Con el inicio de la batalla final por conseguir jugar en Europa la temporada que viene ha llegado el mejor Celta. Ese que nunca debió irse, pero que era imposible de mantener por culpa de la difícil comunión entre la intensidad de su juego, la plaga de bajas que asoló al equipo y la participación exitosa en una Copa del Rey concentrada en un puñado de semanas. El cuadro de Berizzo se alejó progresivamente de los puestos Champions, e incluso perdió la plaza entre los siete primeros que había ocupado sin desmayo desde el inicio liguero. Y en esa tesitura, con la plantilla recuperada del esfuerzo, y tras el maratoniano enfrentamiento contra el Sevilla y la difícil visita al Camp Nou, llegaba el primero de los partidos decisivos en la carrera final por el objetivo.

Bendito problema

Después de la serie de calamidades que ha afectado al Celta durante la temporada, Eduardo Berizzo ha ido recuperando efectivos hasta disponer de todo su arsenal en ataque. Contra el Eibar solo Orellana era baja, cumpliendo el tercero y último de sus partidos de sanción tras la expulsión en Las Palmas. Aún así, y con el Tucu Hernández asentado en el doble pivote junto a Marcelo Díaz, el técnico tenía un elenco de ocho futbolistas de corte netamente ofensivo en su convocatoria. Eso es mucho. De hecho, es casi la mitad de su citación, y lo será aritméticamente cuando vuelva Orellana. Todo un récord y, a la vez, una declaración de intenciones.

Con el inicio de la batalla final por Europa ha llegado el mejor Celta, ese que nunca debió irse

Así que, a la hora de elaborar su once, Berizzo tuvo que elegir entre los jugadores disponibles, decantándose por Wass, que repetía en la mediapunta tras su buen papel en el Camp Nou, Aspas en la derecha, Bongonda por la izquierda y Guidetti en punta, dejando en la recámara a Beauvue, flamante fichaje invernal, Nolito, aún sin el ritmo necesario, Drazic y Señé.

Hay que defender la apuesta

Pero para someter a un rival como el Eibar, que llegaba a Vigo por delante del Celta, no es suficiente con acumular jugadores de ataque. Estos tienen que ser capaces de desarrollar su juego, de hacerse con el balón y de dominar el partido. Algo a lo que, por difícil que parezca, habían ayudado los dos últimos partidos ligueros: el empate contra un Sevilla en inferioridad y la dura derrota en el Camp Nou, desencadenada en el último cuarto de hora.

El Celta de Berizzo nunca se ha guiado por los resultados, y no parece que vaya a hacerlo en el futuro inmediato

La explicación es bien sencilla: el Celta de Berizzo, como antes el de Luis Enrique e incluso el de Paco Herrera, nunca se ha guiado por los resultados, y no parece que vaya a hacerlo en el futuro inmediato. Defiende su idea e intenta aplicarla, con éxito algunas veces. En esos partidos es cierto que no acompañaron los resultados, pero volvieron a asomar el juego combinativo del equipo, e incluso la confianza ciega en su proceder. Y esto, tras una mala racha, es determinante. Así que el Celta se lanzó a por el cuello del Eibar y consiguió hacerle daño, cerrando el círculo de la recuperación de su esencia.

Una máquina bien engrasada

En este equipo hay algo sorprendente y envidiable, como es el buen rollo entre futbolistas que, en circunstancias normales, deberían luchar por un puesto. Aspas y Guidetti, por ejemplo. El sueco comenzó la temporada a la sombra del moañés, pese a llegar como otro fichaje ilusionante para la delantera. Las jornadas pasaban y su papel era secundario, a pesar de que la afición suspiraba por celebrar sus goles, y se tenía que conformar festejando los de Aspas. Sin embargo, las lesiones y la reubicación de Orellana en el centro le abrieron la posibilidad a Berizzo de incluir en el once a sus dos futbolistas más incisivos, desplazando a Aspas a la derecha. Desde allí, el moañés ha visto menguar su aportación goleadora mientras la de Guidetti no deja de crecer, pero esto no le ha afectado lo más mínimo. Su generosa asistencia en el gol que abría la cuenta contra el Eibar, con posterior agradecimiento de Guidetti es la prueba palpable de que su deseo es triunfar juntos sobre el césped.

Otro claro ejemplo es Daniel Wass, el auténtico todoterreno de la plantilla. Tras ejercer como mediocentro gran parte de la temporada, con apariciones esporádicas desde el lateral o como carrilero, la sanción de Orellana le ha abierto la puerta de la mediapunta. Desde allí ha brillado en los últimos partidos, pero la vuelta del chileno no va a provocar un drama por exceso de futbolistas, sino una buena oportunidad de que el equipo siga creciendo.

El lógico bajón

Una vez más, como ya ocurrió en las tres anteriores victorias del Celta como local, contra Sporting, Espanyol y Levante, el equipo vigués acabó pidiendo la hora tras conseguir su ventaja. Una ventaja que, en los dos últimos casos, fue de cuatro y tres goles. Contra el Eibar, el partido entró en su tramo final con un cómodo 3-0, pero dos zarpazos de los armeros metieron una vez más el miedo en el cuerpo del celtismo. Cierto es que en este caso el desplome no fue tan evidente. Fueron dos acciones aisladas que pudieron evitarse, pero que no dejaron la sensación de un equipo herido de muerte que el Celta dio en las anteriores ocasiones. Habrá que apuntarlo en el debe de una defensa que sigue acumulando goles en contra de un modo preocupante.

La lógica indica que el bajón físico en el tramo final es inevitable

A pesar de todo, la lógica indica que el bajón físico en el tramo final es inevitable, teniendo en cuenta el enorme despliegue y la intensidad brutal que imprime el Celta a su juego arrollador, ese que desarboló al Eibar durante gran parte del partido. Aunque es matizable: la gasolina se le acabó a Daniel Wass, piedra angular del ataque, a veinte minutos del final. Es algo habitual, el danés se queda sin fuerzas en una posición tan exigente como la que ocupa, con el peligro que ello conlleva, y es sustituído. Sin embargo, y pese a llevar un rato pidiendo el cambio, se le indicó que continuase en el campo hasta que el Eibar inauguró su cuenta. A pesar de ser el tercer cambio de Berizzo, quizá este no debió aguantar tanto tiempo con un futbolista desfondado, y con Radoja dispuesto en la banda. Son pequeñas cuestiones a analizar antes de seguir una pelea por Europa en la que el Celta parece haber recuperado el control.