar el segundo tanto tras sendas ocasiones de Abad y Marcelino. El Celta no daba una a derechas pero un error garrafal del guardameta Vitaller, que derribó a Moska cuando las manecillas del reloj ya superaban el 45, iba a suponer un inesperado balón de oxígeno para los de casa. Fabiano, pichichi del equipo en aquella temporada, no falló y colocó las tablas justo antes del paso por la caseta.

De manera un tanto sorprendente, anunció su retirada con apenas 30 años

A la vuelta de vestuarios el equipo local salió con ánimos renovados. Así, en el minuto 48 una gran jugada de Mandiá le llevó a plantarse en zona de ataque. Su pase a Mario Moraes lo convirtió el brasileño en asistencia al disparar y batir a Vitaller. En un abrir y cerrar de ojos el Celta daba la vuelta a un encuentro que había pintado muy mal durante la primera mitad. A partir de este momento los de Rojo controlaron el choque e incluso dispusieron de un par de buenas ocasiones para incrementar la diferencia. Al final los dos puntos servían para aliviar la precaria situación de los célticos, quienes a base de igualadas y alguna que otra victoria se iban a asegurar, con 36 unidades, una gris permanencia. El Levante, pese a realizar un decoroso final de temporada, se quedó a ocho puntos de la zona de salvación y tan solo pudo adelantar al Xerez.

Mario Moraes, primero por la izquierda en la fila inferior, en una alineción de la temporada 1990/91 (Foto: fameceleste.blogspot.com)
Mario Moraes, primero por la izquierda en la fila inferior, en una alineción de la temporada 1990/91 (Foto: fameceleste.blogspot.com)

La eficacia anotadora de Mario Moraes con la camiseta celeste se limitó a dos partidos. El brasileño, pese a intervenir en las siguientes siete jornadas de liga, no volvió a ver puerta. De hecho terminó por perder su puesto en el once, que le arrebató Vicente Celeiro en la jornada 34 y que no recuperaría nunca más. El ariete de Filadélfia disputó sus últimos minutos el 12 de mayo de 1991 en Avilés y abandonó el equipo a la conclusión de la temporada. La delantera viguesa iba a sufrir una profunda remodelación con la llegada de Vlado Gudelj y Paco Salillas, quienes sí triunfarían al año siguiente.

Año de gloria en Caxias do Sul

Para Moraes la aventura europea continuó por poco tiempo, con un fugaz paso por el Vac húngaro. Con 27 años se producía su regreso a Brasil para jugar unos meses en el Náutico. Y aunque no saborearía la gloria en el club de Recife, sí se iba a entonar en 1994, tras fichar por el Juventude de Caxias do Sul, equipo que jugaba en la serie B y era patrocinado por la poderosa Parmalat. Se recuerda mucho la temporada de Mario —como se le conoce en Brasil— especialmente por los 23  tantos que marcó en el Gaucho de aquel año. En la competición liguera también fue el máximo realizador del equipo, con 11 tantos vitales para que el Juventude consumase un inolvidable ascenso que le iba a permitir competir en la máxima categoría del fútbol brasileño durante 13 temporadas consecutivas. Al año siguiente Mario continuó en el equipo, que realizó una muy buena campaña en la serie A. Sin embargo sus prestaciones cayeron en picado y, de manera un tanto sorprendente, anunció su retirada con apenas 30 años. En 2008 recibió un homenaje conmemorativo del club por la gran campaña realizada en 1994.

Los enormes problemas del equipo para perforar la portería rival trajeron como consecuencia el fichaje de Mario Moraes

Mario Moraes, tras abandonar la práctica del balompié, estableció su residencia en Bragança, donde durante algunos años trabajó en una escuela de fútbol. Ya más recientemente se trasladó a Maceió y decidió explotar su vertiente espiritual y dedicarse en cuerpo y alma a su faceta de Testigo de Jehová.

Mario Moraes, en una foto de 2008 (Foto: forodelcelta.com)
Mario Moraes, en una foto de 2008 (Foto: forodelcelta.com)

Y es que aunque el fútbol está lleno de grandes historias, de vez en cuando hay algunas que no lo son tanto.  El paso de Mario Carlos Moraes Soares por el Celta apenas dejó poso dentro de una temporada en la que se tuvo que picar mucha piedra para lograr la permanencia en la División de Plata y esperar tiempos mejores. El fútbol brasileño todavía dejaría posteriormente alguna que otra alegría en Balaídos, pese al flojo rendimiento que ofrecieron los sucesores de Baltazar y Amarildo