Contundente. Este sería un buen término para definir el partido de Aymen Abdennour en el nuevo San Mamés en el partido de ida de los octavos de final de la Europa League. Sus imponentes 1,87 metros de estatura y sus 84 kilogramos le permitieron liderar, junto a Mustafi, la defensa valencianista abortando muchas de las acciones de juego directo que buscaron los de Valverde a lo largo de la contienda.

El tunecino reaparecía después de su última lesión, que le ha alejado varias semanas de los terrenos de juego así como de la dinámica del equipo. Sin embargo, esto no fue óbice para que el '23' valencianista cuajara su mejor partido como blanquinegro, mostrando muchas de las virtudes que llevaron a la entidad controlada por Peter Lim a desembolsar la para nada desdeñable cifra de 30 millones de euros al AS Mónaco, club al que guió a los cuartos de final de la pasada edición de la Champions League.

Un partido hecho a su medida

Aunque, lo cierto es que las condiciones del partido y el estado del terreno de juego de San Mamés le vinieron como anillo al dedo al internacional tunecino. Un césped totalmente encharcado y embarrado que permitió un tipo de juego por parte de los dos equipos que sacaría a relucir todas las virtudes y pricipales características de 'La roca'.

El fangoso tapete, impidió a los dos equipos trenzar jugadas a ras de césped, lo que provocó que Neville ordenara a los suyos que optaran sin restricciones por el pelotazo, es decir, por el juego directo, evitando uno de los principales hándicaps del africano, como es sacar la pelota jugada desde la defensa, por lo que las pérdidas que tanto afeaban la actuación del zaguero en anteriores partidos desaparecieron.

A mayores, el conjunto bilbaíno también optó por el juego directo y por los centros, situaciones en las que el ex monegasco se defiende a la perfección, llevando a cabo despejes y testarazos de todo tipo. Además, se le vió muy cómodo bregando por alto con Aduriz y Raúl García, dos de los mejores jugadores de la competición en este tipo de contextos, lo que demuestra que el africano, haciendo honor a su apodo, ni se esconde ni se achanta.

En definitiva, Aymen Abdennour se desenvolvió como pez en el agua en el barrizal de San Mames y, por momentos, pareció disfrutar de las circunstancias atípicas de un partido perfecto para él.

Veremos si esta actuación sirve al central como punto de inflexión en pos de recuperar el liderazgo y las buenas sensaciones que esgrimió vistiendo la camiseta del Mónaco, dejando atrás los errores y los problemas físicos que le han mermado esta campaña, y poco a poco consigue hacer olvidar la alargada figura de un Nicolás Otamendi, difícil de olvidar por tierras valencianas. El Derbi contra el Levante y el partido de vuelta, con intento de remontada incluída, en Mestalla ante el Athletic serán las primeras oportunidades para Abdennour de refrendar su renacer en la lluviosa Bilbao.